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BIESCAS / DECLARACIÓN DE AMOR EN SANTA ELENA



"Santa Elena, tu que estás
en lo alto o espeñadero
casarás chicas del Valle
que se les pasa el tempero".
(Copla popular dedicada a Santa Elena, patrona de Biescas)
 
 

El verano da sus últimos coletazos y entre las montañas que rodean la Tierra de Biescas ya se vislumbran avances intermitentes de lo que será el otoño, la estación más corta y posiblemente  la más propensa para las almas románticas cargadas de nostalgia, aunque  también llenas de vida. El calor no nos ha abandonado todavía, pero a no tardar mucho que lo hará. Es la ley cíclica que se repite de año en año. A falta de unas necesarias lluvias, las hojas de los arboles ya han iniciado el declive inundando incipientemente con sus colores pálidos caminos y riberas. Pero aunque cambien las estaciones, varíen bruscamente las temperaturas, llueva, truene, nieve, granice, la sensación del amor seguirá fluyendo con la fuerza de los majestuosos manantiales que terminan formando bellas cascadas y hermosas pozas. En las casas de los montañeses nunca faltarán los calores  propios del hogar.

Hoy ha sido un día muy especial para mí, diría que ha empezado con aires cuasi  otoñales, en esta ocasión de nostalgia y amor formando una combinación en la que se entremezclan todo tipo de sensaciones cambiantes de humor. Después de poco más de dos meses ha llegado la hora de ir preparando las maletas del retorno, actividad para la que no tengo ninguna prisa. Como este año no había estado aun en la ermita de Santa Elena, hoy era el día señalado para recorrer un camino que comienza con sus toques suaves de magia y termina con apoteosis mágico cuando  se llega a la pradera, invadiendo toda una sensación de bienestar carente de presiones. Es como flotar en el ambiente. Por eso no resulta extraño  que muchas parejas de la Tierra de Biescas y del Valle de Tena, así como de distintos países, elijan este santuario para hacerse las más firmes promesas de amor, algo que a los pelaires nos enorgullece. Religiosos o no, los lugareños no permitiremos que toquen nuestras joyas, y menos esta ermita que es la principal, la que más entrañablemente amamos.

De amor solía hablar allí en mis tiempos fogosamente, de amor y de bellos sueños disfruto cuando desde lo alto del lugar contemplo unos paisajes tan hermosamente especiales, que enamoran. Con llaves en mano he realizado hoy una excursión a Santa Elena. He sentido el amor en su máxima expresión. Y una recomendación voy a hacer desde aquí: tengan creencias o no, disfruten con el máximo respeto. Si han subido a través de la Vía Ferrata (ascensión muy recomendable para iniciados o tutelados por una compañía de guías de montaña), al llegar al punto álgido existe un paso estrecho que conduce a la pradera. En ese momento he sentido una carga de energía positiva muy especial. Ha sido inenarrable con palabras, parecía que la presión de la gravedad hubiese desaparecido completamente. Hasta ahora en el momento de escribir de noche estas líneas mantengo tales sensaciones en mi recuerdo. Presiento que los sueños que voy a tener dentro de un rato, cuando me acueste,  van a ser bien hermosos. Puede que hasta os lo cuente, aunque no lo sé... Depende.

El caso es que, al entrar en la ermita, he recordado, no sé por qué, la visita de hace unos cinco años, en la que estuve acompañado por un amigo cantante lírico con voz de bajo, Adolfo, que subió al coro y desde allí  lanzó  la potencia de su voz cantándonos el Pater Noster de Tchaikovsky. Entonces se me pusieron los vellos como escarpias. Tras despertar en la ermita de este éxtasis a mi manera, me he sentado y he recordado momentos sumamente entrañables vividos con la familia, amigos y padres. ¡Ay si las paredes hablaran y pudieran proyectar imágenes! Sería como volver a vivir. Después  y una vez girada la visita a la cueva posterior al altar, bien en silencio, salimos al exterior para visitar los entornos. No hemos cerrado la puerta y nos encontramos con Miguel, un joven que viene de Zaragoza, que ha accedido  a través de la Vía Ferrata y que desea visitar la ermita. No importa, nos quedamos con él y le explicamos lo que buenamente sabemos. De nuevo fuera, el joven mira el reloj, se pone ligeramente nervioso. Nos dice que está esperando a su novia, que subía tras él. Nos tragamos las prisas por si necesita de nuestra ayuda, y confiesa que "hoy es un día muy especial para nosotros". Muy pronto aflora su sonrisa y explica que aunque "Rosalía es muy buena escaladora y me ha concedido permiso para que le adelantase en el inicio de la escalada, resulta que como voy más rápido pensaba que con un poco de suerte podría encontrar abierta la puerta de Santa Elena. Eso ha sido -dice- nada más que la excusa, porque lo cierto es que queriéndole sorprender, a cada uno de mis pasos por las clavijas, colgaba unos papelitos pidiéndole matrimonio. Espero que los haya leído y que cuando llegue donde estamos nosotros, me diga que si".

Le dejamos un momento solo, dado el interés nuestro de ver la Casa-Refugio que hay tras la iglesia, y a la vuelta llegamos justamente al encuentro de la pareja de novios en la pradera, que no se recatan de mostrar sus gestos y miradas. Dejan los equipajes en el suelo, se toman de la mano y se dirigen al altar mayor. Me salgo, casi me emociono, aparecen ellos poco después y le pregunto a Rosalía qué le ha dicho. Ella no lo duda y gritando de felicidad suelta el más sonoro SI que se haya podido escuchar en el entorno. Juntos, los amigos aplaudimos a rabiar, y no tocamos las campanas como hacíamos tiempos ha, posiblemente por una moderación de las formas que en el fondo no sabemos a qué responden, porque atrevidos ya somos. Es muy bello exteriorizar los sentimientos, y en especial cuando son felices. Rosalía y Miguel no hacen mas que mirarse tiernamente a los ojos y parecen flotar en el ambiente. Natural. Aseguran que jamás olvidaran este día. Nosotros tampoco. Y allí les dejamos, felices como perdices en ese lugar rodeado de bellas montañas, para ellos mayormente fantástico.

MANUEL ESPAÑOL


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