Sigo solo
en mi casa de Biescas, por más que me haya dicho tía Cuqui que mientras no venga mi directora, que vaya a
vivir a su caserón con cuadra y corral, que allí hay muchos animales, y que uno más no se notará. No, si no le falta razón, que algo de tarado surrealista ya tengo. Total, ella
erre que erre en su posición de vigilar y no dejarme ir a
la montaña en solitario a pasar la
noche al raso, o en una tienda de campaña pequeñita que portaré en la mochila; mientras, un servidor
de ustedes y de Cristo Bendito, erre que erre en la seguridad de que lo voy a hacer. Y mira que es maja y buena la
tita, que la quiero mucho, pero lo que no me agrada es que sea tan cabezota
como Jimena. ¡Ay de esa jota zarzuelera
aragonesa de "Si las mujeres mandasen!" Y digo: "¿aun más?...." A mí, que quisiera sentirme como un comando autónomo en las propias decisiones del ciclo vital". Ya.
Pero me gustan y las amo, que sin ellas no podría
vivir, que una gran mujer me parió y otra grande (mujer) me pone
a parir algunas veces, aunque otras...
Hoy me ha llamado la tita para que fuese a su casa, que debía decirme algo muy importante mirándome a los ojos
verdes que tengo. Y el menda que a su llamada que acude.
-Que no
insistas, que no, que no conseguirás que acuda acompañado a pie en horario de tarde-noche al entorno de Lasieso
tan cercano a la ermita de Santa Elena,
que por mucho que os pongáis de acuerdo Jimenita y tu, no solo haré la excursión en solitario, que por mucho
que te empeñes tampoco pienso llamar a
Lucrecia, por muy mona que sea la chica. Insisto en que quiero ir solo y a
las...
-Vamos al
grano, sobrinito mío, que antes de que te pongas
mayormente irascible, estoy en la obligación de decirte que hace poco más de media hora he hablado con Jimena, le he contado como si
de una gracia se tratase la excursión que hicimos el sendero dirección Erata, y parece que no le ha gustado en demasía que el tramo final
lo hicieses con la sola compañía de Lucrecia, y que como
ligera de palabra me pongo a veces, le he contado que tu amiga se bañó desnuda en una acequia que pasa por mitad del monte.
-Que no, tía, que se desnudó porque le había tirado sobre la hierba una vaca que luego le cubrió de lametones. La pobre es que se tuvo que limpiar. Pero el
Paco y yo nos volvimos de espaldas para no verla.
-Pues
fuisteis tontos, que eso es lo que os perdisteis, zotes, bobos. Bueno, Gabino,
no divaguemos, el caso es que me ha dicho tu mujer, que me hablaba desde el
manos libres del coche, que antes del mediodía
ya estaría en vuestra casa con la
compra hecha en la ciudad. Lo siento, chiquitín
mío, que he hablado muy
ligeramente y sin pensar. Pero tontí,, no te pongas triste, que me
entra un cargo de conciencia…
Y Gabino
que se queda pálido, tanto que se va
cabizbajo de la casona sin decir ni pío. Cuando abre la puerta de su
domicilio se encuentra con Jimena, que le recibe con un semblante cargado de
ironía y con los paquetes de
Mercadona bien amarrados todavía.
A fin de
evitar escándalo, le digo poniéndome los dedos por delante de la boca que guarde silencio.
Deja los paquetes en el suelo, me toma de la mano y con cara seria me lleva
hasta el sofá y me pregunta cómo me fue en la excursión
de anteayer. "¿Le hiciste buena compañía a la solitaria Lucrecia? Cuenta, cuenta... , me dice con
gestos inquisidores. Le respondo y le digo con la mayor calidez que soy capaz,
eso de "cariño, no es lo que parece, que la
culpa latinee la tía por haberse metido en medio,
que yo bien que quería ir solo, pero se empeñó en acompañarme y en que Lucrecita
viniera con nosotros. A partir de ahí todo constituyó un contrasentido. Y no te
pongas de esta manera, que ella es una buena amiga tuya, que cuando viene su
marido bien que nos invita a comer con ellos, y bien que le pones ojitos a
Robert, el hijo de la Gran Bretaña. Que no soy tonto, que lo
tengo todo bien observado, gatita mía".
Ya un
podo mas calmados, le digo que no se preocupe, que lo que quiero es ir solo a
la montaña, que no me anima ninguna
otra intención, que eso no supone ningún peligro. Ella me dice que de eso nada de nada, que me
busque otra persona acompañante. Le digo que la vecinita
es muy buena montañera, que resulta ser una compañera ideal para este tipo de excursiones. "No quiero
que me tomes el pelo tan miserablemente a costa de quien ahora llamas Lucrecita",
dice mi chica. Además, se reafirma con aparente
claridad: "Pase que al final te vayas en solitario, pero si marchas
acompañado de Lucrecia, al dia
siguiente pido el divorcio". La respuesta no me disgusta, que con tal
argumento, ahora caminaré como un placentero solitario.
Por fin voy a ser un comando autónomo unificado conmigo mismo
por estos senderos del Biescas de mi alma.
Ya
mayormente contento, decido meterme en la ducha y me pongo a cantar lo de "la banda
borracha". A continuación oigo que se abre la puerta, por
lo que corto el agua, me callo y escucho la siguiente conversación: "Por fin, el infeliz de Gabino ha caído en la trampa. ¿Te acuerdas de las gatas locas
de Madrid?, han dicho que vienen mañana de camino hacia Boltaña, y que lo pasaremos en grande. Lucrecia, dile a tu marido
que retrase unos días su regreso. Ah, y de ahora
en adelante no te acerques demasiado al mío. Lo digo por nuestra gran
amistad". "y tu al mío, tampoco", dice un
tanto sonriente nuestra buena vecina. No sé, pero un acuerdo tan
aparentemente amistoso, me extraña. El caso es que de sin
avisar hace su aparición mi Pepito Grillo de las
narices, y él que asegura ser muy sabio,
piensa que todo ha sido una trampa muy bien preparada por ellas. Saben que les
estás escuchando". Vuelvo a
la ducha y me pongo a cantar eso de "La vida sigue igual" Esta vez me
salgo con la mía. Por fin podré ir solo a dormitar
y a gritar en la montaña y a cantarles a las
estrellas.
Amenazo
con contarlo.
MANUEL
ESPAÑOL
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