Rodeado
de montañas
capaces de irradiar luz en la penumbra y
muy próximo a cuestas y senderos no
exentos de ciertos aires salvajes, se
conforma un gran espectáculo natural. Me refiero a los
alrededores de este Biescas que amo profundamente, que me tienen absorbidos los
cinco sentidos, y puede que hasta alguno mas. Hoy ardía en deseos de disfrute de una fiesta excursionista, de un
baño de emociones, si, de esos
que ensanchan los pulmones y los corazones laten cargados de vida y hasta de
desenfreno, con ganas de chillar y de cantar alegres marchas montañeras. De esta manera, como estoy solo en casa de la tía Cuqui, he comenzado tomando un aperitivo cantarín a modo de ensayo, a fin de calentar la garganta y
comenzar a enardecer los ánimos. ¡La que me espera!
"Se
van los montañeros", "¡Oh Biescas dulce y salvaje!", "Que lindo es
Candanchú con nieve", "Adiós Canfranc", o "el Canto a una niña", si bien llegado a ese punto y cuando he estado a
punto de lanzar otra de mis picaras sonrisas, suena el móvil de Jimena, que se ha quedado en Zaragoza. No me he
reprimido y en vez de susurrarle el consabido "hola cariño, cuanta alegría escucharte”, le he soltado de sopetón:
"A cantar a una niña / yo le enseñaba, / y a cada nota
un beso / ella me daba. / Y aprendió tanto / y aprendió
tanto... /que aprendió muchas cosas / menos el
canto, menos el canto". A la otra le ha dado por soltar una sonora
carcajada, para terminar diciendo que estoy ligeramente majareta. Mientras, cuando
termino mi estrofa, desde un balcón veo pasar por la puerta de casa de la tita
todo un rebaño de cabras locas que dejan
un copioso rastro de desechos orgánicos. "Ya veo que estas
bien, Gabinito de mi alma, y me alegro,
pero me da mucha pena dejarte solo. Cuéntame alguna de las novedades
del pueblo". Le digo a Jimena que la Menchu está a punto de parir, que Cris se ha puesto un vestido de esos de llamar la atención, que Lucrecia, la vecina de la terraza de al lado, ha
llegado sola... " . Sin darme
tiempo de hacer una mínima pausa en mis
explicaciones y de una forma inmediata,
al otro lado del teléfono escucho la voz de mi
chica en un tono un poco más alto de lo habitual y con
cierta dosis de ironía: "Pues lo que debes
hacer, mi amor, es recoger lo esencial de nuestra casa, te lo llevas al caserón de la TIA Cuqui, y así
no estarás solo; que ella se alegrará de tu compañía. Y como cocina de una forma
tan exquisita, verás lo bien cuidado que vas a
estar. Por supuesto no debes preocuparte, mi niño,
que dentro de una semana estaré contigo e invitaremos a
Lucrecia a cenar, pobrecita, ella tan sola, que necesitará a alguien que la quiera. Sabes mi bien que para eso ya
estamos nosotros. Después, cuando esté todo normalizado, iniciaremos
una de esas lunas de miel que dices tanto te hacen soñar y que a mi tanto me gustan. Me alegraré también que no le dejes a la tía ni un solo instante, que es muy sufrida y no será capaz de decirte que tiene una lumbalgia que le hace ver
las estrellas y le impide moverse. Sé que lo harás. Eres tan buenazo... Besitos y...
hasta mañana, que volveré a llamarte para ver cómo has pasado el día. Muash".
Tras la
conversación no puedo parar de reír, pues la tita se ha ido de excursión con su "Cancionero", un caballo aun percheron,
es veloz y resistente. Si, como para estar aquejada del lumbago. Jimena,
Jimena, que te veo venir...
Así pues, ahora me corresponde dar alguna vuelta por la
cuadra, porque hoy es día de fiesta para el
encargado y me corresponde igualmente
cuidar de su mastín del Pirineo, que es un animal dócil, juguetón, muy andarín y un compañero fiel y divertido.
