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HORA BRUJA / EL CASO DE LA MUSA SIN ROPA SOBRE UN CABALLO ALADO



Es de noche, el cielo está limpio y estrellado. Ni una sola nube enturbia la atmósfera. La observación del cosmos parece que es nítida. Hoy no está conmigo Jimena, aunque me ha dicho que llegaría pronto a casa. Abro la ventana de mi habitación y me dejo iluminar por la luz selenita. Apago la lámpara de mi mesilla y proyecto hacia fuera la mejor de mis sonrisas. Al fondo, a lo lejos, a una distancia que no sé calcular pero que me parece inacabable, no se ven mas que astros que ponen en marcha ese motor extraño llamado imaginación y que tanto activa la mente que ha de conducirnos hacia un mundo extraño. ¿Qué puede haber más allá? Quiero saber y pienso en la existencia de seres que aparentan ser humanos, o animales, e incluso medio animales, que parecen salidos de una odisea multicolor con predominio azul y aparentemente caótica, pero que aviva las dimensiones más extrañas.
No sé donde va a dirigirme la mente,  acompañada, eso sí,  de toda una  vista cargada de surrealismo. El caso es que repentinamente creo apreciar fuegos artificiales sin sonido alguno, que iluminan el cielo con unas formas muy revueltas cargadas de cañonazos de luz que poco a poco se van diluyendo. Estoy que me pongo a temblar. ¿Pero esto es un fenómeno físico normal? Mi testa ha comenzado a dar vueltas y me siento incrédulo con respecto a los cinco sentidos que se refieren a nosotros, los que nos creemos humanos. La cabeza está que arde, especialmente cuando me parece contemplar una explosión estelar que le da una luz blanca muy brillante a un entorno que no sé donde acaba. A continuación desaparece la gran fogata en toda su intensidad, y se ponen a mi alcance  las estelas  de una bola inmensa de fuego, que poco a poco se acerca más a mi. De repente creo haber dado con el inicio de la solución al enigma que parece no tener fin. ¿Será el carro de fuego del profeta Elías cuando es trasladado al Cielo? Vamos, que sea lo que sea, no hay ser con apariencia humana  que se lo crea. Pero el caso es que sigo cada vez más inquieto, como si de un ignorante vagabundo que explora artesanalmente el espacio se tratase. Me pregunto qué es lo que puede llegar ahora para ver si es que entiendo mejor esta odisea espacial, en la que tan genialmente lo estoy pasando.
¿Cómo serán las mujeres selenitas, su es que las hay?, ¿y las marcianas? Me acuerdo de cuando Billy Caffaro cantaba aquello de “Marcianita, blanca o negra; en el año tres mil felices seremos los dos… Yo quiero una chica marciana que sea sincera, no fume ni beba ni sepa siquiera lo que es rock and roll” Y claro, que estoy que me parto de risa. Si seré capullo con estas elucubraciones tan poco serias. El caso es que por el momento se acaba la risa vuelvo a las andadas y a pensar todo  lo serio que soy capaz, que no es mucho.
El caso es que mi asombro vuelve a crecer, cuando presencio que hacia mi se desplaza un caballo alado, o yegua, que a esa distancia no puedo detallar. Así que sigo mirando con atención, y al momento me doy cuenta que sobre el cuadrúpedo alado es montado por una musa fantástica, cubierta tan solo por una gasa transparente. Entre lo que veo y lo que imagino mi surrealismo alcanza grados superlativos.
De repente se oye que la cerradura de la puerta de mi casa se mueve, y que al momento suenan unas inoportunas palmas. “Hola, amooooor mío, ¿qué haces con esa cara de gili desorbitado”. Es mi dulce Jimena del alma, que está en vías de amargar mi dulce experiencia interplanetaria. “¡¡¡Ay Jimenita de mi vida, de mi cielo, tráeme rápido el telescopio que guardo en el armario de mis trastos viejos!!! Y ella me dice que sí, que con la máxima rapidez. “¿Para qué lo quieres con esas prisas cuando estás medio desnudo y con la ventana abierta?” Es cuando le respondo que “para apreciar mejor la aparición mágica de esa musa de fuego”. Ya más despierto noto que me dice eso de “¿qué musa me hablas? Yo no veo ninguna. Más despierto, la miro y le digo que detrás de ella viene un centauro. Me asegura ella que “parece que  has vuelto a tener uno de esos sueños oníricos tan habituales en ti o estás muy loco. Pues que sepas de una vez que personalmente  me gustan más los centauros bien musculados. Anda, Gabinín mío, cierra la ventana y vámonos a la cama”. Y como no sé decir que nó…

MANUEL ESPAÑOL

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