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CUENTO DE NAVIDAD / UN PÁNICO CONSIDERABLE


Me dicen que es tiempo de Navidad, que hay que ser bondadoso, siempre muy saludador y repartiendo miradas alegres, y me entra un pánico considerable. Me acuerdo de mi amigo africano, si, aquel que un día llegó a las costas de España en una balsa de traficantes deshumanizados, huyendo de la miseria y del hambre que azota a su país, a su tribu. No todos los balseros que iban con él pudieron sobrevivir. Le encuentro siempre a la puerta del supermercado, y siempre también, regalando lo mejor que tiene: su sonrisa mas sincera. No sé de enemigo alguno que tenga Joseph, persona querida en todo el barrio. Guarda perros y demás mascotas, o lleva las cargas de la compra e incluso ayuda a cruzar las calles a personas impedidas, tan solo por una exigua propina, y a veces hasta por nada. Me decía que "en España hay de todo, pero también gente muy buena, y algunos me entregan su corazón. Personas muy mayores que  cuentan con unos recursos escasos para vivir, se acuerdan de mi cuando se hallan en la cocina, y me bajan algún  alimento preparado en su casa; pero lo mejor, ese par de besos que me dan algunas señoras y que es lo que mas agradezco. Aquí estoy falto del cariño de hogar y me recuerdan a mi madre, que allí muy lejos se ha quedado cuidando a  mis hermanos".
Un día a Joseph le encontré en sus habituales momentos de tristeza que no desea contagiar, y me contó  su historia ante un bollo de repostería y un café con leche humeante, mientras en el exterior hacia un frío extremo acompañado de un fuerte viento. ¡Que dignidad tan grande la de este hombre! Ni un solo gesto de acritud. Es el mayor de siete hermanos y en su aldea y entorno no había medios. Pasaban hambre y ante tal panorama se decidió por la aventura europea, pensando que de esta manera podría ayudar a su familia a salir adelante. "Sabíamos -comentaba- que muchos fallecían en el intento, pero había que intentarlo, porque la miseria que nos acecha allí es demasiado trágica. No teníamos nada que perder". Reunieron todos sus recursos y tanto él como sus compañeros de viaje incierto, contactaron con una gente sin escrúpulos que les ofrecía un viaje sacrificado, ¿pero seguro? Así se llegó a atravesar el desierto, cada uno como podía con sus escasos recursos. Lo único concreto que sabían era que en el día X a la hora X, también en tiempo de Navidad en Occidente, debían estar en un lugar costero determinado, para tomar la patera y trasladarles a la tierra ¿soñada? (¡que ironía!), con parada final nubosa, posiblemente en algún puerto de la costa de Almería.  El día y la hora de llegada, una incógnita. Rostros serios y tristes entre ellos, tiranía entre los desaprensivos tripulantes... No eran tratados como personas. Entre los "presuntos"  pasajeros había hasta una mujer embarazada de siete meses, que no tenia mayor obsesión que la de que su hijo naciera en tierra española. Pensaba que era el único legado decente que le podía dejar. ¡Tamaña y triste ilusión!
El caso es que al poco de la salida marítima desde un acantilado africano en muy malas condiciones, pero escasamente vigilado, se desato una tempestad que no permitía la marcha atrás, y no seria la ultima. La suerte estaba echada. La patera se balanceaba y a punto estaba de volcar constantemente. Cayeron cinco personas que fueron tragadas por el mar. Gracias a la Guardia Civil, los supervivientes, muchos de ellos con síntomas de hipotermia aguda, pudieron ser rescatados de una segura gran tragedia, y Joseph nos lo pudo contar después de un largo periodo de recuperación. La mujer embarazada hizo realidad sus ansias de parir en tierra andaluza.
