Fuera de
casa de la tia Cuqui, hace un frío invernal que congela hasta
las palabras. El termómetro marca algunos grados
bajo cero en Biescas, y el viento sopla con una fuerza cortante. El dios Eolo
ha expulsado todos sus ímpetus malévolos y silba por las calles amenazando la integridad de
tejados, árboles y personas. Pero… no importa que en el exterior aun quede nieve helada a causa de un temporal que va para largo, que las
cumbres de los alrededores estén bien hermosas y se traduzcan en un paisaje
cargado de poesía. En invierno y en verano, mi
pueblo es el paraíso.
Si estoy
aquí se debe que la tita ha hecho
una escapada a Zaragoza para tomarse unos diez días de asueto junto a mi
Jimena, siempre preocupada de que no le falte nada, que se quieren mucho. A mi
me ha hecho verdadera ilusión el intercambio entre ella y
yo, porque la pobreta llevaba al menos cinco años sin ver a la Virgen del
Pilar, que eso no esta bien para ninguna aragonesa. De esta manera se entiende
que a fin de evitarle preocupaciones, me
ofreciese insistentemente para vigilar la casa en su ausencia, alojándome allí y gozando de la ayuda de
Epifanio, el encargado que cuida de las vacas y del corral, y de su mujer
Agripina, que se encarga de la limpieza del caserón. Con estas dos personas, más buenas que el pan de cristal, mantengo un grado de
acercamiento muy alto, que no en vano se remonta.... Bueno, mejor no mentarlo,
que otro día contaré la historia. "Ay que tunante eres, Gabino. Que te has
conchabado con Cuqui para vivir una minitemporada a tu bola en el pueblo,
mientras ella va al Corte Ingles, Puerto Venecia, Gran Casa... Lo malo,
"chiqué", es que te vas a
"chelar" por aquí". No le falta razón a esta mujer a la que conocí de moceta, que bien guapa estaba
y es ahora. Se lo digo a su marido, que se ríe, me llama pelota, y a modo
de despedida dice: "Ya sabes, que si quieres, mañana te vienes a comer a nuestra casa, y pasado, y.... Por
cierto, encima de la mesa hemos dejado una vianda que sin duda sabrás apreciar: tripiligapes de Biescas, que solo los puedes
tomar con todo su sabor en nuestra casa y en la de la familia Ruba". ¡Así que viva el sabor y calor de
hogar, y el olor a leña quemada que se respira por
todo el pueblo, con las chimeneas soltando humo del bueno! Los malos humos no
tienen cabida en esta Villa.
La
estancia donde me encuentro es un semisótano en el que se ubica la
cadiera con dos bancadas y sus correspondientes mesitas enganchadas, rodeando a
una gran chimenea con campana y rematada por un llamativo espantabrujas. Sin
duda este es un lugar ideal para pensar en soledad y recordar los años de mi infancia. Y es que si bien me gusta siempre mirar hacia adelante, también asumo la consigna de "recordar es existir". En
este estar solo buscado, quiero entregarme a vivir intensamente. Es tiempo para
soñar en lo imaginado y en lo que
queda por imaginar hasta en lo que no existe.
La
estancia tiene tres puertas. Una de ellas da a una pequeña cocina, con su correspondiente ventana que asoma a pie de
calle, la otra a un pequeño comedor que casi siempre
permanece cerrado, y una tercera que conecta con el corral de las gallinas
ponedoras y dos cuadras para las tres
vacas y los dos caballos. En la planta superior se halla el salón donde la tita celebraba sus reuniones con aroma de
rosario y chocolate, en las que no fallaba ni don Casto, el cura, para llevar
la voz cantante, letanía incluida. Ahora Cuqui es
menos pía y las chocolatadas se hacen
con guateque final para ambientes mas lúdicos. Y si estoy ahí, las chicas de platino, una a una que, me sacan a bailar.
Les enseño los ritmos mas frenéticos, pero ellas entre que
dicen ser mayores y que se cansan, exigen que me deje de tonterías, que prefieren el agarrado. Ay mocetas, ¿que es lo que queréis?. Picaronas, que sois unas
picaronas...
