En el bello entorno de Blecua (Huesca) se cuida el paisaje. / (Foto: M.E)) Tengo los codos apoyados en mi ventana y en esta ocasión me ha dado por pensar en lo divino y en lo humano. Ya sé que a veces da la impresión de que estoy algo así como una cabra con tintes surrealistas pasados de rosca. Pero es que hay momentos en los que me siento extremadamente provocado por intolerantes que tan solo se escuchan a sí mismos, personajillos que se creen capacitados para sentenciar en cada frase, y que además no entienden la máxima de “respeta y serás respetado.” Siento que surjan problemas que pongan de relieve la alta incapacidad de algunas de las partes. No me refiero exclusivamente a los tropiezos políticos, ni a frases hechas como esa de “los extremeños se tocan”. Jamás. No quiero faltar a nadie, y menos en una época como esta en la que se produce una carencia casi total de argumentos debidamente razonados. No deseo tampoco molestar ni ofender a persona u organismo...
Se puede soñar a través de un viaje abierto por los espacios infinitos de la libertad, la cultura y el diálogo