Hoy soy yo el que redacta la presente, aunque con cierto temor reverencial, vista la maestría de Carmen en el manejo de la pluma. Con tanto apoyo... ¡cómo no iba a hacer CUMBRE! A las seis y media de la mañana del día 21 de mayo de 2018, tocaba el cielo con mis manos. La cima del Everest quedaba bajo mis pies; por encima, azul marino, sólo el cielo. Habíamos partido nueve horas antes desde el Collado Sur, donde teníamos instalado el C IV. Noche muy, muy fría, de cremalleras congeladas, pero estrellada y sin viento. En la mochila, el equipo de oxígeno (que pesa, directamente..., las dos yemas🍳). Sinceramente, no notaba que ayudase, ni para combatir el cansancio extremo, ni para calentar suficientemente pies y manos, así que puedo imaginarme lo que debe suponer acometer esta empresa sin el uso de O2 artificial.🙃 En la cima... Nepal, un lado, China (Tíbet), al otro, y yo, notario de excepción, dando fe de lo que allí sucedía. Por cierto, para los aficionados y estudiosos del tema, ante mí y por mí, Javier Oliver Villuendas, notario del ilustre colegio de Valencia, acredito que el antiguamente denominado "Escalón Hillary" ya no existe, de lo que doy fe.🤓 Por mera manifestación de parte, desapareció con ocasión del terremoto de 2015. Durante estos dos meses de expedición he tenido momentos de debilidad, física y emocional, que me han hecho dudar de mis capacidades y plantearme la rendición. Gracias a mi familia, por un lado, y a todos los mensajes de apoyo recibidos, por otro, me he mantenido en la brecha. ¡No os podía defraudar! En lo personal, el Everest ha supuesto la culminación del sueño de un niño montañero👼; y es que, de pequeño, mis amigos querían ser policías, bomberos o conductores de ambulancia, mientras yo soñaba con emular a Hillary y Tenzing. En lo colectivo, el Everest ha conseguido enganchar a mucha gente, que, sin vivirlo personalmente, ha experimentado el frío, la dificultad al respirar o el tronar de las avalanchas, pero también la grandiosidad de estas montañas del Himalaya y la belleza de sus paisajes. La vertiente solidaria creo que se ha cumplido con creces; el mensaje de lucha, superación y ayuda, en la salud y en la enfermedad, ha calado hondo, a la par que se han recaudado fondos para la aeccValencia con destino directo a la investigación oncológica. Decía una buena amiga, que "subir una montaña es como pasar una enfermedad, con sus fases de euforia y abatimiento repartidas por igual, sólo que la montaña la elijo yo, y la enfermedad me elige a mí". Esta vez he, hemos, ganado, aunque dicho con humildad, pues lo cierto es que el Everest, Sagarmatha, la diosa madre de las montañas, me ha dejado subir. Mañana puede suceder lo contrario, pero no por ello dejaré de luchar💪🏻. Y lo que son las cosas, hoy... ¡desayunando en el CII del Everest, a 6.400 mts de altitud, y cenando tranquilamente una pizza en Kathmandú, la capital de Nepal, ya lejos de las montañas, después de un placentero viaje en helicóptero¡Y me han hecho miembro permanente del Rum Doodle Restaurant de Kathmandú, que me permite, al haber escalado el Everest, comer aquí, gratis, a perpetuidad! Hasta siempre. Un abrazo desde Nepal.”
Crónica y fotos: Javier Oliver
¡¡Un abrazo ASÍ DE GRANDE, Manuel!!
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