Veo nubes
blancas inmensas que bajan hasta casi las faldas de la montaña. Desde arriba, un sol reluciente ataca con sus rayos
dorados esos volúmenes cargados de sugerencias.
El panorama visto desde todas alturas y puntos espaciales, resulta
sobrecogedor. Pienso intrigado a mi manera para ver si soy capaz de descifrar
misterios sin resolver por esta mente tan disparatada, que igual aprecia tanto
caballos alados, como marcianos o bebes selenitas transportados por cigüeñas voladoras, siempre con
capacidad para sorprender a cualquier
ser inocente como yo. ¿Pero inocente de verdad o un poco locuelo en plan surrealista que
siempre tiene un problema para cualquier solución?
¡Ay de mi, si es que la vida
resulta un continuo enigma sin fin! Cuando naces lloras y cuando mueres
produces llanto. ¿Y entre tanto, que? Todo ello
me induce a confesar mi ignorancia, como aprendiz de ser humano que soy. Pero a
veces pienso en lo que puede ser a la luz de este candil que me ilumina. Miro
hacia arriba y adivino toda una serie de cruces de cientos de meteoros que me iluminan en rápido y corto trayecto. Veo una ninfa que me dice ven, tres
sirenas con cola de pescado, un equino que me sorprende metiendo su lengua en
mis bolsillos llenos de terrones de azúcar, Picasso que en un vuelo mágico le hace cuchufletas a Dalí, mientras Copito de Nieve se ríe del Rey León. De todo ello deduzco que la
vida puede ser amarga o muy divertida. Me gusta ser alegre y pensar en
positivo, de tal modo de que cuando llegue la hora de la despedida de este
borde e incomprensible mundo, mis manos estén
limpias y felices, aunque mis ojos derramen algunas perlas de buenos y
emocionados pensamientos. Eso si lo peor
que me puede pasar es encontrarme don Donald Trump y Maduro. Perdone, señor Putin, no le había incluido e un principio, pero al final me he dado cuenta
que usted también...
MANUEL
ESPAÑOL
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