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HORA BRUJA / DE PESADILLAS Y SUEÑOS FANTÁSTICOS



Un sudor frío surca mi rostro, el cuerpo tiembla, mis buenas sensaciones oníricas se han esfumado entre nubarrones negros. No sé que me ocurre, si es que entro o salgo del inframundo diabólico en el que las tinieblas acosan sin piedad y mi corazón se encuentra a punto de estallar. Unos ojos brillantes cargados de cínica sonrisa me miran  fijamente; son los un Donald Trump que acompañado de Vladimir Putin  se disputan un maletín nuclear, de esos que al que no dejan muerto lo mutan miserablemente. ¡La que se avecina! Seguro que el planeta llamado Tierra está a punto de desaparecer por culpa de estos insensatos... (perdonen, pero no me sale el calificativo correcto, porque soy una persona educada). Con una sensación de impotencia que se resiste a abandonarme, me pongo a gritar como un desesperado. Siento una especie de fatiga provocadora que me sitúa  a punto del estallido, y así hasta que un hilo de luz solar entra en mi habitación. Es hora de levantarse. Salto rápido de la cama, subo con fuerza la persiana, abro la ventana y escucho el trinar de los pájaros. De esta manera recupero el ritmo cardiaco y asoma la primera sonrisa del día, aunque no abierta, aun a pesar de que en el piso de al lado ha comenzado a sonar eso de "no me llames Dolores, llámame Lola...."
Pronto me doy cuenta de la triste realidad. Estoy solo en mi domicilio. ¿Solo? No. Jimena me ha abandonado unos días por motivos laborales, y como no tengo gatos ni perros que me ladren en este mi entorno urbanita, he decidido buscar la mejor compañía posible, y para ello cuento con las mejores, las más inigualables voces y orquestas sinfónicas de este perro mundo, con un Trump que muerde y un Putin que ladra. Vamos, ahora sí que es para soñar con todos los colores claros y oscuros.
 Parece que abandonados los negros nubarrones, decido salir de casa a un paso muy ligero por espacio de una hora, vamos, el tiempo suficiente como para desayunar en el bar de Marcial, de comprar la prensa, unos seis o siete periódicos de las distintas tendencias coloristas, que luego complementaré con las amplias posibilidades que ofrece internet a través de las lecturas comparadas; vamos, una misma noticia con diferentes versiones y sentimientos. El caso es que tras el susto de esta mañana, trato de pensar en positivo a pesar de mi soledad, en los días "sabáticos" que me aguardan, en las sonrisas  que deseo liberar. Cuando pienso en ello y estoy a punto de salir, suena el teléfono. No puede ser otra: "Mi medio limón, estoy en el AVE y ahora paso por Despeñaperros..." Pregunto: "¿No ira Donald Trump entre el pasaje?" "Parece que no, canalla mío. ¿Sabes que tienes mucha malicia? En que estarás pensando... Ay tontín, que te echo mucho en falta... Antes de que se corte la comunicación quiero recordarte que no te olvides ningún día de hacer la cama, de no dejar detalle alguno de limpieza, de mantener todo en orden, de.... Bueno, besitos, que esto parece se va a cortar. Gab......" Me da pena que se corte, que también le voy a echar mucho en falta, si bien trataré de encontrar el lado menos malo, que sin humor y sin soñar (las pesadillas desde luego que no entran en los sueños) no se puede vivir".
Entro primero en la cafetería y le pregunto a Marcial si puede ponerme un café con leche bien espumoso y cargado, tres porras sin colesterol, y un pincho de tortilla de patata con cebolla, y que de eso no le diga nada a Jimena. "Si, Podemos". Esa es la respuesta dicha con retintineo. Como ya estoy harto de gracias políticas, le miro de frente y muy serio le digo: "Anda, Marcialín, que eres un vacilón, ¿Que te debo?" Respuesta: "hoy invita la casa, gilipollin". Vuelvo a sonreírle y me voy al kiosco de Pascualón, que ya tiene preparados mis siete periódicos habituales en una bolsa de plástico. ¡El día que se me espera...!
