A Manuel Liñán se le acumulan los sueños y con ellos las fantasías, algunas de ellas con destellos no exentos del sentir absurdo sobre un escenario. Coreógrafo, creador e intérprete de flamenco puro piensa en unificar en esta ocasión sus tres facetas, duerme e imagina a la vez. A su lado el cantaor David Carpio y el guitarrista Manuel Valencia, le arropan en lo que ellos denominan “Baile de Autor”. .Es una atracción onírica envolvente? Así lo sentí la otra noche en la Sala Verde de los madrileños Teatros del Canal. Flamenco cargado de magia con unos momentos hechiceros en los que me hirvió la sangre enviando sus flujos a todos los espectadores que abarrotaban la sala, dándoles además calor y transmitiendo nervio desde el cerebro a los pies. Zapateado vibrante, manos que se acompasan, expresiones faciales delatoras, notaba que mis piernas se movían rítmicamente, mientras a buena parte del público le salían oralmente las exclamaciones de ole. Quisiera dar veracidad a las exclamaciones onomatopéyicas que inspiran el taconeo derrochador de fuerza, modélico, elegante, transmisor y hasta transgresor, pero eso es algo que se me antoja imposible. El arte auténtico es inimitable e imposible de reflejar sobre un texto, por muy grandes que sean las intenciones.
Ahora mismo trato de imaginar a Manuel Liñán con toda su entrega, la más auténtica. Me veo dando giros sobre mí mismo, pero pienso que puedo caer mareado en cualquier momento. No es el caso de esta persona artista genial que dota de auténtica vida su mágico hacer sobre el escenario, sobre unas tablas que suenan y producen sobrecogimiento a la vez.
Pero el espectáculo resulta tan sensacional con los cantes y voz rasgada de David Carpio que eriza la cabellera, sin dejar atrás ese fantástico saber hacer con la guitarra por parte del virtuoso Manuel Valencia. Vamos, todo un concierto.
Si, los protagonistas hicieron una entrega total en cuerpo y alma, y eso siempre es de agradecer para un público entregado y ardiente que vivía un hechizo total.
Pero el hechizo se rompió bruscamente muy cerca del final del espectáculo. Si hasta entonces habíamos disfrutado de un espectáculo flamenco envolvente como si de un hilo sin fin se tratase, la aparición de. Un Liñán travestido con traje blanco y largo, rompió la armonía y cortó radicalmente la belleza de la tensión que casi nos había dejado sin poder respirar.
Puede que muchos no participen de este criterio mío, y lo respeto, pero a mi entender la actuación hubiese ganado muchos enteros cortando los elementos travestidos.
Con mis respetos y mi admiración, señor Liñán.
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