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Dibujo: Pablo Español |
El caso
es que la situación de hoy se ha planteado con
un acuerdo a cuatro partes (Jimena, Cuqui, Lucrecia y yo). Ni con una, ni con
otra, ni la de mas. Iré solo. ¡Bieeeennn! Me aplaudo. Partiré
de Biescas poco antes de las 9 de la noche, al ocultarse el sol, cuando la
temperatura sea algo más fresca, que hoy he pasado un
calorazo muy especial. Ocurre que con el disfrutar de las más fuertes bendiciones de Helios, he ido a lanzarme por la
tirolina del mirador de Hoz de Jaca, y en dos minutos de un descenso ultrarrápido y de enorme desnivel, me ha parecido cambiar no sé cuantas veces, de un semblante pálido a otro colorado como la camiseta española de la Selección de Fútbol. Sofocadísimo que he acabado. Necesito algo de frescor y abrir mi
espíritu loco y surrealista.
Muy cariñosas y bien avenidas se han quedado mis mujeres. Jimena me
ha equipado la mochila y hasta ha organizado una tienda de campaña portátil. De comer llevo un
bocadillo de jamón y queso con un poco de
tomate y una fiambrera pequeña pero llena de albóndigas, además de una bota con vino de la
tierra. Me ha puesto hasta ropa seca por si me mojo al caer por alguna acequia,
y una linterna frontal, por si acaso. Además llevo una buena cámara fotográfica y unos prismáticos especiales para no perderme detalle. Hasta ahí todo perfecto. Lo malo, lo que me mosquea, es que las tres
me han transmitido juntas sus mejores deseos en el momento de la partida.
"Ah, y cuida con las lágrimas de San Lorenzo, no sea
cosa que mirándolas hacia el cielo no veas las piedras del camino",
me dicen con mucha guasa y en forma de
coro desafinado.
Me río a carcajadas. No podía ser de otra manera. Lo
importante es que me he salido con la mía, con licencia para disfrutar
en solitario, y sin comentarios a destiempo, de una naturaleza fascinante. A
ver quién me impide ahora soñar despierto hasta donde me
acompañe el poder imaginativo de cada
momento. Salgo de la calle Ramón y Cajal, paso por la plaza
del Ayuntamiento, tomo la calle Mayor, subo las escaleras que me conducirán al barrio de La Peña, cruzo la carretera e
inicialmente tomo el sendero hacia la
ermita, si bien me desviare después hacia el entorno de Lasieso.
Soy el hombre más feliz del mundo, que además disfruto de una luna muy luminosa. Estoy rodeado de un
paisaje inmenso y el silencio es total. Ni pájaros,
ni nada, que el viento, aunque parezca mentira, por estos lares está calmado. De vez en cuando tan solo llega a escucharse el
silbido de alguna culebra, lo que me hace sentir unas brisas de miedo y por lo tanto tratar de poner a
punto los bastones montañeros, no sea que me ocurra lo
de cierta ocasión cuando una noche salí a escape de la Caseta de las Brujas perseguido por una
serpiente enorme. "Mentiroso, que no mediría
más de dos palmos de los
tuyos", me dice el inoportuno de Pepito Grillo, al que le contesto:.
"Te voy a matar, pedazo de insecto, que si servidor se asusta es porque el
bichito me parece de cuatro metros, por
lo menos". Con el camino en cuesta y riéndome
de mis tonterías, diviso muy cerca las luces
de la caseta merendero de Salvador, y él a la puerta de la misma, que
se echa a reír cuando le pregunto por los
silbidos de las culebras. Con una delicada malicia, me indica que cuide, que
por el entorno hay muchas y de todos los tamaños,
que solo muerden, aunque no son venenosas. Bueno, que esa advertencia no deja
de ser un consuelo.
Sigo más arriba y decido sentarme en una piedra a fin de meditar
sobre la grandeza de las estrellas y a imaginar si habrá habitantes por aquellos mundos cargados de misterios
avivados por la imaginación. ¿Como serán ellas?, ¿Como serán ellos?, ¿Colmo se reproducen?
Soy tan ignorante estos menesteres...
De
repente, acercándome a la pequeña
planicie del refugio elegido para ver mejor las lágrimas
de San Lorenzo, y cuando más libre y solitario me siento,
veo al caballo "Cancionero" y comienzo a inquietarme; es cuando
comienzo a sentir miedo de verdad. De repente noto que me hacen cosquillas en
la espalda, dándome golpecitos con unos
dedos, y el ¡ayayay! que pronuncio no puede
ser más impresionante debido a la
cantidad de decibelios con que ha sido pronunciada dicha exclamación. Sorpresa, que la cosquillera ha sido Lucrecia y mi grito
ha hecho que Cuqui y Jimena soltasen las mas sonoras carcajadas.
Mi alegre
Tita me dice con inagotable voz cantarina: "Sorpresa... ¿a que no te esperabas esto?".
Jimena: "es que Lucrecia estaba
desesperada y ha pensado que no está bien que el bueno de Gabino
este solo, y como ella quería acompañarte, una que tanto te quiere no iba a ser menos, que para
eso soy tu mujercita. La verdad es que no nos ha costado nada ponernos las tres
de acuerdo. ¿Te alegras de vernos?"
En ese
momento me pongo tan pálido como la luna, y para no
armar un lio mayor, digo que sí, que estoy muy alegre, por más que ya no les preste mayor atención a las Perseidas o lagrimas de San Lorenzo. Pero debo
confesar me entra una rabia por dentro... No, que en mi empeño de soledad, aunque tan solo sea en el traslado de mi casa
a la de tita (50 metros) iré solo.
Palabra
de Gabino. Bueno, que hasta en el pensamiento es mejor que a veces me calle,
aun que no sea más que para no meter la pata. “Pues a ver si eres más listo”, remata el insecto de Pepito.
MANUEL
ESPAÑOL
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