DEDICADO AL INSTITUTO QUEVEDO DEL HUMOR
Bueno,
hablaba de limpieza del lenguaje y resulta que estoy en los aseos del
Parlamento, como ustedes ya saben. A ver si un subalterno como yo aunque sea un
neófito en el cargo no va a poder
orinar en el mismo sitio que Sus Señorías. A ver...
A pesar
de mi cortisima experiencia en este puesto laboral, por delante de mi ya han
pasado los "barones y baronas" de todos los partidos; unos me saludan
con cortesía: "¿Que tal estas,
Gabino. Te trata bien la vida?". Mi respuesta es rápida: "Con personas como usted, me siento feliz".
"Pelota, que no eres mas que un pelota" me tengo que oír al oído a través del pesado de Pepito Grillo, que se me ha metido dentro
de las trompas de Eustaquio. Otros, cuando circulan por los pasillos que dan
paso al gran salón donde los de Tejero la
emprendieron a tiros el 23 F de 1981, preparan las lindezas que van a decir
ante el Pleno y ante las cámaras de televisión incrustadas en
todos los ángulos, prefieren pasar preferentemente por el baño: se miran al espejo igual que yo, sonríen de diferentes maneras, mueven las manos al estilo
napolitano, observan para ver si están solos y comienzan a
gesticular, mientras que un auxiliar de su grupo le avisa que la presidenta del
Congreso ya ha empezado a llamar la atención a su jefe de filas,
"que hoy tocan presupuestos, don Federico". "Mecachis la mar
salada -dice el diputado- y yo que me había preparado el discurso sobre
higiene y seguridad en el trabajo... ¿Y ahora que hago? Después de esta pifia seguro que me echan, aunque espero que me
agradezcan los servicios prestados, me indemnicen y hasta puede que me den algún puesto de asesor. Tengo un miedo atroz, que no me soporto". Pálido y sudoroso sale del baño a toda velocidad, y cuando
está a punto de acceder a la sala,
un joven le pone una zancadilla como mal menor, mientras dos compañeros míos de trabajo le levantan, y
al instante el joven, que es el asesor de prensa, le da unos cuantos folios y
le señala: "tome, don Fede, que
no se como ni por que me había entretenido preparando un
discurso de presupuestos diferente al que guarda usted en la cartera con los datos en los que llegamos a trabajar
la semana pasada. ¡Ah! perdone lo de la zancadilla, pero no sabia que hacer
para solucionar la papeleta sin que se notase nada". Y don Fede le estampa
al chico un beso de agradecimiento en la frente, emprendiendo a continuación una veloz y atlética carrera hacia el estrado,
mas compuesto y sonriente. Pronunciado el discurso, aplausos a rabiar de los
integrantes de su partido por su precisión en la elaboración de las cifras, y
pataleos y abucheos por parte de la oposición, que le pone a caldo.
Resumido en titular podría hacerse de esta manera:
"División de opiniones con escándalo en el Congreso".
¿Otro mas?
La
realidad es que acabo de volver al aseo de la Camara Baja para un lavatorio de
manos y antes de que vuelva a hacer monadas noto que se abre la puerta y entran
juntos dos personajes especiales: Mariano Rajoy y Pablo iglesias, que no hacen
otra cosas que partirse de risa a costa del pobre Federico. "Si es que en
el fondo en esta casa, Mariano, algo de comediantes ya tenemos".
"Cuanta razón tienes, Pablo. Ahora nos
toca a ti y a mi entrar en debate. ¿Hablamos de educación?" Tras estas ultimas palabras se produce un largo
intervalo de silencio, salgo de la cabina en la que me había escondido para observar, e Iglesias que es muy sagaz, me
grita: "en esta que te has pasado, Gabino, que mas que periodista lo que
eres es un intruso y delincuente. A Rajoy se le ponen los ojos como platos, se
prepara para llamar a la policía a gritos, pero optan por
hacerse los despistados y me echo a correr, tanto, que paso por delante de los
fieros leones sin que se den cuenta. Ya en la lejanía pero claramente, escucho eso de que "a estos
periodistas habría que cortarles la
lengua". "¿Solo?"
MANUEL
ESPAÑOL
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