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HORA BRUJA / MAGIA EN TORNO AL TEMPLO DE DEBOD

El atardecer me permite entrar en un mundo de belleza que aviva mi imaginación, a veces deteriorada, y siempre necesaria. Atrás ha quedado un día intenso aunque marcado por los tributos a la realidad que nos rodea. "Hay que ser disciplinado", que me diría ese Pepito Grillo que a todas partes me sigue, como las moscas a un panal de rica miel. Quiero  relajarme y huir de mi mismo. En estos momentos me encuentro en el entorno del templo de Debod, ubicado en este Madrid que enamora y que con tanto poderío me tiene atrapado. El sol desciende en intensidad luminaria con el transcurrir de las horas, y tan solo faltan unos minutos para dar paso a esa luna no muy llena que tanto gusta a los enamorados. Parejas de jóvenes se besan con aires tiernos y pasionales. Dos personas muy mayores, ambos apoyados en sus bastones, se enlazan por el talle, se miran a los ojos y sonríen con ternura; es como si los años no hubieran pasado para ellos. Que todas las edades son buenas para el amor, y que eso no lo dude nadie.
Antes de dar paso a la noche, comienza el espectáculo de la naturaleza que alborota todos los sentidos. Tomo posiciones  y como de un momento mágico se tratara, en mis oídos se perciben los compases mas intensos de la Sinfonía del Nuevo Mundo, de Dvorak. Bandadas de pájaros cruzan el cielo, mientras Helios enrojece y deja atisbos de oscuridad entre las nubes, formando unos resplandores filtrados de una manera  hechiceramente hermosa. La oscuridad ha cerrado el paso al día, y tan solo la luna ha dado una apariencia muy débil de luz. No hace falta más.
 Las parejas se ocultan en la zona mas boscosa; niños y mayores con sus mascotas, se ha retirado hacia otros lugares también muy especiales, como la Plaza de Oriente o el Madrid de los Austrias. Me he quedado solo con mis propios sentires y me encuentro muy feliz, lo  que me impulsa a abrir los brazos, proyectar mis mejores sonrisas, danzar y pensar en esa Barcarola que fascina y que pertenece a la opera "Los Cuentos de Hoffman", cuyo autor es Offenbach. Faltan mis brujitas, pero en mi alegre soledad comienzo a dar los primeros pasos de baile y escucho unos aplausos gansos que me ponen colorado, por lo que me tapo la cara con los brazos a fin de evitar cualquier posible reconocimiento facial. ¡Ay este loco surrealista y entusiasmado!
Me dirijo hacia una pequeña zona oscura en los aledaños  del templo, donde tomo asiento a fin de contemplar un paisaje muy especial, incluidas las luces lejanas de la ciudad. Aquí, silencio y ensoñación, tan solo algún susurro de felicidad y placer, que el bullicio queda lejos, aun a pesar de estar tan cerca.
Le decía de forma epistolar un onírico Pablo Ruiz Picasso a Henry Kahn Weiler en 1944: "Creo que los fantasmas no son vapores neblinosos, son algo solido. Cuando quieres clavarles un dedo, reaccionan". Estoy de acuerdo con el genio universal de Málaga, pero con la salvedad de que me gustan mas los besos que los dedos en la llaga, prefiero el goce ante el sufrimiento. No oculto que soy un soñador, aunque sea despierto, porque ese tiempo de fantasía llega a formar parte de  la vida de uno mismo, y no hay ser humano que lo pueda borrar. Así, que abro bien los ojos a mi manera, ensancho mi sonrisa con una pizca de malicia y comienzo a gozar de una existencia diferente, pero autentica y pletórica de vida, encerrándome en mi mismo y vibrando bajo las estrellas.
Decido mirar hacia el horizonte, al tiempo que rebobino en el entorno de mis pensamientos con mi danza interna. Con la imaginación, que deseo no me abandone nunca, el pasado se vuelve presente y regreso al país de los Faraones, de los Ramsés, Hacheshup, Tutankhamon... Quiero gritar de emoción. Acuso las vibraciones del que  todavía considero el viaje de mi vida a la tierra que me cautivó y hacia la que siento una fascinación cargada de intensidad, en la que tuve privilegio de ver amanecer en el desierto.