Luego existe otra tercera planta dedicada tan
solo a dormitorios, con el auxilio de dos cuartos de baño. Así que por unos días, todo para mi, sin mas compañía que mis malos pensamientos. ¿Malos? No, fantásticos. Que con puestas de sol como esta, no puede haber
maldad alguna. Poco importan las temperaturas casi extremas que jamás resultan impedimentos para disfrutar de un mundo mágico. Antes de salir de casa a dar una vuelteta, acudo a
la leñera y decido encender la
chimenea a fin de sentir físicamente el calor de hogar a
mi regreso. Me abrigo bien, cierro la puerta con llave, y ya estoy dispuesto a
subir una cuesta desde cuyo alto se divisa un panorama hechicero que te lanza
hacia esos cielos soñados, y desde la que hace dos días se podía bajar con los esquís puestos. Lanzo mi mirada hacia la punta de Erata, el
ultimo lugar en que se esconden los rayos de Helios, y veo que ha llegado el
momento de bajar. De repente, a la altura del domicilio de unos amigos, noto el
impacto de una bola de nieve y escucho los chillidos de unos niños: "Perdón, señor. Ha sido sin querer". Me he resistido a soltar los
improperios que acuden raudos y veloces
a mi mente, y tras unos segundos suelto una carcajada. Mi cabecita loca
y mi corazón se aceleran. Quiero volver a
mi infancia y me uno a los chicos a lanzar bolas blancas, una de las cuales le
alcanza a mi amigo Jorge, si, el padre de las criaturas agresoras, con lo cual
me doy por satisfecho. La venganza ha sido consumada muy alegremente. Eso si,
después de un abrazo bienhumorado,
dejamos a la chiquillería en su casa y Jorge y yo nos
vamos a la degustación de un vino caliente que nos
ofrece Luis, es decir, de ese que reconforta tanto en este tiempo. Si señor, buen sabor y buena calefacción central.
Así que con mis aires alegres y mi imaginación reforzada, pienso que ha llegado el momento de volver a
Casa Cuqui. ¡Que buena es la tía, que ha dejado la nevera y la despensa bien llenas! Llego
y me ladra "Sultán", un perro pastor alemán muy cariñoso, que me reprocha no
haberle sacado a la calle, si bien al poco disminuye sus gruñidos y la emprende conmigo a lametones que me dan un poco
de asco que no lo puedo evitar, a pesar de que no me gusta herir los
sentimientos del animal. Entramos a la
cadiera, muy calentitta y hasta preparada para hacerme un homenaje en
forma de barbacoa, si bien decido
dejarlo para mañana y compartirlo con mis
amigos de infancia. Hoy, ante la intimidad y el calor de una buena lumbre,
decido penetrar en el interior del "Orlando" de Virginia Woolf, uno
de los mas bellos poemas en prosa y especialmente seductores que han caído en mis manos. Pero al mismo tiempo se da el caso de que
en estos
momentos siento la necesidad de cerrar los
ojos y dedicarme a soñar, aunque sea despierto con
el compás marcado por el crepitar de las llamas. Si,
sonrió y me da un ataque de
nostalgia al acordarme de Jimena, a quien quisiera tener mimosamente abrazada;
pero muy pegadito a mi quien se instala es "Sultán", al que acaricio y le dejo la mano izquierda en la
parte baja del cuello. "Amigo, soñemos pues juntos y demos
rienda suelta a nuestros pensamientos, pero callados. Pobres locos de nosotros,
hagamos el mundo a nuestra manera".
Me gustaría, como Dante, bajar a los infiernos, subir a los cielos. ¿Existen? Confieso mi ignorancia y hasta mis dudas. Mis
variaciones y mis certezas se desarrollan en medio de unos cambios que no
entienden de medidas ni de limites y que navegan por lo etéreo. Por un instante, despierto de mis sin fundamentos
mientras escucho los murmullos cargados si, de humanidad, por parte del perro,
al que decido asir como si se me fuera a escapar.
Atizo un
poco mas el fuego y vuelvo a la posición anterior. ¿Que hará en estos momentos Jimena?, ¿aun me quedan tantos días para volver a estar con
ella? Abro los ojos y observo que "Sultán" inclina la cabeza y me
mira con una ternura tal que me deshace. El pequeño sueño ha sido corto, pero intensamente hermoso.
Buenas
noches.
MANUEL
ESPAÑOL
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