Dicen que es Navidad y apago las luces
que penetran como lanzas agudas en mi
cerebro.
En mi corazón siento dolor y de mis ojos
salen lágrimas.
No sé qué me ocurre ni razón tengo para
esta alma agitada.
No puedo más con estos destellos que me
perforan.
Apago las luminarias artificiales y
enciendo mi candil.
Ya estoy en la penumbra y mi mente
rebobina.
Empequeñezco en el recuerdo de quienes se
fueron.
Me dicen que es Navidad, tiempo de paz y
alegría,
de amor y de esperanza.
¿Sabemos mirarnos al espejo con la
conciencia tranquila?
¿Deberemos bajar la vista en señal de
vergüenza?
Os necesito cada día más, y no quiero dar
nombres.
Todos vivís en mi corazón roto, y os echo
en falta.
Alzo los brazos para despejar la nebulosa
que me rodea,
Y activo una imaginación que me lleva
hacia abajo.
¿Verdad que no es eso lo que queríais?
Quiero pensar en lo feliz que me hicisteis
en tiempos de amor, de los de dar todo por nada.
Noto que vuestro soplo acariciador aviva
la llama del candil.
Lo sé, me lanzáis unos aires felices, y
yo los percibo.
Me devolvéis esas brisas risueñas que
tanto prodigabais.
A pesar de las distancias que nos separan,
nuestros corazones y nuestras almas
siguen unidas.
Y mientras llega el último viaje hacia la
incertidumbre,
quisiera que no cesaseis en vuestro soplo
continuo,
en vuestra ayuda permanente
hasta que podáis situarnos a vuestro
lado.
Y a ser posible sin perder esa sonrisa
que nos guiaba.
Yo sé que ese día llegará, y no pienso cuando.
Me disteis la vida, y grandes amigos míos
os acompañan para enderezar nuestro
ritmo.
Ahora veo mejor la luz, no importa que
esté a oscuras.
Es tiempo de Navidad y aunque sea al
estilo meditabundo,
los que todavía estamos en este mundo
mortal,
os enviamos cada uno nuestros ruegos y
recuerdos.
Sé que nos ayudareis a ser felices en tan
perro mundo.
MANUEL ESPAÑOL
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