Mi anterior vecino, que se llama Pepe, tenía un perro muy listo, divertido y a veces con dosis exageradas de mala milk! (lo pongo en inglés porque parece más fino). Hace medio año rogó que me lo quedara en casa por un trimestre debido a un largo viaje suyo. Me encariñé tanto con el animalito, que pasado el tiempo cuando vino a recogerlo tal y como habíamos acordado, y al darme las gracias por las atenciones recibidas, le dije que su “Trosko” (no “Trotski” como yo hubiese deseado) era muy especial y cariñoso, que me miraba con unos ojos suplicantes de los que conmueven, por lo que ante tanta tolerancia, terminaba haciendo en casa lo que le daba la gana (pis, pas, pis, pas), que luego agachaba la cabeza y se metía bajo la cama para evitar broncas mayores. Que pasada la tormenta de ánimos, si veía que su amo accidental, o sea yo, sacaba la correa de paseo acompañada del bozal, movía el rabito y se ponía a dar los más increíbles saltos circenses, estrellándose en plan animal...
Se puede soñar a través de un viaje abierto por los espacios infinitos de la libertad, la cultura y el diálogo