Mi amigo habla correctamente el francés, ingles y su idioma nativo, lo que le llegó a valer para trabajar un tiempo en su país  como guía turístico, cobrando tan solo la voluntad de los donantes Hace ya ocho años que está entre nosotros. Apenas puede subsistir, pero hace todo lo posible para enviar algún dinero a su familia. También se acuerda constantemente de la compañera del viaje embarazada, que  parió al poco de llegar a nuestras costas. "Apenas pude enterarme que se llamaba Aminata, pero esa mujer, en el poco espacio que teníamos en la patera, miraba y acariciaba con una extraordinaria dulzura, su tripa ya en avanzado estado de gestación. Era  muy guapa y hasta tuve tiempo de sentir una querencia interna que no sé como definirla. En un momento dado de calma en las aguas, ella me tomó de la mano, me invitó a acariciar su vientre y de manera inmediata sentí la llamada del amor y los deseos de paternidad.  Sin embargo, al poco de desembarcar, tras un breve periodo de convivencia entre los compañeros de la balsa, a cada uno nos dieron un destino, y Aminata y yo perdimos nuestros contactos y no nos volvimos a ver. No se que habrá sido de ella, pero todo indica que lo mío fue un dulce sueño en mitad del amargor de las tormentas. Me quedo con el". Pronunciada esta ultima  frase, en pleno desayuno, observo que los ojos de Joseph se ponen rojos y se humedecen.
Celia es un bellezon  saleroso cargado de bondad y se trata de la camarera cubana que nos atiende en la cafetería: "Chico, ¿Por que lloras? Es tiempo de Navidad y tiempo de amor. Dime lo que te ocurre y la niña Celia te alegrará la vida". Joseph vuelve a sus sonrisas francas y abiertas, mientras la camarera pone encima de la mesa una bandeja de jamón y otra de queso, además de una botella del mejor tinto Somontano, con un alegre "Invita la casa, porque me da la gana. Pero dime, mi amor, que te ocurre?" Le cuento a grandes rasgos las penas de mi amigo africano, y ella se enternece. Le cuento que está solo, que sus amigos se han ido a otras poblaciones a pasar las fiestas con algunos  compatriotas, y que el deberá estar sin compañía. "¿Solo tu, mi corazón? Esto no lo consiente la mulata Celia. Mi mami, que siempre se queja de que las dos estamos muy solas, esta vez estoy segura de que lo pasaremos como nunca, para no olvidarlo jamas. ¡Ay mi amor, que felicidad tenerte en mi casa!
"¡Que lanzada anda esta chica!", es la frase que me sale de mi interior mas gamberro. Ella se ríe y suelta de viva voz: "Que si, que a Joseph le conozco desde hace meses, de la puerta del súper. Eres muy guapo, y tienes una cara de bueno... Tu no te me escapas y serás mío". Le levanta de la silla cafetera, y un compañero de trabajo de grita eso de "que suene la musica, y todo se transforma en una sesión de merengues y bachatas, por lo que el bailoteo es constante hasta que suena un bolero que Celia y Joseph bailan muy juntitos aislados del mundanal ruido que les rodea.  Así hasta que llega una mujer con apariencia juvenil, pero ya entrada en años, gritando: "¡Pero que es esto y a mi no se me ha llamado!". Mi amigo el africano se siente muy alegre y contesta: "¡Araceli, que alegría verte!". La mulata hace como que pone una fingida  cara de sorpresa y suelta un "anda, mi madre. ¿Pero mi chico, es que ya le conocías?". Y Araceli trata de explicarse: "Es que, desde que le conocí, ya le eche el ojo para ti, quise conocerlo de cerca y conseguí que casi todos los días me llevara la compra hasta el portal de casa, mientras yo le hablaba de mi hija. De esta manera se forma un lío ambiental que aun a pesar de tener aires festivos, no hay quien se aclare. “¡Pero que apretaditos bailáis! Gabino, gracias por facilitar este encuentro. Sabia que iba a resultar. Y tu, pasmado, ¿por que te callas?, ¿no tienes nada que decir?" En un segundo, un socarrón Joseph se lanza hacia la dama salerosa,  la levanta en brazos, le besa cariñosamente en las mejillas, mientras le contesta con contundencia: "gracias, mami Araceli".
Pues que suenen de nuevo las bachatas y los merengues, y todos a bailar.¡Feliz Navidad para todos!


MANUEL ESPAÑOL

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