El río Ebro, a su paso por Zaragoza. Foto: M.E. Hoy el d í a es g é lido y la niebla resulta muy espesa. Hace una ma ñ ana de perros salvajes y agresivos, y no s é por qu é , pero me siento feliz. Mi primer recuerdo es hacia Biescas, pueblo ba ñ ado por el r í o Gallego, en el que he echado las ra í ces mas profundas e imborrables, que me hacen incluso pensar que formo parte del paisaje, porque all í me siento el hombre mas feliz del mudo. Pero estoy en Zaragoza y he salido de mi domicilio con cierta cara de guasa, dispuesto a poner a prueba mi sentido del humor. ¿ Acaso cometo un delito? Veo a la gente por la calle con caras de pocos amigos, con conductores demasiado nerviosos que contaminan con sus improperios y abusan de sus bocinas. Voy tranquilamente por la acera y ensimismado con mis elucubraciones mentales, un ciclista me sortea casi roz á ndome, al mismo tiempo que debo o í r eso de “¿ d ó nde tiene usted los ojos? ” . Afortunadamente no soy c...
Se puede soñar a través de un viaje abierto por los espacios infinitos de la libertad, la cultura y el diálogo