
La noche está a punto de llegar y ante mi
siento la luz de mi candil, débil pero a la vez intensamente luminosa. Noto que
algo me dice. Es momento de fijarme en el espejo con memoria, a veces
insensatamente borde, a veces insoportable, y otras con una sonrisa que me hace
levitar. La inspiración más interior me conduce a través de un solo
pensamiento: “Gracias a la vida, que me ha dado tanto”. No sé si lo merezco,
tengo esa duda, pero… ¿quién rechaza tanta riqueza? Veo mi sonrisa y no es para
menos. ¿Os cuento un secreto? Hoy me han caído 72 años, me siento cada vez más
joven y un poco travieso y hasta loquillo, aunque de vez en cuando tenga que
pasar la ITV clínica. Estoy felizmente casado, siento que mis amigos son los
mejores, soy un enamorado de la naturaleza, del periodismo que tantas cosas
hermosas me ha permitido. Me gustan también compartir los sones de ese idioma
tan internacional y que no necesita traductor, como es la música. Gracias,
señor Mozart, gracias señor Beethoven, Brahms, Falla, Wagner… Atrás quedan los pensamientos y hasta los
hechos negativos intencionados; de vez en cuando utilizo un arma muy eficaz: el
olvido si es que siento que sufro un daño moral. No se borrarán jamás de mis
sentimientos las personas queridas que se han ido, que ellas seguirán siempre
formando una parte esencial de la vida.
Puedo asegurar que soy la persona con
mayor fortuna del mundo. ¿Verdad que no hay nada más hermoso que poder decir
día a día cuando se abren los ojos en nuestra particular despertar, que “buenos
días cariño”? Por eso digo “Gracias a la vida”.
MANUEL ESPAÑOL
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