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HORA BRUJA / CALLAR PARA NO METER LA PATA

Dibujo: Pablo Español


 Un sol abrasador  y la ausencia total de nubes invadieron ayer y anteayer las jornadas locas que me había planificado. Afortunadamente, las noches pirenaicas son fresquitas y agradables, y los cielos en estas fechas parece que prodigan las lágrimas de San Lorenzo (Perseidas). Hoy deseo ir al monte en solitario, y quieran o no quieran mis condicionantes, a ser posible de noche. "Pirado, más que pirado", me reprocha ese Pepito Grillo que tanto ronda alrededor de mi cabeza. Quiero contemplar las "lágrimas" desde el entorno de Lasieso, muy próximo a la ermita de Santa Elena en el término de Biescas. Sea como sea, presiento que puedo disfrutar de un gran día haciendo uso de una ansiada soledad, si es que se cumplen mis deseos, que... Que ya en Erata me quede a medias en la fiesta de la naturaleza que me chafaron la tita Cuqui, cuando sacó a relucir sus dotes de amazona  montando a Cancionero; al parecer se puso de acuerdo con la petarda de Lucrecia, a quien le gusta todo lo que me place a mí y que aprovechaba la ausencia del británico de su marido para hacer una excursión montañera, incluidas vacas "temibles" por los prados que le obligaron a bañarse desnudita en un riachuelo, dándonos la espalda. Pero ¡que puñetera! la tita, que para colmo va y se lo cuenta a Jimena, que hace un amago de ataque de celos y que me pone a parir. Aunque mis pensamientos no sean siempre puros, ¿puede decirse que soy un frescachón? Además es que soy más tonto...
El caso es que la situación de hoy se ha planteado con un acuerdo a cuatro partes (Jimena, Cuqui, Lucrecia y yo). Ni con una, ni con otra, ni la de mas. Iré solo. ¡Bieeeennn! Me aplaudo. Partiré de Biescas poco antes de las 9 de la noche, al ocultarse el sol, cuando la temperatura sea algo más fresca, que hoy he pasado un calorazo muy especial. Ocurre que con el disfrutar de las más fuertes bendiciones de Helios, he ido a lanzarme por la tirolina del mirador de Hoz de Jaca, y en dos minutos de un descenso ultrarrápido y de enorme desnivel, me ha parecido cambiar no sé cuantas veces, de un semblante pálido a otro colorado como la camiseta española de la Selección de Fútbol.  Sofocadísimo que he acabado. Necesito algo de frescor y abrir mi espíritu loco y surrealista.
Muy cariñosas y bien avenidas se han quedado mis mujeres. Jimena me ha equipado la mochila y hasta ha organizado una tienda de campaña portátil. De comer llevo un bocadillo de jamón y queso con un poco de tomate y una fiambrera pequeña pero llena de albóndigas, además de una bota con vino de la tierra. Me ha puesto hasta ropa seca por si me mojo al caer por alguna acequia, y una linterna frontal, por si acaso. Además llevo una buena cámara fotográfica y unos prismáticos especiales para no perderme detalle. Hasta ahí todo perfecto. Lo malo, lo que me mosquea, es que las tres me han transmitido juntas sus mejores deseos en el momento de la partida. "Ah, y cuida con las lágrimas de San Lorenzo, no sea cosa que mirándolas hacia el  cielo no veas las piedras del camino", me dicen con mucha guasa  y en forma de coro desafinado.
Me río a carcajadas. No podía ser de otra manera. Lo importante es que me he salido con la mía, con licencia para disfrutar en solitario, y sin comentarios a destiempo, de una naturaleza fascinante. A ver quién me impide ahora  soñar despierto hasta donde me acompañe el poder imaginativo de cada momento. Salgo de la calle Ramón y Cajal, paso por la plaza del Ayuntamiento, tomo la calle Mayor, subo las escaleras que me conducirán al barrio de La Peña, cruzo la carretera e inicialmente tomo el sendero hacia la  ermita, si bien me desviare después hacia el entorno de Lasieso. Soy el hombre más feliz del mundo, que además disfruto de una luna muy luminosa. Estoy rodeado de un paisaje inmenso y el silencio es total. Ni pájaros, ni nada, que el viento, aunque parezca mentira, por estos lares está calmado. De vez en cuando tan solo llega a escucharse el silbido de alguna culebra, lo que me hace sentir unas brisas  de miedo y por lo tanto tratar de poner a punto los bastones montañeros, no sea que me ocurra lo de cierta ocasión cuando una noche salí a escape de la Caseta de las Brujas perseguido por una serpiente enorme. "Mentiroso, que no mediría más de dos palmos de los tuyos", me dice el inoportuno de Pepito Grillo, al que le contesto:. "Te voy a matar, pedazo de insecto, que si servidor se asusta es porque el bichito me  parece de cuatro metros, por lo menos". Con el camino en cuesta y riéndome de mis tonterías, diviso muy cerca las luces de la caseta merendero de Salvador, y él a la puerta de la misma, que se echa a reír cuando le pregunto por los silbidos de las culebras. Con una delicada malicia, me indica que cuide, que por el entorno hay muchas y de todos los tamaños, que solo muerden, aunque no son venenosas. Bueno, que esa advertencia no deja de ser un consuelo.
Sigo más arriba y decido sentarme en una piedra a fin de meditar sobre la grandeza de las estrellas y a imaginar si habrá habitantes por aquellos mundos cargados de misterios avivados por la imaginación. ¿Como serán ellas?, ¿Como serán ellos?, ¿Colmo se reproducen?  Soy tan ignorante estos menesteres...
De repente, acercándome  a la pequeña planicie del refugio elegido para ver mejor las lágrimas de San Lorenzo, y cuando más libre y solitario me siento, veo al caballo "Cancionero" y comienzo a inquietarme; es cuando comienzo a sentir miedo de verdad. De repente noto que me hacen cosquillas en la espalda, dándome golpecitos con unos dedos, y el ¡ayayay! que pronuncio no puede ser más impresionante debido a la cantidad de decibelios con que ha sido pronunciada dicha exclamación. Sorpresa, que la cosquillera ha sido Lucrecia y mi grito ha hecho que Cuqui y Jimena soltasen las mas sonoras carcajadas.
Mi alegre Tita me dice con inagotable voz cantarina: "Sorpresa... ¿a que no te esperabas esto?".
 Jimena: "es que Lucrecia estaba desesperada y ha pensado que no está bien que el bueno de Gabino este solo, y como ella quería acompañarte, una que tanto te quiere no iba a ser menos, que para eso soy tu mujercita. La verdad es que no nos ha costado nada ponernos las tres de acuerdo. ¿Te alegras de vernos?"
En ese momento me pongo tan pálido como la luna, y para no armar un lio mayor, digo que sí, que estoy muy alegre, por más que ya no les preste mayor atención a las Perseidas o lagrimas de San Lorenzo. Pero debo confesar me entra una rabia por dentro... No, que en mi empeño de soledad, aunque tan solo sea en el traslado de mi casa a la de tita (50 metros) iré solo.
Palabra de Gabino. Bueno, que hasta en el pensamiento es mejor que a veces me calle, aun que no sea más que para no meter la pata. Pues a ver si eres más listo, remata el insecto de Pepito.


MANUEL ESPAÑOL

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