Mi corazón ha dado varios vuelcos estos
últimos días, pero mis ansias de pelea siguen adelante. No puede ser de otra
manera, soy aragonés. De la alegría y buen humor a la tristeza casi extrema,
son escalas que se han sucedido una tras otra. Ahora atravieso una laguna de
profunda tristeza, me dan mucha pena los vaivenes políticos, no tolero esas
promesas electorales entre las que
proliferan los insultos y la ausencia plena de elegancia. No me gusta ninguno de los actuales
partidos. ¿Habrá formaciones que hagan real eso de que la distancia entre dicho y hecho sea nula? Y
no cito nombres propios por estar en plena campaña electoral. Eso sí, respeto a
la gente honesta y valiente y a aquellos que siguen la máxima de “Respeta y
serás respetado”. Perdón, que nadie piense que quiero hacer tabla rasa, también
sigue habiendo personas admirables ante las que descubrirse sin máscara alguna,
por su valentía, por decir la verdad mirando cara a cara y sin ocultarse lo más
mínimo ante unos enemigos que acechan cobardemente y que, de una manera u otra,
tienen a sus espaldas la responsabilidad
de tantas y tantas muertes violentas (omito
cifras). ¿Me equivoco ante personajillos como vosotros que cuando estáis
en minoría echáis a correr cobardemente?¿Y qué decir de los independentistas de
Cataluña a ultranza? Sí, esos que no se atreven a mirar a la cara a quienes nos
sentimos españoles constitucionalistas, porque en el fondo saben que lanzan
mensajes de odio y rencor. Para unos y otros, mi sonrisa más cínica, mi odio para
ese nacionalismo que se cura leyendo y viajando, aunque no todos actúen de la
misma manera.
Hace unos días que deseo quería remontar
el vuelo anímico, pero ante el panorama que nos acosa tan miserablemente, me
resulta imposible. No estoy para marionetas locuelas, ni me hallo para provocar
risas, para gastar bromas, todo lo contrario. Hoy mis lágrimas fluyen como un
torrente de dolor en plena Semana Santa. Para colmo, el fuego ha destruido
Notre Dame de París, mientras que en África, en aldeas que carecen de las
necesidades más básicas, perecen miles de niños afectados por esa hambruna que
no perdona.
¿Conformismo? Con esta palabra recurro de
nuevo al dicho de “Tolerancia Cero”. No nos demos por nunca por vencidos.
Luchemos con nuestros mejores armamentos, luchemos por la paz y el
entendimiento entre las personas, sin distinción de razas ni de credos. Que las
fronteras y banderas se diluyan con abrazos de entendimiento, que nadie sea
superior a nadie.
MANUEL ESPAÑOL
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