El semblante se pone serio y si me miro al espejo, es que no me
reconozco. Intento poner cara de guasa y me rechinan los dientes, que se me
ponen con forma "draculina". No, si es que nunca me he pasado
de agresivo nada más que lo justo, tal y como lo
intento ahora. Y cua, cua, cua, cua... Reconozco que no se me dan precisamente
bien las onomatopeyas. Pero a usted, mister Trump, tampoco se le da bien la
diplomacia, y ejerce con una enorme
fuerza el "ordeno y mando", caiga quien caiga, como es el caso
reciente del fiscal general de los Estados Unidos de América.
Que uno
presume de ser persona educada, que me encaro conmigo mismo por no sentirme
capaz de decirle a las claras a usted que no me gusta nada, que quisiera
sentirme diplomático, pero en este caso no me
siento capaz del todo. Trataré de hacerlo con el debido
respeto, pero no encuentro palabras sinceras. Entiendo que tanto el sucesor de
Obama como yo, no somos políticamente correctos, diría que o bien políticamente falsos o falsos políticamente hablando, que no lo sé bien; luego algo tenemos en común, pero también unas diferencias que
profundizan mucho más. Que si, que los extremeños se tocan y a veces se dan de bofetadas. Escúcheme, señor neopresidente de Estados
Unidos, que entiendo no está muy ducho de veteranía de estrategia política, aunque sí de un machismo desorbitado y de una xenofobia que supera
el cielo raso carente de nubes. No quiero enfadarme con usted, más alto, más corpulento; oiga, que no soy
como un saco de boxeo al que se le pega y no responde con agresividad, que soy
de los que piensan... Bueno, me callo lo justo para no meter la gamba ante el
primer mandatario actual de la mayor potencia del mundo, tal u como la dejo
Barak Obama. Pero claro, que no me
resigno del todo, le diré que soy amante de la justicia
social, que entienda que eso de las fronteras tal y como Su Excelencia
defiende, es un atentado contra humanidad, y que si se ponen muros de miles de
kilómetros se produce una situación de miseria. La grandeza no se mide por tener el botijo más caro y con mejores adornos inútiles, sino por la contribución
a poner fin a la situación más que triste en los países menos favorecidos, por el
respeto a los derechos humanos, por el fomento de la cultura que debe a todos
enseñarnos a pensar, sin excepción alguna, incluyendo mandatarios que no ven el norte ni el
sur. No ahogue al prójimo, tenga siempre un
salvavidas a mano y arrójelo en el momento oportuno a
los más necesitados. Pero acierte en
el lanzamiento, no sea cosa que al presunto ahogado le dé con demasiada fuerza en la cabeza y se muera del golpe,
algo que sé no le gustaría. Pero… ¡qué tontería respetado Donald! Usted que ama la paz y el bienestar de
los suyos, que a fin de cuentas se ve el líder de una incomprendida Torre
de Babel que es este planeta y desea que
todo el mundo sea feliz... ¡Ay! si todos los que habitamos la Tierra pensásemos como usted, con toda seguridad que habría paz, eso sí, a su manera. Puede que en mi
caso particular sea un desagradecido por no comprenderle.
Por
favor, no quiero que piense que tengo el deseo convertirme en consejero suyo,
nada más lejos de mis intenciones.
Para ello dispone gente muy válida en su país, y entre tantos millones de habitantes le aconsejaría bienintencionadamente que le pidiera consejos decisorios
al señor Barak Obama, de gran
inteligencia política y una elegancia y
humanidad de la que siempre ha hecho gala. Que por algo ha levantado la
admiración de este mundo mundial que no
sabe a dónde va.
Por
cierto, presidente, que usted me ha tocado hasta lo más intimo de la moral, en torno al ajustado
respeto que parece sentir por la libertad de prensa, que aduce unos
razonamientos propios, a mi parecer no muy ortodoxos. Los periodistas jamás generamos noticias, nos hacemos eco de ellas e
investigamos, si se puede, hasta el fondo. No somos culpables del asesinato de
Jesucristo, ni del de los hermanos Kennedy (John Fitzgerald y Robert), ni del
robo del tren correo Glasgow-Londres. También
quiero hacer patente mi máximo respeto y cariño profesional a los colegas
estadounidenses, que algo que hicieron bien y a tiempo fue investigar a fondo,
documentarse en hechos reales y
provocar en la década de 1970, el cese
presidencial de Richard Nixon como consecuencia de un delito de espionaje y
robo de documentos, que reflejaron la auténtica realidad transmitida a
la Opinión Pública. Un escándalo que tuvo lugar en el
complejo de oficinas Watergate de Washington DC, sede del Comité nacional del Partido Demócrata de Estados Unidos. ¿Usted cree que somos tan malvados los periodistas?
Que el
lema de su mandato, Mr. Trump, de un vuelco a no tardar demasiado, y sea:
"¡Dios salve al mundo!",
que así se salvará
América. Que de lo contrario me
horrorizaría de tal manera que no quiero
ni imaginar.
MANUEL
ESPAÑOL
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