Don Camilo y el firmante durante la entrevista de 1981. Ha llovido bastante desde entonces
Han pasado bastantes años, demasiado deprisa para mi, cuando el entonces director la LA GACETA DEL NORTE, de Bilbao, me llamó a capítulo a su despacho: “Dentro de una hora y media tienes una cita muy importante en el Hotel Ercilla, Tu invitado de hoy se llama Camilo José Cela –me quedé pálido y contento a la vez-. Sé que le vas a sacar mucho partido. Vete rápido con el cámara a ver si sois capaces de hacerle una entrevista con esa elegancia que tu conoces y al mismo tiempo provocas las sonrisas de los lectores. Por supuesto, sí a las palabras pero no a las palabrotas… Bueno, si son suavecitas… Pero no te pases, que sé muy bien como eres y creo conocerte debidamente. Además, estás invitado a una cena en la que te han asignado un puesto a la izquierda suya”.. .“
Por aquellos tiempos ya había abandonado esa timidez que de vez en cuando me atenazaba, llegando a ponerme como un tomate colorado, aunque igualmente es verdad que servidor de ustedes y de Cristo bendito (¡que Dios me perdone!) tenía a la vez un carácter muy risueño. Y este capullito maño que soy yo, fue trasplantado desde Zaragoza hasta un Bilbao que me acogió con una nobleza entrañable durante siete años, en los que hice como que trabajaba empleando armas como la ironía, la sonrisa y a veces hasta la carcajada. Sabía de su afición por el buen vermut y del humor siempre inteligente que empleaba para hacer que la vida fuese alegre para los demás. De camino hacia el hotel de la cita pensaba repetidamente sobre qué le podía peguntar Mi intención de búsqueda acelerada en esos momentos era la de provocar a tan ilustre escritor próximo a recibir el Premio Nobel de Literatura, era el empleo de una guasa en aumento constante de una guasa que no siempre me salía correctamente por más que lo intentase. En esta ocasión tenía la corazonada de que le iba a caer bien a don Camilo desde el principio, dado que mi intención era provocarle con una ironía propia que sigue en aumento en mi forma de ser y que no pienso abandonar. Se lo comentaba así a Cristóbal mi compañero de aventuras, que siempre captaba las instantáneas más sorprendentes y divertidas. ¿A cosas así le llamábamos trabajar? En ese plan éramos voluntarios para todo. Algún día narraré las constantes y hasta locas aventuras de Cristóbal y yo.
Así que riéndonos de nosotros mismos ya estábamos en el acceso del hotel, donde se había agolpado una cantidad muy estimable de público que aplaudía sin cesar, pero con el pensamiento puesto en Ava Gardner, ya que habían anunciado de su inminente presencia. “¡Mentira! Que no, que no te confundas, que el animal más bello del mundo no está aquí, que no ha llegado todavía y no se sabe cuando lo hará”, le dije a mi “colegui”, a quien le manifesté que todo eso no era mas que un bulo. De repente, mi amigo y compañero desaparece de mi lado como si se lo hubiera tragado el viento, y comencé a gritarle: “Capullo, que lo nuestro es Camilo José Cela”; se volvieron muchos curiosos; total para verme a mi solo y a nadie mas, con cara de lelo. En esas, que noto cómo una especie zarpazo del director deeste elegante hotel, que me agarra de la camisa por el hombro y me dice que “Cristóbal está allá en la sala XYZ, sacándole fotos a Cela”. “Se me adelanta y no me dice nada; si será destalentado…” dije a punto de gritar. Afortunadamente no elevé demasiado el tono de voz, y allí que estaban fotógrafo y escritor, parece que riéndose de mi pasado el mosqueo inicial , y también preparado para sumarme a las risas. La primera pregunta fue para mi mismo: “¿Te das cuenta que estás ante el más grande de los escritores españoles de la actualidad. Esto lo guardaré para presumir ante los más pequeños de la familia cuando llegue a mayor. Seré un adulto presumido con muchas batallas por contar.”
Despierto de mi ensimismamiento y la voz de trueno de mi ya nuevo amigo, me suelta: “¿Pero es que usted no bebe nada?. Yo ya tengo la garganta seca y me gustaría tomar un Martini. Es que padezco una grave dolencia de insuficiencia alcohólica ¿sabe buen caballero?”. Comenzamos a sintonizar muy prontamente con este académico , profesor universitario y hombre sensible con un agudo sentido del humor.
Seguro que muchos lectores habrán leído su “Diccionario Secreto”, que ya ha entrado a formar pate de la historia de nuestra literatura. Su respuesta era clara: “Se trata de un tema que ha hecho estremecerse mucho a los “meapilas”. En España son mucho más molestos los escandalizables que los escandalosos”. Tenía una sonrisa cautivadora y una risa que contagiaba. Con esa gracia que le caracterizaba no tuvo el menor reparo en manifestar que “el sentido del humor es uno de los antídotos que hay contra la mala leche. Pienso que es una mínima muestra de inteligencia, por lo que le agradezco que piense que tengo humor”.
¡Ay don Camilo, don Camilo, gracias por su aportación cultural al formar parte de los grupos políticos más cultos de este país y hasta llegó a ser senador por designación real. “Fue muy el Rey don Juan Carlos me llamó por teléfono y al final de la conversación me peguntó como me sentía. Muy jodido, majestad” (fue su respuesta), siendo así como le contesté ante tan alto honor”. Con el tiempo sacó elementos de juicio para hablar conmigo del bajo sentido del humor de los políticos “salvo excepciones”. Se refería a Alfonso Guerra, Pío Cabanillas, Manuel Fraga y Santiago Carrillo, entre otros..
Y a pesar de la imaginación demostrada a través de sus selectas obras, aseguraba que no es un hombre soñador, “ pues no aspiro a ser reina de Holanda. Soy un hombre normal, sensato, con los pies en la tierra” . En uno de los momentos de nuestra conversación miré con cierta sonrisa de mi parte a Charo, su primera esposa quien me dio paso para preguntarle si su marido era un romántico, y ella asintió con un movimiento afirmativo de cabeza, aunque no sé si muy convencida; él todo lo contrario, pero con mucha guasa: “El romanticismo me perece una ordinariez. No es mas que una falta de higiene mental. ¿Qué piensa de un poeta que está haciendo versos a una vecina, en vez de darle pellizcos en el solomillo? Qué desconsideración! ¿Cómo se atreve usted a preguntarme esto?”.
Le pregunto al oído a don Camilo sobre el malestar creado en torno a su persona cuando se dio el caso de la publicación de “La gloriosa hazaña del Cipote de Archidona”. Él no me contestó precisamente al oído sino con su máxima potencia de voz ante las carcajadas de muchos comensales: “No entiendo nada de ese enfado, que más bien es un elogio. No lo dude usted” .Y sin complejo alguno se refirió al protagonista provocador real del Cipote con un ”se la cambio; sí señor, se la cambio”. ………
¡Ay qué picarón era usted, don Camilo!
NOTA: Este reportaje-entrevista lo he sacado de una entrevista que le hice el 2 de abril de 1981 y fue publicada en LA GACETA DEL NORTE, el día 3 de dicho año.
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