Regreso a casa, dejo todo el aparato informativo encima de la mesa supletoria al lado del sofá, alzo los brazos en señal de "V" me tumbo, tomo el primer ejemplar y leo: "Corruptos del Zozobra acusan a corruptos del Arbozo", y tras pasar un par de hojas mas, lo deposito sin piedad en el suelo. Vamos, lo de todos los días.  Sigo con la portada del ZZZ, que pone: "El presidente de la Gran Banca del Oeste ingresa en prisión", y también al suelo; en "El Manzano" destacan la bomba madre, que la del padre se la dejan a otro colega, y de nuevo al suelo. Así que entre chorizos, corruptos y demás familia, que dejo el suelo de mi morada  hecho una perdición tras haber recortado las viñetas. ¡Que tristeza de vida esta!, que uno, y no quedamos muchos, es de esa generación de "Haz el amor y no la guerra".
Ligeramente harto y cabreado y un tanto adormecido, decido ponerme en pie, piso varias hojas de papel y pierdo el equilibrio; afortunadamente no ha sido nada. Me dirijo a la discoteca casera bien reforzada por un buen equipo de sonido, extraigo varios discos que dejo amontonados sin orden, y al contemplar semejante panorama me río nada mas pensar la cara que pondría Jimena de ver la situación en que he dejado la estancia. Ya la pondré  en orden antes de que ella vuelva, que como se dice en estos casos, un día es un día, o dos. Depende, que ya veremos.
Tras mucho  seleccionar y a fin de dar comienzo a mi viaje fantástico con aires musicales, fijo la atención en Héctor Villa-Lobos y Manuel de Falla. Preparados están también Mozart, Chopin, Beethoven, Tchaikovski, Shostakovich y... ¿Por que no ponemos a José Antonio  Labordeta? A ver  lo bueno o malo que nos depara el destino. Dejo la iluminación en penumbra, levanto ensimismado la batuta imaginaria, porque la autentica no la encuentro, me agito por dentro y me tumbo en el sofá con una sonrisa que se me antoja muy plácida. Ya estoy preparado. ¡Que suene la música! Los primeros sones de la marca Villa-Lobos (Cantinela de la Bachiana brasileira numero 5) comienzan a transportarme. Me dejo llevar por ese espíritu que me embarga y que me conducirá por un viaje cargado de magia y de sensibilidad. De repente noto que la ropa comienza a desprenderse de mi cuerpo, no siento presión alguna, que tan solo estoy cubierto desde el cuello hasta los tobillos por una especie de sábana de seda natural azul-celeste. Poco a poco me elevo y comienzo a flotar por los espacios con una sensación plena de ingravidez.
El desplazamiento hacia el Olimpo de las Bellas Artes y del Alma Humana, ha comenzado. El transporte es libre y sin barreras ni obstáculos. ¿Por donde voy? Lo único cierto es que me siento invadido por la felicidad. Atravieso estrellas, y la música va en todo momento conmigo como una fiel compañera que produce las sensaciones mas increíbles. Comienzo a dar vueltas y vueltas pausadamente rítmicas  a girar en círculos cerrados, es como si el ritmo del Vals numero 2 de Shostakovich me hubiese envuelto en un puro e indiscreto sentir placentero que me conduce hasta un lugar inmaterial de fantástico. Parece que he llegado al inicio de mi destino soñado y siento la necesidad de desatar mis  ímpetus cargados de entusiasmo descontrolado que a la vez me deja sobrecogido. El caso  es que los nervios de mi cerebro se cruzan entre sí constantemente haciendo crecer mi entusiasmo con el apoyo de  la fuerza y el sentir de un corazón acelerado, cuando se quedan en una situación de incredulidad  que ni yo mismo imagino. Repentinamente llega la sorpresa de las sorpresas cuando me quedo estático al sentirme acariciado  por una mano delicada. No me lo creo, imposible; pero el caso es que ante mi esta la mismísima María Callas. Nos tomamos ya con suavidad acariciadora  las dos manos, nos miramos a los ojos, y la gran diva, como no ha habido otra igual, canta para mi una de las arias  mas impresionantes que he escuchado en mi existencia: "Casta Diva", de la "Norma" de Bellini. Ella va a ser mi guía en este Olimpo de las Bellas Artes. Ella y yo solos ¿Pero acaso merezco tan inmenso premio? No hay testigos, o por lo menos eso es lo que creo. Lanzado por mi sentir alocadamente sincero, un genio travieso como es Wolfgang Amadeus Mozart  se interpone entre ella y yo tras haber iniciado un dueto nada académico por mi parte, aunque eso si, cargado de buena voluntad. Pero mi susto no dura ni tres segundos, los que emplea Mozart en llamar a Pavarotti para que acompañe a la diva en "La Flauta Mágica".  Y como al genio de Salzburgo no se le puede llevar la contraria dada la excelencia insuperable y perfección de su música, el y yo nos quedamos como testigos del mayor espectáculo operístico del que se puede disfrutar en las mas altas  dimensiones. ¿Donde estaban? No lo se, pero noto que detrás de nosotros se encuentran Beethoven, Brahms, Bach, Manuel de Falla y... José Antonio Labordeta.
