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Con Jesús Oh, Begoña, José Ramón y Aurora me pervertí convirtiéndome en un golferas especializado en el Hoyo 19 |
No es
este mi verano soñado, en el que se han dado
demasiadas circunstancias nada positivas, pero sigo siendo un soñador que vaga por las constelaciones en busca de las
estrellas. Si, se trata de un estío de contrastes en el que
también intento dar golpes de timón para hallar la parte positiva de la existencia, que la
hay. Y aquí, en este Biescas de mis entrañas, igualmente he disfrutado y disfruto mucho, y... lo que le queda a este loquillo
surrealista al que le gusta tocar todos los palos, que si no seria muy
aburrido... Por supuesto que a pesar de las mas variadas situaciones anímicas, siento que debo, y quiero lanzar mis sonrisas a la
vida a la que tanto pido y seguiré haciéndolo.
A estas
alturas quiero poner en vuestro conocimiento que que los deportes forman parte
de las grandes pasiones que nunca me faltan. He practicado las mas diversas
disciplinas, no he sido muy bueno en todas, más bien malillo, pero no hay
nadie que se haya divertido tanto como yo. Ahora me he convertido en un
golferas, quiero decir que me he iniciado en el deporte del golf, en el Club
Las Margas, de Sabiñánigo, y ya tengo unas memorias
disparatadas.... Soy un apasionado en los mas diversos sentires que abarca la
sensibilidad física. De chiquitín era un inocentón no muy fuerte, al que una
vez mis progenitores llevaron a un gimnasio, donde le dije al profe que los
compañeros me intentaban pegar
(alguna vez lo consiguieron), que en las carreras a pie nunca quedaba entre los
primeros, pero tampoco de los últimos. Era el señor Van Dyk, cinturón negro de judo al mas alto
nivel, que en el instante de mi presentación dijo que iba a forjarme como
un hombre fuerte. Tanto me lo creí que a lo largo de mas de tres
meses aprendí a caer sobre el tatami,
levantarme en el acto y ponerme en pie de guerra, así como a trepar impecablemente por una cuerda vertical y a
subirme por los árboles, creo que por si algún día me encorría por la selva un tigre hambriento. El monsieur, que era un
gran deportista, me enseñó a nadar en las aguas a veces
heladas de los ríos; mientras, su madame me
daba clases de francés. Cuando comenzó el nuevo curso, lo primero que hice fue buscar al
macarrilla de la clase al que llame "cochón" y tumbé dos veces seguidas en el suelo, ante la vista complacida
de los curas, que casi me aplaudían haciendo la vista gorda.
Fue una pelea que me marcó, y desde entonces ya no he
vuelto a pegarme con nadie, a no ser por la práctica de algún arte marcial y siempre con entera deportividad. Pero que
por si acaso no me toque nadie las pituitarias, por si llego a romper con los
principios de nunca agresividad, que si quieren pelea todavía mantengo una punta de velocidad de récord, que no me gana ni Bolt cuando le persigue un león.
He
montado a caballo y mas de uno me ha hecho saltar por encima de sus orejas, he
jugado al waterpolo y los rivales me hundían con demasiada facilidad, he
practicado piragüismo, remo, he jugado al fútbol y era un buen defensa que jamás dejaba que me rebasase el contrario, si bien balones me
colaban mas de uno; y de esta manera venían los penaltis que le pitaban
a mi equipo. He disfrutado como nunca con la practica del esquí alpino, conducido motos de nieve. Y el tenis... Si bien mi
nivel no era muy alto, hasta gané unos cuantos trofeos y fui
nominado para mejor deportista de la sección tenística de Helios; incluso formé parte del equipo que batió el récord mundial de permanencia en pista. En campeonatos de mayor
nivel puedo decir que hasta llegué tiempos ha, a ostentar el titulo
de subcampeón de Aragón de dobles mixtos. ¿Os cuento el secreto? No
importa, pero la verdad es que tan solo nos presentamos dos parejas, por lo que
sobra cualquier otro comentario.
