Soledad
es un nombre hermoso, pletórico de luz, y la soledad a
veces también esta llena de un significado
profundo, variado y hasta poético. Si uno tiene imaginación nunca se sentirá solo, se vera acompañado de uno mismo y de todo aquello que su mente abarque.
Acabo de releer la Odisea de Homero,
moviéndome a lo largo y ancho de un
mundo mitológico, fantasioso, pasional e
imaginativo. He buceado por las aguas de Neptuno, me he enfrentado a los
fuertes vientos de Eolo, a las maldiciones de los dioses enfrentados entre si y
a su vez manipuladores de las mentes de
las sirenas provocadoras con unos cantos sobrecogedores cargados de un enorme
poder de seducción. Y el hechizo me conduce
hacia un mundo plagado de barreras tendenciosas, y a veces con sentimientos que
parecen reales. He sido testigo igualmente y por lo tanto he vivido en primera
persona las desventuras del largo regreso de Ulises hacia su reino de Ítaca. Si, me he sentido como una especie de protagonista de
un libro para soñar y hacer vibrar el corazón. Así que me encuentro con unos
deseos pasionalmente fuertes, que me lanzan por esos espacios del mundo
conocido y desconocido, y siempre rodeados de misterio.
Hace unos
años mi espíritu insensatamente juvenil,
pero a la vez muy ingenuo, me encauzó hacia un lugar extremadamente
bello como es la isla de Ibiza, donde conocí a Soledad, una andaluza con
aires gitanos, rubia muy espectacular
que con un cigarrillo (¿o era porro?) en la boca, en
un principio querían hacerme tragar que era
danesa. Luego aclaró que danesa era su madre, y su
padre todo un trianero de Sevilla, que estaba allí de paso porque su destino
estaba en Copenhague, donde le tomaría el relevo a la famosa
sirenita, que ya llevaba en las orillas del mar mas de cien años convertida aparentemente en estatua de bronce. La niña era una monada, me pasó el pitillo para que
compartiese con ella una calada, y a través de sus efectos, resulta que
me había creído todo lo que dijo. La vista se me nubló a continuación, y lo único que entendí después es que tenia que dejarme, pero que no me olvidase de
ella, que dentro de unos años viajase a verla en la
capital hermosa, que me haría participe de un mundo mágico. No sé cuantas horas después, lo cierto es que desperté en la playa y si, allí estaba en soledad, pero Soledad se habla convertido en
humo.
Ha pasado
un tiempo de aquello en el que me he convertido en veterano con alma de niño y siempre abierto a las ilusiones. Todo esto me lleva a
pensar en que ha llegado el momento de viajar a Copenhague en busca de la sirena Soledad. Es la hora de
escuchar de nuevo su canto. ¿Será verdad? Mañana tomo el vuelo directo a
primera hora desde Barcelona.
Ya estoy
en el aeropuerto del Prat, y me encuentro con una huelga de controladores aéreos, lo que produce unos retrasos monumentales. Protesto,
me envían a un hotel próximo de donde me hallo y a las 7 de la mañana del día siguiente me conducirán de nuevo a las instalaciones aéreas. Con cierta dosis de intranquilidad llega la noche, y
sueño con Soledad y pienso para
mis adentros que si de cintura hacia abajo se ha convertido en pez y toda ella
es de bronce, la tontería en la que estoy metido
resulta enorme. ¿Puede haber alguien mas loco
que yo?, me digo a mi mismo cuando suena el despertador para reanudar el viaje.
Otra vez a esperar y a reír mis propias locuras
surrealistas, que con sirena o no, mis aires infantiles continuarán para llevarme hacia el Parque Tívoli con sus norias, caballitos y montañas rusas…
Aterrizo
en mi destino e inmediatamente pienso de nuevo en Soledad. Tras dejar mi maleta
en el hotel, tomo un taxi. Le pregunto al conductor si queda lejos la estatua
de Soledad. No me entiende en ese ingles macarrónico mío, pero yo sí que entiendo su macarrónico español. Me doy cuenta de la tontería que acabo de preguntarle, ¿Que va a saber él de una medio gitana y medio danesa? Por eso le digo eso
de "perdón, he querido decir que si me puede llevar hasta donde se
halla la sirena. Es que me esta esperando, ¿Sabe?". "Ja ja ja ja
ja" me contesta el taxista. "Ahora mismo le llevo. Los españoles son ustedes unos bromistas. ¿Así que le espera la
sirena?", me contesta con mucho recochineo. "Si, y no se demore, que
no quiero hacerle esperar a la pobreta, que lleva años esperándome". Me deja en el
lugar deseado pero no acepta que le pague la carrera al explicarme que "yo
he pasado varias temporadas en Ibiza, me trataron muy bien los españoles, y como usted me cae muy simpático me parecería fatal cobrarle. Ah, míster Gabino, que en España también hay unas sirenas formidables, y además no son de bronce. Bienvenido a Dinamarca". Muy cortés y gracioso el taxista, le agradezco sus detalles y
recomendaciones, que hasta se ha ofrecido a llevarme por la capital y fuera de
tarifa, y además a invitarme a ese Tívoli que tanto le gusta a él igualmente. "Será una noche muy divertida", termina diciéndome.
Ha
llegado el momento de la verdad y me doy cuenta que no estoy lo suficientemente
ágil para llegar a Serena. Finalmente me decido atravesar
unas piedras, y como soy muy proclive y dado a meter la pata, resbalo y caigo
al mar. Menos mal que es verano y me lo tomo como un accidente leve. Por fin
llego a ella: pues si, es de bronce, esta desnuda y la cola es de pescado, por
lo que no tiene piernas. Además no se parece en nada a
Soledad. "¡Ay sirenita, tanto tiempo
esperando el momento, y es que no te mueves! Eres una ladrona que me ha robado
el corazón". En ese instante ella
me extiende sus manos con semblante asustadizo en un principio, me abraza y su
tacto es auténticamente acariciador. Estoy
en el cielo. Ella me toma en sus brazos y me lanza hacia las aguas marinas.
Mientras, me dice que si le doy un beso volverá a tener forma humana y
que será inmortal y siempre joven, asegura
que me llevará a vivir nuestro amor en un
mundo mágico en el fondo del mar, en
el que estaremos rodeados de seres de cuentos dulces y sin maldad. Empiezo a
pensar que si, que de verdad, que esta chica es una sirena de verdad, eso si,
que esta mas loca que yo.
El caso
es que hemos llegado a su mundo fantástico lleno de luz. Le pregunto que si estaremos de esta manera por
los tiempos de los tiempos. Ella me dice que si, y me enseña nuestros aposentos propios de las mil y una noches. Es
cuando me acuerdo del viaje de Ulises a Ítaca, donde le espera Penélope y cuando este se ve engañado por el canto de las
sirenas que le retienen continuamente prometiéndole placeres inmensos, me
pongo a llorar pensando en mi Jimena del alma, que no sabe ni tejer ni
destejer, en que no se que hará la pobre sin mi si me quedo aquí por toda la eternidad, que yo a quien quiero de verdad es
a ella. "¡Jimena, Jimenita, Jimenaza, te
quieroooooooooo!
De
repente me siento abrazado por Jimena: "Gabino, mi amor, ¿Que te ocurre? Que sí, que yo también te quiero mucho. Pero anda, vuélvete a dormir, que son las tres de la mañana y tu primo Marcelo ha venido del pueblo y está en la habitación de al lado, y ya sabes que
tiene algo de cotilla. ¿Has tenido alguna
pesadilla?". Le respondo: “lo que se dice pesadilla, pesadilla… no del todo”.
MANUEL ESPAÑOL
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