Al final una luminosidad especial se estrecha y aparentemente nos quedamos Mozart, María Callas, Pavarotti y este terrícola aprendiz de ser humano. María me vuelve tomar de la mano para proseguir nuestro periplo por el Olimpo, y miren por donde,  por esas casualidades que solo se dan en lugares mágicos como el que nos encontramos, a los dos o tres pasos que damos por una especie de alfombra en forma de nubes caprichosas, vislumbramos juntos de nuevo a Falla y Labordeta, tarareando unos sones que me emocionan. Entonces mis ojos se ponen como platos.  "El Abuelo", cantautor, poeta, escritor, ex diputado, me reconoce, y nos abrazamos. Los dos llevamos dentro nuestros sentimientos parejos. Manuel de Falla sonríe y se acerca a un piano para hacer sonar con los efectos mas ensoñadores, la "Suite ibérica". Cuando llega el momento de la Jota Aragonesa, el vozarrón del aragonés se pone en acción y alcanza las mas bellas dimensiones y la fuerza más extraordinaria con ese "Dicen que no nos queremos..." Ello me produce la mas profunda de las emociones.  Hasta a la Callas se le nota una sonrisa muy especial cargada de una dulzura transmisora cuando canta la voz amante de su tierra.
Seguimos de la mano y ella como una conductora que acaricia con sus expresiones. Me tararea al oído unas de esa aria de "Madame Butterfly" que tanto me llega. Por otro lado y sorpresivamente, no me extraña que una pareja tan extraordinaria del mundo de la pintura salga en ese momento del escondite y descubran sus amores abandonando su intimidad. Mi compañera se ríe, les dice que se acerquen y me los presenta. Son Rafael y La Fornarina, la pareja mas famosa de la historia del Trastévere de Roma. "En su época eran muy famosos sus amores y ahora en el Olimpo de las Bellas Artes siguen paseando su eterna pasión; incluso a veces ni se esconden". Y no solo no se esconden en esta ocasión,  sino que estos jóvenes con aire alegre por los que no pasan los años, me dicen que vaya con ellos, que me acompañaran ante los mayores genios de la pintura.
 Comienza a sonar el Vals de las Flores, de Tchaikovski  y parece que ha llegado el momento de la transición de vuelta. Con un par de besos a la Fornarina, un abrazo a Rafael y un besazo  a María, les digo que "este viaje ha sido el mas fantástico y hermoso que podía imaginar. Tengo que irme de nuevo al planeta Tierra, pero desde luego que quiero estar muy pronto de nuevo aquí. ¿Volveréis a acompañarme? Os quiero, amigos. Y a ti María, espero que esto sea el comienzo de una historia sin fin".
De España vengo y a España voy. Hasta la vuelta. Así que me adentro de nuevo por los estaciones y entre las estrellas, ingrávidamente feliz y cargado de magia, hasta que llego de nuevo a mi casa. No se si lo mío ha sido un sueño bien dormido o una realidad imaginada. Lo cierto es que los he vivido con pasión y eso es lo auténtico.

MANUEL ESPAÑOL


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