El caso
es que el paso de los años, como buen pelaire de Biescas, me ha convertido en un veterano
de la vida que ha disfrutado también a lo largo de décadas de las maravillas del montañismo, haciendo travesías, practicando el senderismo,
durmiendo y comiendo en refugios y disfrutando intensamente de la naturaleza,
algo que me gustaría seguir haciendo sin ponerme
limite alguno.
Tiempos
ha incluso llegue a jugar al rugby, deporte en el que lo pasé muy bien a pesar de los palos que nos dábamos, dicen que limpiamente en cada partido, y que tenían su recompensa sobrada con el denominado tercer tiempo,
que se celebraba a base de una fiesta muy amistosa, entre todos los
participantes de los dos equipos, incluidos árbitros. ¡Que buenas cervezas y tapas caían al final en el bar del campo, que ya estaba preparado
para el evento. Y allí estaba un servidor en su
doble condición de periodista y de jugador.
Pero que conste que no me daban ración doble.
Reconozco
que el rugby es un deporte muy noble, pero que algo de violento ya tiene, y que
sin ser graves, algunas lesiones si me produjo. Ahora, a mi edad ligeramente
avanzada, como todavía me va la marcha, sigo
caminando por la montaña, me subo al caballo de la tía Cuqui. El caso es que echaba en falta un deporte con
"tercer tiempo", y que nunca hubiera
practicado hasta el momento. En estas estaba de tertulia con mi amiga
Aurora, José Ramón y Begoña, ante unas gambas y unas
jarras de cerveza. Se miraron entre ellos, sonrieron y fueron tajantes:
"Mañana iremos también al club Las Margas, en Sabiñánigo, te prestaremos unos
palos y te iniciaras en el golf". Me eché a reír y pregunté si había tercer tiempo de este deporte, y me aclararon que se
desarrollaba en la cafetería, a la que coloquialmente
llaman "hoyo 19". Sin haber ido, ya me había convertido en un fanático del "19", y lo
sigo siendo tras haber recibido un cursillo que me ha parecido genial. Llegó la primera jornada de prueba y me llevaron a la cancha de
lanzamiento en la que se practica el swing. Calladitos mis improvisados
mentores y con la boca forzadamente abierta para no delatarse, me dijeron que ahí tenia unas cuantas bolas preparadas para mi. Me puse en
posición para el primer lanzamiento,
di un giro de 360 grados y caí sentado no dándole a la pelota.
Pasadas
las primera risas, incluida la mía, comenzaron a darme
explicaciones y ya fui poco a poco encauzando los tiros. Tras la sudada del
segundo día, y ya en el hoyo 19 me
dijeron con toda la seriedad de la que son capaces (no mucha) que "mañana te presentaremos a Jesús OH Won. el profesor del
club". Es de ascendencia coreana, aunque nacido en Sabiñánigo y mas español que Pablo Iglesias, con
acento aragonés. Un gran tipo y una bella persona cargada de
paciencia, que conmigo ya hace falta, que junto a él y a mis amigos conviví cinco jornadas muy intensas en las que practiqué el swing, salí al gren con distinta fortuna en los hoyos, ¿aprendí? a sacar las bolas del búnker, intenté un hoyo del campo grande, además de hacer algunos recorridos que me hicieron sudar mucho más de lo esperado. Pero el camino que me queda por recorrer
es muy largo. ¡Huyuyuyui! Me divertí tanto, que lo que
siento es no haber empezado años atrás, cuando mi forma física era mas que aceptable.
Como en el pueblo se han enterado de esta hazaña tan reciente, de un lado a otro de cualquier calle ya me
gritan eso de "¡¡¡¡GOLFERAAASSS!!!!! Si, si,
golferas, que ahí os querría ver...
MANUEL
ESPAÑOL
Buenas noches, Manuel.
ResponderEliminarTodo lo que relatas parece muy sencillo, sumamente divertido,
y cargado de humildad.....
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarNo tan humilde, que comentarios como el tuyo me hacen subir mucho el ego. Gracias, Blanca.
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