Como
aquel que en el sueño se deleita
Con
un loco placer imaginado,
así
estoy yo, porque el pasado apresa
mi
mente, y no hay lugar para otros bienes,
sabiendo
que el dolor está al acecho
y
que sin duda yaceré en sus manos.
Del
porvenir no espero bien alguno;
es
mejor para mi lo que no es nada.
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(Antología
poética de Ausias March (s. XV). Traducción: José María Micó)
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Hoy es un día de apariencias tristes. Ni un rayo de sol, temperaturas bajo cero parecen querer congelar los sueños. Nieva tras los cristales, y las calles y los campos aparecen con un horizonte blanquecino apenas iluminado. Un perro ladra débilmente desde la lejanía, un gato pide comida con unos maullidos apenas audibles. Todo indica que el de hoy será un día dedicado a esa nostalgia que parece acercarnos a un mundo sin retorno del que uno quiere salir. ¿Donde está el presente?, ¿el futuro existe?, ¿de qué color? Los cielos y el clima no dan otras opciones en esta jaula de acero oxidado y contaminante que es a veces nuestro cerebro.
Me gustaría saber donde están las sonrisas perdidas, que son las mejores armas de los seres humanos. ¿De verdad han quedado atrapadas por el pasado? No se bien lo que me ocurre y mucho menos estoy preparado para resolver esta ecuación de máximo nivel. Atrás han quedado las huellas imborrables de las gentes más queridas que ya no están entre nosotros. Ya no quedan apenas maestros humanistas, ni políticos ideales que tan solo persiguen el bien de los ciudadanos, por decirlo de una manera suave. Necesito el retorno de ese calor que parece he dejado de sentir. Nunca he sido una persona gélida de sentimientos anulados. Que uno desea romper de una vez esa terrible y gigantesca bola de acero que me tiene preso en un estado pletórico de ansiedad. Me rebelo, me agito en mi interior y no logro desasirme de esas cadenas que tienen degollada mi existencia interna y externa..
Quiero liberar mis sonrisas y dotarles de
una autonomía constante e ilimitada. Si lo logro habré vuelto a la plenitud de
vida. Hay que dar luz allá donde se me han formado cataratas que no permiten
ver el sol, ni la luz de las estrellas de la Vía Láctea, y a veces ni soñar las
caricias en torno a mi mente. Hay que flotar y bailar por los espacios
siderales, retornar a los mejores recuerdos y dejarnos empapar por ese rocío
que ha de sacarnos esa aridez que no permite caminar y nos tiene bloqueados.
Hoy el sol me tiene ciego, pero mis
pensamientos empiezan a romper la monotonía y los anclajes que la sujetan.
Quiero ser más fuerte que ellos y lanzar hacia los cuatro puntos cardinales
esas ganas de plenitud de vida que dan luz verde hacia la felicidad. Poco a poco, paso a
paso, aunque sean pequeños, no hay que retroceder. Mirar siempre hacia adelante sin olvidarnos
nunca del pasado ni de los tiempos que cimentaron los principios, pero también
sin sentirnos presos de ellos.
Aprovechemos todos los momentos de lucidez que lleguen a nuestro cerebro y que
nuestras miradas se conviertan en esas fuentes de energía que ha de llenarnos de vida, tales como la
imaginación, el sentido del humor como antídoto de la falta de alegría. Más
vale un locuelo que sepa reírse de sí mismo y hacer reír a los demás, pero especialmente es necesario contagie a través de esas medicinas, esos sueros
cargados de dosis positivas.
No quiero, no pienso dejarme arrastrar por
el tedio ni por la falta de imaginación. Y si se puede dejémonos llevar por ese
mundo onírico, en el que se puede soñar despierto a la voluntad propia.
MANUEL ESPAÑOL
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