Una cálida imagen de puesta de sol en el entorno del madrileño Templo de Debod (Foto: M.E.).
Me
llamo David Siracusa. El viento sopla suave y
eleva las hoja desprendidas del árbol que entran en mi casa, como un sueño
acariciador. Dibujos que se grababan en mi mente, y hasta en mis ojos que
parecen apagados, pero que siempre están
imaginativos. Se humedecen como gotas de
lluvia que suben y bajan en espiral
mientras suena una música que transmite soplos gozosos que parten de mi
corazón. Mientras, en el piano de mi vecina Coral, suenan los “Nocturnos” de
Chopin, que siempre atrapan cargados de delicadeza. Si recordar es vivir, ha
llegado el momento de volver a mi más
tierna juventud dependiente. a Blanca, aquella profesora de música con cuya
hija recibía unas clases que nunca olvidaré. Coral lo sabe, y solo con mirarme
a los ojos es también sabedora de mis debilidades. No, entre ella y yo hay una
amistad muy sincera y hasta confidencial. Conocemos mutuamente nuestros
secretos y siempre, cuando nos sentimos cerca tenemos asomadas a través de
nuestras expresiones bien visibles, unas sonrisas permanentes y sin final.
¿Estoy enamorado de Coral? No lo sé con certeza, creo que no, si bien algunas
veces sueño con ella y con sus abrazos cautivadores. Ella está enamorada de
otro y yo parece que pierdo los sentidos
por ella. Por el momento no sé si deshojar la margarita.
Es de noche y sigo con los
“Nocturnos”. Pero al momento cesa el
sonido mágico del piano. Vuelvo a pensar en Coral si bien el ensimismamiento
que me ataca se corta. ¿Qué me ocurre?.
El tiempo es hermosamente otoñal y a la
vez algo cálido. ¿Puedo soñar y sentir
un ataque de Cupido? Me miro en el espejo más próximo, y hacia mis adentros
pienso que estoy loco, aunque mejor dicho diría que locuelo, como mi casi
hermano y a la vez gran amigo Gabino. Así que vuelvo abrir la ventana, y aunque
la vida me parece maravillosa, me da por recordar con emoción el Vals de
Shostakovich, mientras doy unos pasos de baile . “Que entre el mensaje de las
flores. La noche es hermosa. Que no
decaiga la fiesta. Bailemos un vals”. ¿Pero solo?.
En esas estamos cuando suena el timbre de
mi domicilio. Echo una ojeada a través de la mirilla, y mi sorpresa es de
susto. “¿Me puedes abrir, David?”
Inequívoca, es la voz de Coral. “¿Me invitas a cenar?”. Y sin salir de mi
asombro abro y cierro rápidamente. Un fuerte abrazo sella nuestra alegría.
Ella parece que sufre un hermoso ataque
de felicidad. No, no soy yo el motivo. Me dice que soy su mejor amigo y que
desea comunicarme “una buena noticia cargada de amor”: “Se llama Gerardo”. “Hasta
el momento creía que era uno de mis mejores amigos, y el muy traidor parece que
se me ha adelantado. ¡Vaya capullo!”
Ella suelta la carcajada más natural y
ruidosa de su vida, mientras me vuelve a amarrar con firmeza. ¡Qué beso y qué
abrazos discurren entre nuestros labios! Pero… ¿no me has dicho que Gerardo y
tu…?, le digo con apariencia incrédula, mientras ella me contesta que “ya has
tardado casi años hasta que te has decidido. Por supuesto que ahora, de mi no
te escapas. Ven otra vez a mi y cómeme”, que tu amigo va a venir dentro de un
momento acompañado de Amelie, su novia francesa que te la quiere presentar.
Pero cuidado en coquetear con ella, que con tu cara de bueno eres de temer. Así
que los futuros señores de Siracusa vamos a preparar un menú delicado, sabroso
e inteligente, que ha sido elaborado en mi casa”.
¡Ay Dios mío, en qué lío me he metido!,
digo para mis adentros, sin disimular en demasía el tono de voz, que por eso no
deja de escucharse.
Nuevas risas, mientas vuelve a sonar el
timbre. Aparece Gerardo con Amelie, una chica explosiva que me deja turulato.
“Tu David, a calentar la cena, mientras pongo la mesa con sus velitas, platos
de lujo que no tienes pero que te los he procurado yo”. Muy contento me pongo y
ha llegado el momento de poner música para bailar. “¿Qué vas a poner, mi vida?”
La respuesta es muy clara: “el vals de Amelie”.
Pues que suene la música y bailemos bien
pegaditos. ¿Vienes, cielo mío?. ” Las dos responden al unísono; “SI”. Bailemos pues un vals a cuatro.
Pero como la francesa es una excelente soprano, al momento nos pone en canción
con el “Brindis de la Traviata”.
MANUEL ESPAÑOL
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