“Estimados
pasajeros, el vuelo directo Berlín-Madrid con escala en Bruselas, partirá
dentro de una hora. La dirección del aeropuerto les invita a acceder al avión
de manera inmediata a través de la puerta 55 A. No hace falta dejarse llevar
por las prisas, sino hacerlo de forma
ordenada para beneficio de todos”. Así se expresaba la voz marcial y un
tanto merkeliana que salía a través de
los altavoces oficiales. Un pasajero mulato, no se por que, me sonríe con
ironía, y a mi no se me ocurre, no se por que, otra cosa que mirar atrás con
los ojos también puestos en el techo, que contestar imitando a Marlene Dietrich
con la canción “Lili Marlene”. No debo estar muy acertado, puesto que me interrumpe una voz femenina suave pero firme
para comunicarme “yo soy Lili, y usted me parece que no conoce muy bien nuestro
idioma”. “Si usted me enseñase...”, le respondo. Rubita, de aspecto dulce
y llamativo, muy guapa y de ojos grises
claros, ríe, asoma su dentadura blanca y en un español tan perfecto que me
asombra, dice estar dispuesta a darme un curso acelerado de la lengua de
Goethe. Estoy que alucino. Los ojos se me ponen como platos y mi rostro esta
que da la imagen de un enrojecimiento pasajero y total. Ella, que dice llamarse
Claudia como la fascinante modelo, vamos, como la Shiffer, me mira de una
manera un tanto burlona y yo no puedo evitar hacer un amago de acercamiento de
mis labios hacia los suyos, que los aparta a la velocidad de un rayo ante mi
cara de escéptica impresión. Los pasajeros que se encuentran en nuestro entorno
se ríen de de las gesticulaciones, que a fin de cuentas resultan divertidas
para ellos. Le pregunto que cual es su primer apellido, y responde que Wagner, como el músico de “Tanhauser”, y respondo
que “un amigo de usted y de Cristo bendito, se llama Gabino Biescas”. Íbamos a
darnos dos ósculos, uno en cada lado de
la cara, pero ella roza suavemente mis labios con los suyos, como si de la
forma más natural sea tratase, pero este
servidor tan típicamente spanish se pone nervioso y confuso, dando la impresión
que parece se le va a salir el corazón.
El caso es
que tanta naturalidad no presente en el guión. se corta escribiendo en nuestros rostro unos ciertos aires de
desencanto. Es el momento en que el
altavoz anuncia que comencemos a
circular por la puerta de acceso al túnel que nos conducirá hasta el
avión. “Tengan preparados los pasaportes y los pasajes”. Así sucede que que por
aquello de la caballerosidad hispana, Lili pasa por delante de mi y mirando un
poco por encima de ella, observo que los asientos suyos de y los míos son
contiguos. Río y brinco de alegría ante la cara de dama de hierro que pone la
funcionaria controladora del pasaje. Me da igual el resultado del rostro acido
de la señora, pues me doy cuenta de que que Lili se ha parado y mira sonriente.
Me dan ganas de hacerle un corte de mangas a la señora que he dejado atrás, y
de un brinco me planto junto a mi chica guapa y nos asimos de la mano. “Oh, los
españoles siempre tan fogosos. Y pensar que nos quedan muchas horas de vuelo
juntos...”. “Lili - le contesto- ¿Me darás ese curso acelerado y completo de la
lengua alemana?. Carcajada por respuesta, mientras me pasa su brazo por el hombro, me da un beso en la
mejilla derecha y me dice: “De momento ocupemos nuestros asientos y ya veremos como esta el panorama.
Ay, si los españoles no
hacéis otra cosa que pensar siempre en lo mismo. Me encanta como sois. Viva
España”, y ya sentados me besa como una posesa. Me siento como un soñador fantasma
inmerso en un mundo onírico. Pero no, resulta que vivo la más fabulosa
realidad. En ese momento nos llama la atención una simpática azafata y dice que
nos envidia, pero que antes de nada estamos obligados a atarnos los cinturones
de seguridad. “Después sean ustedes muy felices y no se preocupen por el resto
del pasaje, que hay algunos que solo tienen envidia acida”. “¡Que despistados
somos!”, expreso con una sonrisa un tanto picarona.
De repente
se suspende el lenguaje combinado de humor con amor y se oyen unos gritos
bastante desagradables, como si fuesen de pánico : “Pasajeros, deténganlo es
muy peligroso. Y si es necesario y está en manos de ustedes porque nosotros no
llegamos a alcanzarle, no duden en matarlo”. Vaya voz tan ronca y asquerosa, y más ahora que la Iglesia Católica ha suspendido
la pena de muerte. Total que tras dos intensos minutos de susto, el capitán de
la nave sale de la cabina de pilotaje con la cara descompuesta y micrófono en
mano se dirige a los viajeros pidiendo tranquilidad, que el motivo por el cual
se ha producido la alteración del orden natural, no es más que la presencia de
un gran e inofensivo roedor, una ardilla muy hermosa e inofensiva. El caso es
que Lili que parecía tan feliz ante el panorama de un vuelo de amor, me
califica de “destarifado”,siempre pensando en lo mismo. Haz como yo y como el
resto del pasaje, desátate, ponte de pie sobre el asiento, y si ves al animal
le das un buen puntapié.
Y yo
haciéndome el valentón y gritando eso de “compañeros todos, no os asustéis y
que no cunda el pánico, que estáis todos muy nerviosos y no se trata de ningún
bicho, que quien se ha colado por entre los asientos es Carles Puigdemont, que
ha entrado para ser extraditado a España. Me dicen que estoy loco, que mientras
no se paralice a la ardilla no habrá pasado el susto. Me callo con cara de
tarado. Al final la tripulación de la aeronave ordena una parada de motores,
abre de nuevo las puertas y coloca las escaleras, al tiempo que el capitán
avisa de que “se ha tomado esta medida por seguridad para todos. No se
preocupen, que todos ustedes están invitados a pasar noche en un hotel cinco
estrellas del aeropuerto, con costes a cargo de nuestras líneas aéreas”.
“Ahora si
que te daré un curso acelerado. Y no hay tempo para perder”, me dice Lili con
cara de tan boba como como la que tengo yo. ¿Será broma o será verdad?
MANUEL
ESPAÑOL
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