El día es triste, la noche, según me anuncia un presunto sabio
o astrónomo, se presentará sin estrellas y la luna también anuncia unos aires
ciegos carentes de luz. Se habla de paz, se añora la alegría., afloran los
sentimientos por ese futuro que se escapa y que nunca se alcanza. Algunas
lágrimas discurren impulsadas por esos corazones que laten a velocidades vertiginosos sin freno ni
marcha atrás. Estoy en Belem, en el
corazón de Portugal, muy cerca de Lisboa, ingiriendo unos “pasteis de Belem”
que saben a gloria y que son una tentación para posibles víctimas de la gula considerada pecado muy
grave. Pero no sé por qué extrañas circunstancia, unas voces salida de las
tinieblas, me dicen que la puerta del infierno está físicamente cerca, lo que
quiere decir que la gloria será que se halla muy lejos, casi diría que fuera de
mi alcance. ¿Qué es la gloria? ¿dónde se ubican las existencias de esos anillos
que siembran las maldades más absolutas? Las incógnitas no se despejan.
Estoy que me pongo a temblar por todo el
esqueleto y de los ojos me sale fuego.
Acabo de leer “La Divina Comedia”, de Dante, revisada a mi manera, y no me
explico cómo he llegado hasta aquí, sobretodo teniendo en cuenta que los presentimientos
ya me habían avisado de lo que me esperaba. Reconozco mi punta de morbosidad
inevitable como la de cualquier humano, y
cada vez que veo los pozos y rocas con plenos aires de choque por parte de las
aguas más bravas, agitadas y hasta hermosas que he visto en lo que llevo de
vida, no lo puedo evitar; siento pasionales deseos de lanzarme para ser imbuido
en tan increíble belleza por mí imaginada, si bien ganas de bucear no tengo. Me pongo al borde
del lanzamiento, una sirena espectacular
abre los brazos en cruz mientras los rayos del sol me deslumbran con
sumo atrevimiento y sugieren
tajantemente eso de “otro incauto que
tiene todas las papeletas para la condena traidora con ansias de hundirse en esas tinieblas de las que surgen gritos desgarradores, y cargados de un
léxico que saca a la superficie toda una luz terrorífica que te quiere adentrar
con la fiereza de los más potentes imanes, como si fuesen obra del malvado
Donald Trump. ¿Aún peor?, me sugiere Pepito Grillo, ese canalla que no me
suelta ni en el infierno. Suerte que tiene uno.
Me siento hecho un prisionero atado con
grilletes a impresionantes esferas de acero que superan veces y veces el
volumen del globo terráqueo. Ser o no ser. ¿A tanto alcanza mi imaginación?.
Confieso que no sé nada de nada. La
sirena Danenka me dice que no tenga miedo, que ella me espera entre sus brazos
y que además estaré acompañado por
compañeras suyas que aún me aguardan en el interior de una enorme cueva
dispuestas a extenderme sus caricias. ¡Qué delicia!. Allá que me lanzo sin pensarlo ni durante
décimas de segundo. Es el canto de las sirenas, el que engañó a Ulises en su
viaje de regreso a Itaca, donde le esperaban Penélope y su hijo dispuestos a
espantar la codicia de los malignos y traidores. ¿Acaso seré una víctima que va
directa al engaño? ¿Acaso serán ellas unas diablesas que engañan a base de unas
falsas promesas seductoras que mantienen las puertas abiertas de un amor viciado? O vicioso, que no lo sé.
Ante el sí o el no, el no y el sí, me
tapo los ojos , aunque el sentido del tacto y del olfato no lo pierdo. Vuelvo a
llamar a mi inseparable Pepito Grillo, que me hace las funciones de Virgilio y
le pido consejo, y me manda un mensaje en morse: “Apáñatelas como puedas, que
yo me voy y no te puedo acompañar. Que por intentar hacerte caso se me han
perdido unos cuantos millones de neuronas y no quiero sentir más las llamas del
fuego eterno”.
Me asusto, tiemblo, que Pepito ya me ha
dicho bastante. En este momento noto que me atrapan cuatro sirenas, que lejos
de cantar me hunden en un espacio ilimitado plagado con alternancias, a base de
un fuego de potencia difícil de calcular, hasta que repentinamente entro en una
fase de temperaturas tan bajas, que no tienen límite en su descenso.
¿Es un sueño plácido, una gran pesadilla
ilimitada? Quiero escapar a la velocidad de la luz. Llamo de nuevo a Pepito
Grillo, éste se apiada y asegura que cruzaremos
todos esos espacios que me han de llevar hasta Penélope, que todavía sigue
tejiendo y destejiendo. Estoy convencido de que me he privado de visiones que
no parece tengan nada de espectaculares, pero que también me hallo a punto de
discurrir por los más fascinantes caminos del amor.
¡Va por ti, Penélope!
MANUEL ESPAÑOL
LO SIENTO Y ME RETIRO POR EL FORO
Siento haber ofendido la sensibilidad religiosa de alguien.
Sucede que en mi relato "Sin freno ni marcha atrás" donde quería decir "Allá" puse "Alá", con lo cual se lió todo. Queridas amigas y amigos,¿debo seguir en Facebook o es mejor que lo deje? Gracias. Repito: Nada más lejos de mis intenciones que herir a nadie. M.E.
LO SIENTO Y ME RETIRO POR EL FORO
Siento haber ofendido la sensibilidad religiosa de alguien.
Sucede que en mi relato "Sin freno ni marcha atrás" donde quería decir "Allá" puse "Alá", con lo cual se lió todo. Queridas amigas y amigos,¿debo seguir en Facebook o es mejor que lo deje? Gracias. Repito: Nada más lejos de mis intenciones que herir a nadie. M.E.
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