"Nada, 'Sultán', que tu y yo juntos nos
vamos ahora y lo pasaremos en grande". El animal mueve el rabo, se pone a
saltar alegremente, tomo mi mochila, y a cantar por la calle "Se van los
montañeros, se van se van". No
he caminado ni 500 metros, cuando me para Paco: "Donde vas destalentado. ¿Es que no te has dado cuenta de esos nubarrones tan negros
que van a descargar desde ya, igual que en los días
del diluvio universal?" Repentinamente descarga un rayo, otro y otro, y
suenan seguidos varios truenos que retumban en el valle y que ponen a mi 'Sultán' al borde del abismo emocional. El perro que empieza a
temblar y que llora desconsoladamente, mientras comienzan a caer las primeras
gotas. "Está muy claro, Paquito, que si
quieres vienes conmigo a casa de tía tendrás un buen refugio, pero el perro y yo no aguantamos más". Total que tras un rápido
sprint entramos en nuestra guarida, y aunque hace calor porque estamos en
verano, enciendo la chimenea porque el ambiente se respira destemplado,
mientras 'Sultán' sigue en plena tiritera. Me
cambio de ropa, subimos al piso de arriba y desde el balcón me doy cuenta que el aguacero cae con una fuerza
progresiva e imparable. Tomo un libro en
la estancia, sin fijarme en el titulo, abro las primeras páginas y resulta que se trata del "Lisístrata" de Aristófanes, escrito bastante antes
de nacer Cristo, que hace referencia a toda una revolución en torno al mundo de los derechos de la mujer. El
animalito que me acompaña comienza a darme muestras de
cariño y no me deja leer, por lo
que decido subir al desván para descubrir algunas
curiosidades de Cuqui, que se ha dejado la puerta abierta tras haber levantado
la veda del secretismo. Una delicia de acumulaciones para los que somos
curiosos. Baúles, armarios, camastros, auténticos
cacharros que es dificil saber para que sirven, una mesa de camilla, una vieja
y comoda mecedora, un teatro de juguete, una foto grande de Lenin, otra foto de
igual tamaño
de Franco, y para dar un pequeño salto en el tiempo, otra de
Paul Newman a los 20 años. ¡Huyuyuy las cosas de mi tita...!
Y poco a
poco empiezo reírme solo al pensar en esta
persona tan genial a la que tanto quiero. La calidez que me inspiran las mesas
de camilla en sus distintas épocas, me conducen a una de
madera carente de barniz, con unos bolígrafos por encima y un libro
bien cuidado pero antiquísimo. Lo desempolvo
ligeramente y los ojos se me ponen como platos al darme cuenta que se trata del
"Kamasutra" en edición apergaminada e íntegra. Sultán, que se barrunta algo, se
pone a mi lado y comienza a ladrar en un tono que me parece extraño en él.
Repentinamente,
escucho un potente relincho de caballo que procede de la calle, y una voz muy
potente de la tía que me llama con desesperación: "Gabino, baja rápido
y abre, que me calo. Después metes a 'Cancionero' en la
cuadra y le echas hierba de la buena para comer, al muy pobrete. Y dale también un par de terrones
de azúcar, que te los agradecerá". No pierdo el tiempo en dar cumplida cuenta de sus
recomendaciones y al llegar a casa encuentro a Cuqui saliendo del cuarto de baño ya seca, bien arreglada y sonriente. Me cuenta que ha
acortado la excursión, que los caminos estaban tan
mal que
había decidido volver mucho antes
de lo previsto, que el cielo además estaba negro y amenazaba con mucha agua. "Y sabiendo
que estabas aquí, no me faltaban las muchas
ganas que tengo de enseñarte los secretos de mi desván, si bien me da la impresión
de que algunos ya los conoces, so picarón". Mientras subimos por
las escaleras me pregunta por el perro y le digo que nos espera arriba. Ahí lo encontramos sin hacernos caso, con el
"Kamasutra" delante pero
fijando la atención en los retratos de Franco y de Lenin, ante los que ladra como
un desesperado con cara de muy mal genio. Ella trata de hacer que desaparezca
el libro hindú del amor, pero le descubro la
maniobra y no le queda mayor remedio que rendirse ante la evidencia. ¡Sorpresa explicativa! "Me lo regaló por su valor histórico y artístico un misionero
de la India que se arrepintió de haberlo aceptado de un
viejo mago que lo mantenía por tratarse de un tratado
muy didáctico en la cultura de su
pais". Risas por albas partes y donativo que me traspasa y no rechazo, por
ser todo un manual de ejercicios para auténticos maestros.
