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MI LOCURA HASTA EN LA SOPA


El día es gélido, las nubes casi han cubierto hasta el rostro de la verdad. ¿Qué duda cabe? Es invierno y mi realidad no sé exactamente donde se halla. Parece que salta de mata en mata, de pueblo en pueblo, da la impresión de que va de montaña en montaña y atraviesa sin freno el continente europeo. Ahora que me hallo en el Innsbruck tirolés, que enamora con sus cantos, con sus danzas alegres y que pone en marcha mi imaginación que espero no se vea afectada por las sensaciones térmicas ni por atmósfera alguna figurada o real, empañada. Desde aquí puedo partir con el pensamiento  hacia donde quiera. Pero aunque sea por un unas horas voy a intentar pisar sobre tierra firme, y quiero que sin paso incierto alguno. Espero que poco a poco el cielo se despeje, se abra generosamente a los rayos del sol y que nada ni nadie cierre el paso a las sonrisas, que se puedan ver sin vendaje alguno y que irradien ilusiones ¿Será posible? Quitemos del calendario las hojas de los días que nos depararon tristezas y amargura a lo largo de este año que ya termina. ¿Cuántas quedarán en pie?


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