FASCINACIÓN EGIPCIA

Tras un vuelo desde Madrid, y siempre de la mano de mi Jimena del alma, el avión me deja en Luxor, la antigua capital de Tebas, tan cargada de historia ella. Horas después, a las dos de la mañana llega el momento de sentirse aun mas ansioso al entrar en el autobús que forma parte  de un convoy escoltado por la Policía egipcia, incluyendo a dos agentes armados por cada uno de los treinta vehículos. Es tanto lo que siento en esos momentos, que ya sentado abrazo a mi compañera, quien me dice esté quieto, que modere mis ímpetus, que prefiere dormir un poco. "Que además no estamos solos" me dice un tanto asustada. Es igual, la arropo, sonrío y me dedico a mirar por la ventanilla. La noche es hermosa e invita, si, a soñar con ese pensamiento que no cesa, pues la estrellas y la luna alumbran con sus reflejos un paisaje sugerente que permite recordar mis conocimientos,  no muy profundos, pero enriquecidos por los sentimientos propios y mi manera de disfrutar, que pensar es gratuito y enriquecedor, y no hay que perder la ocasión. Así que decidido a pasar la noche en vela para contemplar mis realidades. Le digo a mi amigo Mohamed que si tiene poderes a fin de parar el vehículo, permitirme bajar del mismo y sentir en directo esos vientos que arrastran, mirar esa luna tan especial. Me dice que es casi imposible, que vamos muy pillados de tiempo, pero que si quiero sentir ese ambiente, me deja un Mp3 con el sonido que emana del desierto y la música del entorno. Acepto, me pongo los cascos, veo formaciones de dunas, al tiempo que escucho un viento envolvente, seguido de unos compases con sabor moruno, que intento imitar, si bien mis compañeros de viaje me chistan para que calle, que dicen grito muy alto y despierto a todo el bus. Sigo con una alocada incontinencia verbal, pero en mi interior. No sé cómo me contengo tan dócilmente. Me parece increíble, pero lo que solamente había contemplado en las películas, lo siento real y fantástico a la vez: una caravana de camellos montados por sus jinetes, se desplaza entre las arenas. Saco la cámara, pero me falla el flash, por lo que me quedo sin foto. Es igual, que la imagen se quedara en este cerebro que funciona a ímpetus, a veces salvajes, pero intento que siempre sean dulces.
He entrado en territorio de Nubia y el día esta más próximo. Me dice Mohamed, que ahora puedo cantar, que lo haga en voz alta, que despierte a todo el mundo, para que nadie se pierda una visión ensoñadoramente álgida. Ha llegado el momento y lanzo con todas fuerzas chillidos no reprimidos y reforzados por la ilusión de este enamorado de la naturaleza. El sol está con ansias de salir y parece saludar con timidez sin traspasar una hipotética línea de horizonte. Poco a poco Helios ya ha alcanzado su zenit y desplegado su manto. Ante nosotros, muy cerca  está la frontera de Sudán, que no atravesaremos. Mi impresión al nivel mas alto, se queda en el incomparable marco de Abu Simbel y  en la gigantesca presa de Assuán, también conocida como Lago Nasser. Allí, donde ahora habitan  cocodrilos, años ha se albergaban templos impactantes  de dimensiones que rompen todos los esquemas científicos y humanos de la lógica. La frescura del desierto nos ha abandonado y el calor aprieta muy fuerte. Hay que entrar en los templos, admirar sus bien moldeadas dimensiones y apreciar unos trabajos que afortunadamente hoy nos permiten disfrutar con total intensidad. Pero el viaje no ha terminado aun, porque quedan muchas maravillas de las cuales Egipto es un país de enorme riqueza.
Afortunadamente, a invitación del gobierno de Egipto, hasta este lugar se trasladaron equipos de arqueólogos de todo el mundo. Antes de comenzar las obras era necesario rescatar las maravillas de las maravillas y trasladarlas a un emplazamiento  seguro,
 a unos cuantos metros mas allá. Fueron trabajos muy duros,  laboriosos y largos, que requerían clasificaciones piedra a piedra, numerarlas adecuadamente e instalaras de nuevo tal y como estaban, en este enclave que ha merecido el titulo de Patrimonio Mundial de la Humanidad. La labor de los  técnicos españoles fue justamente recompensada,  y gracias a ellos ahora se puede disfrutar en Madrid, al lado del Parque de Rosales y muy cerca de la Plaza de Oriente, de la magia del templo de Debod.
Ha llegado el momento de volver a la realidad de este perro mundo. Oigo el ladrar lastimero de un can y salgo de mi ensimismamiento. El animal se calla y da paso al cantar de los grillos. Me levanto y disfruto también con intensidad de la iluminación del templo de Debod. Camino hacia el Palacio de Oriente y el Teatro Real, me detengo ante el Campo del Moro y me pierdo por el Madrid de los Austrias, mientras en mis oídos suenan las notas de "Rondata di Madrid", de Luigi Bocherini.

MANUEL ESPAÑOL





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