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A MI MANERA / ¡OH, MEMORIA, A TI TE INVOCO!




¡Oh, memoria, a ti te invoco! ¿Por qué me has abandonado? Eres una asesina y a la vez traidora. No me acuerdo para qué tengo la cabeza, si para añadir unos escasos centímetros a mi altura esquelética o para romper ladrillos. Y yo que de pequeño confiaba en este capullo en que me he convertido… Es que no me puedo fiar ni de mí mismo. Y tu, Pepito Grillo, no te rías, que lo que me ocurre no tiene gracia, que ya llevo tiempo machacándome la sesera, y estoy que no me soporto. Y cállate de una vez, maldito saltamontes, o te pongo una grilla como compañera, para que te distraigas y te olvides un poco de mi existencia. Y si no, pícame en la masa sensorial a ver si se reaviva mi pasión por la curiosidad. Siempre me ha gustado saber el porqué de las cosas y en tratar de explicar lo que no he entendido del todo, pero que ahí estoy, dando vuelta tras vuelta como si fuera una noria. ¿Una respuesta para todo?
En cierta ocasión y de muy corta edad, mi tío José, de Toulouse, me llevó  en Zaragoza al Circo Americano. Al son de la orquesta circense y batiendo palmas mientras se tocaba “Barras y estrellas”, allí estaban en el desfile inicial las majoretes con sus falditas cortas mientras hacían equilibrios con las barras plateadas y mostrando su rostro alegre,  además de Pinito del Oro, Búfalo Bill montando a caballo y seguido de Toro Sentado, Miss Solomon, los magos sacando ratones y echándoles gatos para provocar sustos al graderío más alegre, los payasos lanzando balones de goma y globos al público entregado y divertido, tres elefantes cargando sobre sus lomos a unas bailarinas que llamaban la atención, el hombre bala de cañón, los perritos más juguetones del mundo, los trapecistas volantes… Así, hasta que uno de los augustos con su narizota colorada y peluquín verde, se fijó en mi y me sacó a la pista a aplaudir rítmicamente y a jugar con él. Estaba después tan entusiasmado tras haberme sentado de nuevo en mi butaca, que tardé tan solo unos segundos en decidirme estaba claro, de mayor sería artista de circo, equilibrista sobre el alambre en moto, o trapecista como la gran Pinito; pero claro, yo era chico y feo sin remedio, y ella era muy guapa.
El circo lo llevo grabado desde que sentí tener raíces humanas, sin que haya mediado lapsus alguno. Curiosamente, mis ilusiones infantiles han ido creciendo: teatro, cine, radio, televisión, cantante, escritor, y por supuesto el periodismo que me ha trastornado convirtiéndome en el loco surrealista que me siento, unas veces en mayor y otras en menor grado. Vamos, sigo siendo un niño aprendiz de todo,  que se siente sensible, al que le gusta flotar por los espacios infinitos de una libertad que trato de ganar día a día.
¿Disciplinado? Creo que no demasiado; más bien poco.  Son tantas las cosas que me interesan y por las que siento vocación, que observo no tener remedio, que en realidad me gustaría que los días durasen al menos 40 horas para darme tiempo a todo. “¿Para qué?”, me pregunta un reaparecido Pepito Grillo, ya más calmado y menos travieso. En realidad son tantas cosas las que deseo abarcar, que no llego. Me gustaría saber decirle a mi Jimena ”te quiero”, en todos los idiomas del mundo, incluidos dialectos tribales, saber memorizar una obra de teatro. He admirado tanto a los protagonistas de la escena…
A esta edad de calvicie y de alguna que otra arruga, aún tengo restos de capacidad creativa que trato de combinar con la memoria cada vez con mayores lagunas. Pero como soy un eterno soñador, lanzo al mundo mis sueños, una forma de vivir intensamente y que cada vez ocupa mayor espacio. De esta manera puedo hacer un mundo a mi manera, porque para soñar no hace falta estar dormido, y se pueden lanzar al viento todos los deseos que pueden ser irreales, pero que si los asumes con la mente te pueden llenar a vida.
Que haya momentos en los que te falle la memoria y que las musas te pongan cornamenta de vez en cuando, creo que no es nada bueno. Por eso me rebelo y vuelvo a gritar con todas mis fuerzas: ¡Oh, memoria, a ti te invoco! ¿Por qué me has abandonado?
¡Ah, y que el sentido del humor no falle jamás!


MANUEL ESPAÑOL

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