“Estoy que no paro con el pensamiento de Descartes que me lleva de cráneo,
y que tan estupendamente queda reflejado en su “Discurso del método”, en cuyo
origen se describe: “Mi pensamiento, y por lo tanto mi existencia,
es indudable a partir de lo cual puedo establecer nuevas certezas”. No, si ya está muy claro eso de
“Pienso, luego existo”. Tan convencido estoy que lo he dicho en voz altita y
mirándome al espejo en mi tiempo de dedicación al aseo, mientras mi medio limón
se despereza y empieza a abrir los ojos en desde la cama. “Gabino, estás como
una cabra. Desde que te dedicas a leer libros de filosofía, no hay quien te
aguante. Anda, que más te valdría aprender de Forges, que éste sí era un hombre
sabio, divertido e inteligente, o de Quino, que tanto hizo por las mujeres
feministas dándole voz a Mafalda. “¿A que no te has enterado que las mujeres
tenemos nuestro Día Internacional auspiciado por la ONU desde 1975? Tu siempre
tan ocurrente”.
Y
dale que dale, que se pone a dispararme con su arma verbal como si fuese una
ametralladora. Consciente de que hay que cortar con tantos disparos seguidos,
preparo mi contraataque. Me hago cargo de las dos esponjas que tengo a mano,
las empapo bien de agua y digo eso de “Voooyyyyyy”. Así que entro de inmediato
en el dormitorio y me la encuentro con las sábanas fuera; vamos, igual que yo.
No pierdo ni un segundo de tiempo, y cuando le voy a dar el besito de “buenos
días”, quien queda empapada de agua fría es ella, que me saca a patadas de la
incursión en el lecho compartido. Se levanta, se tapa y no se le ocurre otra
cosa que decir a pleno pulmón eso que tan bien me conozco de memoria: “Capullo,
que eres un capullo. ¿A que no me has preparado el desayuno?”.
“¡Feliz
día internacional de la mujer mi amor! –comento- De quien tengo que aprender es
de ti, mi musa, mi eterna pasión, siempre mi inspiración”. Y Jimena me contesta
que “no sé cómo te las arreglas que siempre me acabas derritiendo, aunque ahora
no del todo, que nuestra fecha de reivindicación feminista ya tuvo lugar hace
unos días, y parece, cariño, que no te has enterado”. Mi carencia de reflejos se ha hecho más
patente y no me queda más remedio que poner cara de hombre compungido, mientras
mi Jimena asoma rostro y mirada propios de una triunfadora. Pero no, de repente me
acuerdo que hacía poco había comprado dos libros ya empaquetados para regalo.
Uno de ellos “Las mujeres sabias”, de Moliere y el otro “Lisístrata”, de Aristófanes (s. IV
antes de Cristo). “Nada de eso” manifiesto autoritariamente a la vez que con un
bienhumorado machismo. “Espero que te guste mi regalo. Lo tengo preparado en el
despacho. Voy”. Ella se pone como quien no entiende nada, y no sé por qué, me
dice que me tape, que voy desnudo. Esta vez tiene razón. Vuelvo con mi chica,
me la encuentro arropada por una toalla de baño, y pienso que no es de recibo.
Pero la situación me arranca una sonrisa, y mientras mi medio limón me tiende
una mano para alcanzar mi regalo, éste me lo pongo en la espalda y se le cae la
toalla. Estoy que me parto de risa mientras me tengo que oír eso de “cabrito” y
no “cabritillo”. “No sabes cuanto te quiero yo también”, y las palabras dulces
vuelven a resurgir. “Que si eres un zalamero”, que “tu un bombón de chocolate y
te voy a comer”, que “devórame otra vez”, además de otros dimes y diretes.
Abre
por fin el regalo primorosamente empaquetado, noto que sus ojos brillan de
alegría cuando lee “Las mujeres sabias”, nos besamos y después ella me sugiere
como bien sabe, que vaya a cocina y prepare el desayuno: Unas rodajas de piña
natural, tostadas de jamón con tomate… Y tan contenta de comenzar así nuestro
particular “Día internacional de la Mujer al estilo de Jimena y Gabino”. La
buena de Jimena me comenta toda risueña que tiene un par de sorpresas y más para
mi, y que a ella le hacen mucha ilusión. Una de ellas: “aquí tienes tu regalo,
unos guantes para que friegues la vajilla del desayuno y esta tarde la de la
comida. Ah, por cierto, que la tía Cuqui viene hoy de Biescas a estar con
nosotros tres o cuatro días; así que esmérate en la comida, que te toca hacerla,
y ya sabes que ella guisa muy bien. Para que trabajes con gusto, no te
preocupes que nos iremos de compras, y por la tarde–noche nuestra amiga
Lucrecia nos acompañará al teatro. Y si puedes, aprovecha el tiempo de estar
solo en casa para arreglar la súper exprés.
Me
siento como noqueado tras un combate de boxeo, aunque en esta ocasión los
golpes no duelen físicamente, si bien y tratando de tomar mínimamente la
iniciativa, le digo a Jimena que “afortunadamente yo también me acuerdo de la
tía Cuqui y para ella le tengo preparado un libro con aires feministas, como es
la obra de teatro “Lisístrata”.
Aun
con todo me siento así un poco gilipollas y lo manifiesto con todo el candor
posible: “Oye, que lo de machista, tontuelo, no ha sido mas que una broma. Que
yo a mi Gabino del alma lo llevo siempre en el corazón. Te quiero, tonto, si
bien reconozco que también te podría decir que eres “el varón domesticado, más
grande del mundo”.
El
caso es que para apaciguar los ánimos he decidido poner música; el título,
“Devórame otra vez”.
*Las mujeres
sabias” y Lisísrata son dos lecturas que recomiendo vivamente.
MANUEL
ESPAÑOL
Comentarios
Publicar un comentario