Son las siete de la mañana, estoy rodeado de las montañas de Biescas. C asi de un brinco me planto en la ducha para ser pasado por agua. “Ay, la naturaleza es bella, démosle una sonrisa a la vida”, me grito a mi mismo y suelto una carcajada. No sé por qué, pero hoy me siento más locuelo de lo habitual y haciendo un derroche acuáticamente placentero, eso sí breve, me pongo a tararear canciones serranas con toque pirenaico, a las que les cambio de letra continuamente dada mi escasa memoria, armándome de esta manera unos tacos impresionantes: “…Y dormirás en un lecho de flores con cuatro montañeros que te hablarán de amores…”. Como estoy solo, no me queda otro remedio que falsear más mi voz, y darle un toque femeninosopranil para continuar: “a la sierra chicos, si, sí, sí que quiero ir, para dormir con cuatro montañeros y que me hablen de amores...”. De repente noto que se abre la puerta del baño, y como la mampara es transparente, uno que en el fondo es muy púdico, ante las dudas ...
Se puede soñar a través de un viaje abierto por los espacios infinitos de la libertad, la cultura y el diálogo