El mundo es como un circo con miles,
quizás millones de carpas que albergan a animales no muy cabales con dos
piernas y casi sin cerebro, aunque con formas mentales de cuadrúpedos en algunos casos, que tapan
sus… ¿vergüenzas? con la ayuda de unos tirantes
exagerados que sujetan pantalones bombachos y que además están tocados de la
mandarina. Por si fuera poco tienen igualmente las ideas bastante
turbias, tanto como el agua negra de una
fosa séptica sin fondo. Carpas con fama mundial son, por poner varios ejemplos
dentro de la más pura inocencia, la Casa Colorada (no la Casa Blanca), símbolo
de la potencia de los Estados Unidos de Chindasvinto (América), que en vez de
risa provoca tristeza en la actualidad, lloros en algunos casos y ardor
guerrero asesino en otros; en el Oriente Z (OZ), tres cuartos de lo mismo, mientras en el
Colastón del Este lanzan cohetes amenazantes para la paz. Y aún tienen la falsa
vergüenza de insultar a personas honradas llamándoles payasos, como si del peor
insulto se tratase. Esto más que un sueño conforma una serie de pesadillas enlazadas
a lo bestia . “Yo te tiro una bomba”, “yo te disparo cuatro misiles”, “Yo te
mato a doce mil personas (es por poner un número)”; yo dispongo de unos misiles
geniales; y como reza un temible capullo insensato, “quien
salga derrotado paga la cena”. “Ja aja j
aja j aja ja ja, estos castrados de la cultura y de las ideas…”. “¿Puedo
incendiar con una cerilla varios pozos de petróleo y así entro en el
club?”, pregunta a voz en grito un jefe
de estado un tanto cutre y tacaño.
De
repente suena el estallido de un hongo nuclear y parece que el fin del mundo ha
llegado. Despierto sofocado y sudoroso y creo que soy el ultimo superviviente
de la tierra. Salto despavorido de la cama con el pijama a rayas puesto,
tropiezo con un puf junto al armario de
piedra del dormitorio, y el estruendo que produzco es enorme. El suelo no se ha
roto, pero me he quedado pegado, bocabajo,
contra el suelo, a la vez que cubro mi cabeza con las manos. Jimena ha lanzado un grito enorme
multiplicado por el eco, que parece el lanzado por una hiena devoradora: Pero
mi medio limón no devora agresivamente, que ella es muy dulce. Ve la cantidad
de sangre que mana de mi bolo, y asustadita comienza a llorar como una
desesperada. Justo en ese momento, nuestro amigo médico y vecino del piso de
abajo llamado Pedro, que guarda unas llaves nuestras en su casa, entra con un
botiquín gritando: “Jimena, Gabino, ¿qué ha pasado? Esto parece el desierto
rojo, y no el de la película de Antonioni”. Evidentemente, mi nariz está
hinchada como un balón de baloncesto y colorada como un tomate. La otra, que
tiene hipo y al menda, que no se me ocurre otra cosas que preguntar en plan
tartaja: “Ya ha ter-mi-na-do la-la-a gue-rra mun-dial?”. Al hilo de las patadas
y de los lloros desesperados, en pocos minutos acuden más y más vecinos con su
curiosidad malsana para saber lo que se cocía en mi cocina. Uno de ellos que se
llama Pepitín “metementodo” y que resulta ser un patoso de mucho cuidado, le da
por tomarse a broma mi estado, y partiéndose de risa me dice que “eres un
payaso muy feo y sin gracia, como todos”. Y es a partir de ese momento de
intenso dolor, cuando los reflejos sensoriales agudos se van calmando y dan
paso a un intenso cabreo. “¿Pero tu te crees que soy un payaso, y además sin
gracia?” . Así que me levanto de un brinco, me aproximo a Pepitín mientras no
hago otra cosa que repetir una vez tras otra y sin descanso, “¿qué no tengo
gracia, que no tengo gracia???” El resto de vecinos me abre paso y mientras
llego a donde está el ceporro este, le paso con intensidad mis palmas por el rostro y su calva, me froto bien en
las heridas sangrantes de mi testa y vuelvo a gritarle: “¿Qué no tengo gracia,
que no tengo gracia…?. Ven que te abrazo, capullín, y de paso hago una
transfusión de mi sangre mezclándola con la tuya. Total que ante mis amenazas,
Pepitín se queda parado, mientras
consumo mi venganza, y los convecinos, a excepción del galeno Pedro abandonan poco
a poco y temerosos mi pequeña mansión.
“¿No te crees que te has pasado un par de
estaciones, mi vida?”, me dice una Jimena con la cara un tanto compungida, para
añadir que “al fin solos y… cuida con esos sueños, que me van a matar, aunque
bien mirado has tenido toda la razón. Eres muy bruto, pero te quiero”. Pedro
comenta que se ha quedado en casa para curar mis heridas, ”que las de Pepitín
se han quedado tan solo en la superficie y se limpian con facilidad. Eso sí,
Jimena ha dicho toda la verdad cuando te ha indicado que eres un animalote de
dos patas. Anda, acerca esa cabeza tan destarifada…
Reímos los tres, mientras que llamo a mi
insultante, que en el fondo es una persona no mal intencionada, para que tome
con nosotros un buen almuerzo. Limpios de nuestras sangres, pido perdón por el
numerito, y ruego me permitan dar una explicación de mi agresividad:
Amigos míos: Odio a ultranza a quienes
para faltar de la manera más despectiva posible, le dicen a uno Payaso. Que así
se expresan los mediocres y me atrevería a decir que hasta las malas personas.
Que así proceden personajes politicastros con enorme poder, animales y a la vez
presidentes de algunos clubes muy poderosos, y carentes de sensibilidad.
Hace unos días tuve la oportunidad de dialogar
con el Padre Ángel (fundador de Mensajeros por la Paz y hombre generoso y dado
a los demás como hay muy pocos) y me contó la anécdota de que alguien le
calificó de Payaso. “Sí, tiene usted razón,
contestó- . Me gusta el calificativo y estoy en condiciones de decir que quiero ser el Payaso
de Dios”. Independientemente de las creencias de cada uno, un clown suele ser
un personaje muy sensible, de los que sufren ante las desgracias ajenas y que
tratan de poner remedio con sus mejores armas: las de la sonrisa y la bondad.
Así que habrá que seguir las huellas imborrables de gentes llanas y buenas como Charlie Rivel, Hermanos
Cape, Marcelino el jaqués, Hermanos Tonetti, Arturo Castilla, Gaby, Fofó,
Miliki… Sí, sí, decidme payaso y me
haréis muy feliz. Empezaré por ti Pepitín, y te entrego estas narizotas coloradas;
para Pedro, una bata blanca hasta los pies, un gorro blanco, unas gafas
gigantes por las que asomarán unas cejas a lo Groucho Marx; para mi medio
limón, unos pantalones ajustados con los colores de las camisetas del Racing de
Santander; para mí, también narizotas, gafas descomunales y bigotón postizo. Convocaremos
manifestaciones en todo el orbe, en las que el lema unitario será: “Payasos del
mundo, unidos, jamás seremos vencidos!”-
¿Cómo están ustedes???? Había una vez un
circo de verdad que provocaba dulces sueños y alegraba el corazón….
MANUEL ESPAÑOL
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El mundo se pone turbio, pero siempre hemos estado así. Ya no nos acordamos de la
ResponderEliminarGuerra del Golfo, a pesar de los misiles y las noches en vela.
Y nada como la risa para vivir mejor ....
Besos a Jimena.
Miles de gracias. Besos para....
ResponderEliminarJimena dice que tambien te besa.
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