“¿Y estos pololos que he sacado
del armario los usaste muchas veces?” Respuesta con un ligero tomo
de mosqueo: "Idiota, eran de mi abuela Simona y tienen su historia coqueta
que prefiero callar. Que sepas los voy a regalar a un museo rural para que lo
exhiban con una grabación... Que no me acuerdo bien de
la cancioncita de marras y prefiero
cantar: "Ay que ver, ay que ver ,las cosas que en los años veinte llevaba la mujer/ ay que ver mi abuelita la pobre...!" Es el momento
en que me da por reír con el apoyo rítmico de los ladridos del perro a modo de ovación cargada de guasa. "¿Tan
mal lo hago?", dice ella con un acento pletórico
de picardía. "Andad, andad, pareja
de destarifados, que vaya juerguecita lleváis a mi costa.".
Fijo mi
atención en el retrato de Lenin y como quien no quiere la
cosa y con un poco de mala baba le pregunto que quien es ese tio tan feo. Tita
me fulmina con los ojos. "Pareces
bobo y ahora no te cuento una historia de amor muy hermosa". Muestra una
mirada soñadora. Me toma por el hombro,
nos acercamos al cuadro y mientas ella gesticula me dice que "hace ya unos
cuantos años, demasiados quizás, viajé clandestinamente a la antigua
URSS, y mientras, en mi casa creían que me hallaba en Lisboa. Resulta que estaba
alojada en un pequeño hotel moscovita, donde comenzó a arder una llama que todavía
abrasa. Se llamaba Vladimir (no Putín);
era alto, rubio y musculoso..." Le interrumpo y me sale una carcajada a
destiempo, que le enardece y me suelta toda una variedad de improperios. Con mis gestos le pido perdón y le arranco una sonrisa: "Déjame hablar y atiende. No te hagas el capullo". Me
muestro dispuesto a escuchar: "Entre nosotros surgió una atracción mutua muy fuerte. Me invitó a visitar su casa compartida
y allí fuimos muy felices por unas
horas. Le dije después que me volvía a España, y que posiblemente no nos
veríamos más. Él se puso triste y como no tenía dinero me regaló lo único que consideraba de valor en su domicilio: este enorme
retrato de Lenin, que todavía no me explico cómo pasó la aduana. Me dijo que lo
pusiese en un lugar destacado de mi casa, y que cada vez que lo viese pensara
en él. Así que lo encerré en mi desván secreto, donde he venido guardando mis tesoros sin
ninguna intromisión hasta ahora, y noche tras
noche cuando veo el paso libre y sin un átomo de intrusismo, subo, veo
a Lenin y le lanzo un beso a Vladimir, y a soñar...".
Me quedo intrigado con lo de los sueños y le pregunto por los
mismos. "Piensa lo que quieras Gabino, puede que aciertes, pero no te lo
voy a decir, pajarín, que luego se pía todo". Hermosos revolcones, supongo, y quien sabe...
"Ahora, tia cuéntame tus amores con el
caudillo". "No, con ese nunca hubo nada, ni quise -me contesta-. Lo
que pasa es que luego tuve de pretendiente al pesado de un teniente coronel de
la Legión, que muy patriota y a su
manera, para conquistarme no se le ocurrió otra cosa que regalarme la imagen del 'salvador' de
España y concederme el honor de
tenerlo presente, también en un lugar de honor. Le
dije que gracias, pero que prefería dedicada una foto de Gary Cooper, que estaba más bueno. El muy cochino aún
me contestó amenazante por desacato a la
autoridad establecida. Así que cedí un poco, le exprese mi agradecimiento y acepté el retrato, pero no sus ruines amoríos. Que mi corazón sigue estando con Vladimir,
al que siempre le he sido fiel; bueno, que fiel del todo, del todo...".
Y ya que
estamos disparatados y en plan seudo confesional, a Cuqui le da poreguntar por
mis posibles devaneos con Lucrecia o con una modelo cubana, incluso una
esquiadora polaca, mientras ella avanza amenazante hacia mí y servidor retrocede, se pone colorado y tropiezo con una
gran colección de cintas de casete que me caen encima, quedándome entre las manos "Paseos por Rusia". Me
pongo en pie, agito con pasos de baile la cinta en cuestión mientras encuentro el reproductor, la pongo y suena
"Noches de Moscú". La tita cierra los
ojos en plan soñador mientras se mueve al
ritmo de la música. ¿En que estaré pensando? Yo en la Jimena de
mi alma, por supuesto. ¿Ustedes me creen? ¿y a la tía Cuqui en su desván?
MANUEL
ESPAÑOL
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