Dibujo: Pablo Español Sangorrín |
Así que después de un año de preparación y trabajo en un escondite
ubicado en la vieja serrería de Paco, he realizado una especie de cilindro majara que
funciona a velocidades de vértigo a modo de túnel explorador del tiempo. Me dice Pepito Grillo que ya no
soy un loco surrealista, sino un ser con careto de humano, que está rematadamente loco. Por una vez, a esta especie de voz de
la conciencia voy a darle la razón, espero sin que sirva de
precedente. No sé si me arrepentiré. A la tita Cuqui, que está desesperada, pero que prefiere tenerme cerca antes que no
tenerme, le he encargado que esté al tanto de los mandos para
el retorno. Este se producirá un mes después, tras la señal mía, que recibirá a través de un aparato que se colocará entre la ropa intima. "A mi edad tener que hacerte
caso -dice-. Anda, que no hacen falta bemoles o atrevimiento tontuno por mi
parte, que como se entere Jimena de este lío que nos llevamos entre tu y
yo, caminico del limbo que nos envía, aunque no sé si a mí me mandara directamente al
infierno... Pero vamos a acabar con esto cuanto antes. Te metes en tu
"Apolo", le das al botón de salida, y como no va a
funcionar, sales después y nos vamos a casa".
"Si,
tía -le contesto-. Cuanto antes
lo hagamos, mejor". Me introduzco el interior del cilindro, aprieto el botón, y la cabeza me da unas vueltas rápidas y espantosas en forma de espiral. En fracciones de
segundo, veo a Napoleón, a Hitler, otra vez a
Franco.... ¡Que pánico! Esto es una pesadilla... Y no me quedan millones de años para retroceder... Para colmo, la visión de Aníbal, cruzando los Alpes con
sus elefantes y provocando catastróficos aludes, me hace temblar.
¡Quiero volver, Cuquiiiiii,
quiero volver, dale al mando de retorno,
por favor, y muy rápido, que me muero". Una
voz que no sé de donde procede, me
responde: "Ay, sobrinito de mi alma, que no puedo, que acaba de aparecer
tu primo Marcelo por aquí y tengo que desnudarme del
todo, que no sé exactamente donde he dejándole artilugio este. No querrás que me desnude delante de él,
que tengo menos confianza que contigo..."
No puedo más, irremediablemente veo que esta aventura mía me va a matar. Ante mis ojos veo pasar a Atila, a Gengis Khan, a Vlad en Empalador y su sucedáneo Drácula. Una mala sombra me acecha. ¿Y aún no he llegado a Adán y Eva, esos traidores que nos hicieron nacer en pecado
por los siglos de los siglos? Ayayayayayayay, que por aqui aparece Caín, que acaba de asesinar a Abel con una quijada de burro. ¡Ay Dios mío....! ¿Y cómo se crearán los demás seres humanos? La que me
estoy temiendo, esto es espantoso... En todos los libros de estudio y hasta en
la gramática parda, me han enseñado eso que dice "del polvo venimos y al polvo
vamos". A mí, que me lo expliquen. Y
entonces A. Eva no se le ocurre otra cosa que decirme: "Esto no es para
ti, so cotilla, investigador fracasado, viejo verde".
El caso
es que prácticamente he tocado fondo en
mis pseudo investigaciones. He llegado a la era Cuaternaria, poco antes de que
se haya producido el Plegamiento Alpino,
consecuencia de la cual África se separa de Eurasia, de
manera que nacen estos Pirineos que me vuelven loco, ese Himalaya que todavía está en período de desarrollo, los Alpes...
¿Y este soñado Paraíso que es Biescas? Ya he
llegado, lo tengo a mis piés: ahí hay un llano en la montaña
y debe ser el sitio donde me aguardara tita Cuqui dentro de 50 millones de años. Pero ¡qué veo..., que allí no hay mas que muchos osos. ¿Y ese ibero habilis que se parece tanto a Pacorro y que va
desnudo? Ya entiendo, que ante tanto plantígrado con buenas pieles y
buena carne, la caza se hace inevitable. Lo
malo de esto es que a la bella Poltrina, la piel le ha llegado antes y
la he tenido que ver vestida, aunque eso
si, al estilo de Raquel Welch, que no está mal. Raquel o Poltrina, o
Poltrina y Raquel, me invitan a comer carne de diplodocus. Ya estamos de nuevo
con eso de la tentación de la carne. Rechazo la
invitación, porque como estamos en
tierras paradisiacas hasta es posible que se trate del mismísimo demonio. Ante esta situación y encorrido por los osos, me precipito de nuevo hacia mi
"Apolo"' que cierro herméticamente. Mando una señal a Cuqui, pero no hay forma de que responda. La cita era
para un mes y no han pasado mas que cinco días. La que me queda, que no sé si comeré osos o me comerán los osos.
De
repente y cuando estoy plenamente acurrucado y ensuciadito de miedo en recinto
tan cerrado, huele que apesta y no me soporto ni a mi mismo. Noto que el
artefacto tiembla y empieza a moverse.
Sube a toda velocidad, aunque algo más lento que antes. Ante mis
ojos comienzan a pasar de nuevo imágenes, algunas de ellas
capaces de avivar los mayores e inmensos horrores: las víctimas de la Inquisición, las víctimas del genocidio nazi, imágenes
de la guerra de los cien años, de la de Corea, de la de los Seis Dias, guerras mundiales,
Vietnam... No puedo más, lloro, me desmayo.
En un
momento se abre la puerta de la nave y aparece mi tía con la llave. Le pregunto qué es lo que ha ocurrido. Me dice que el cilindro majara ni
se ha movido, que tan solo llevaba allí una hora, y que ya valía de hacer la cabra. "Es el momento de volver a casa
sin decir nada de lo nuestro. ¡Qué año tan mal empleado"!,
sentencia. "¿Pero sabes que te digo?, que
lo tomemos como un juego entre personas que han estado y seguirán estando mucho tiempo unidas. Pero al segundo, la tita
vuelve la cara com expresión de asco, y no se le ocurre
otra cosa que decir: “¡Gabinooooo, que mal
huele"....
MANUEL ESPAÑOL
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