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ROMA 1 / PERIODISTA, BOHEMIO Y PICARÓN

Foto: M.E.
Una imagen muy frecuente en la plaza España de Roma (Foto: M.E.)

Cúpula abierta en círculo en el foro. Foto: M.E.
Arriba, una imagen de los jardines
Villa Borghesse, en Roma. Al lado, estatua dedicada a Rómulo y Remo. Fotos: M.H.
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  Como en un concierto con notas alteradas y alegres e irregulares, y en medio de un impresionante bullicio, todas las campanas de Roma son mágicamente volteadas, repican con una fuerza especial llena de aires ensoñadores, y sus ecos se multiplican hasta el interior de muchos corazones. Acabo de llegar a una ciudad envolvente en pleno, y me dicen que los peregrinitos a los que tanto quería Federico García Lorca, que son primos, les ha dispensado el Papa y ya se han casado. Parece que estoy absorbido por una música que traslada a un mundo único con miles de cargas de seducción. Toda Italia es una llamada para disfrutar de sus paisajes, de sus artes. La Ciudad Eterna despierta, despliega y proyecta su irresistible poder de atracción, y anima a perderme además por esos mundos tan apasionantes de Italia. por Pompeya, Nápoles, Sorrento, la Costa Amalfitana... Acepto la invitación a mi mismo que surge desde mi yo más profundo, y espero que me acompañéis. De momento centrémonos en la Roma seductora cargada de magia y de sonrisas
Sí,  ahora me encuentro felizmente  perdido por la Plaza de San Pedro. Se me dilatan las ganas de vivir y nunca despertar de un sueño hermoso que late muy fijo en mi interior. Dentro de dos horas aparecerá Francisco para bendecir a los miles de fieles que se han concentrado después de haber pasado los abundantes controles de seguridad acumulados en el entorno. Es tanto el gentío agolpado y tantas las voces que se escuchan en esta Torre de Babel, que la falta de espacio vital resulta tan evidente, que no puedo más y decido escapar, pasear y recrearme en esa locura machaconamente incontrolada, que amenaza mi integridad física y mental. Me cruzo con muchos curas, monjas de distintas razas ataviadas con su toca, obispos y hasta cardenales, que no quieren perderse el acontecimiento y así estar cerca del Papa. Lo que ansío es introducirme como participante activo en esta ciudad tan caótica, que para mi es el caos mas hermoso del mundo. Así que abro la boca en plan divertido, alzo los brazos, giro sobre mi mismo. Hago que se me dilaten las pupilas  a la vez que mi mente soñadora, y comienzo a lanzar mis besos en todas las direcciones. “Estás chalado” me susurra el portavoz de mi conciencia loca. ¡Oh Roma, mía cara Roma…”, que  debo dar  la razón este Pepito Grillo  que me martiriza. 

¿SOY GINA O CARLA?

El caso es que después de ver pasar grillos, moscas y mosquitos alrededor de la testa quebrada, al final me sitúo ante las puertas de los dominios del Estado Vaticano, me encuentro con los integrantes de la Guardia Suiza acosados por las chicas y haciéndose fotos con ellas. Mientras, me fijo en las ragazas y en la fauna que por allí circula.  Se me acerca un hermano inmigrante con cara de bueno, de los que han llegado a Italia en peligrosas barcazas, que me  habla en un mediocre español y trata de vender paraguas, que dice va a llover y no quiere que la humedad me cale a mi, que soy propenso a las molestias reumáticas. Elevo la vista hacia el cielo romano, y un poco gris ya parece que está, aunque su luz no deja de ser plácida y  bella. Por si acaso compro su mercancía. Gracias Nango por tu amabilidad, me acodaré de ti y de los que contigo cruzaron los mares, cada día de lluvia.
Fuera de las murallas, me voy por ahora, que la iglesia, Papa y el Museo Vaticano ya los visitaré mas tarde. Me siento en el velador de una terraza, un camarero me pregunta qué deseo, le digo que me sorprenda, pero que no se pase en el precio. Se llama Fabricio, pone ojos pícaros, y me dice que si soy español. Afirmativo. "Si es que españoles e italianos -asegura- somos iguales. Te traeré un vaso de limoncello. Ya veras, te va a gustar. Si no es de tu agrado no te cobro". Y yo tan feliz, hasta que vuelve con la bebida acompañada de un aperitivo consistente en patatas fritas y aceitunas rellenas de anchoas. Y ahora a sonreír y a pensar sin cerrar los ojos en esta ciudad que enamora y que fue cabeza de un imperio con sus luces y sus sombras. Cuando creía estar a salvo de los vendedores ambulantes por los que siento debilidad (que me perdonen los comerciantes formales que pagan sus impuestos pero no reblo), me llega otro hermano inmigrante, que por un euro me `proporciona  diez postales, aunque el aspecto del chico es tan triste que me da rabia y prefiero darle de más. En una de ellas se encuentra la fotografía de la escultura original de la loba y Rómulo y Remo, en la que fijo mi atención e invita a levantar la vista hacia las colinas. Cuenta la leyenda (no me atrevo a decir historia) que los dos gemelos, hijos de una princesa, fueron abandonados por su madre, si bien una hermana loba los adoptó y cuidó como hijos dándoles de mamar. ¡La madre que los parió! Mal por la mama y bien por ese animal que dio lecciones de humanidad, tal y como hoy en día suelen hacer muchos cuadrúpedos. Que uno y otro son considerados como los fundadores imperfectos de Roma, aunque la ambición personal se cebó entre ellos y Rómulo terminó matando a su 
hermano.  Imaginativa pero lamentable historia.

TODO EMPEZÓ CON UN LIMONCELLO

El caso es que hoy no es un día triste, nada mas lejos de la realidad. Estoy seducido por la Roma de Federico Fellini, de Miguel Ángel, Alberto Moravia, Rafael y La Fornarina;  por la historia de la ciudad, edificios y la riqueza humana de sus gentes. En mi casa no se preocuparán  en exceso si un día llego a desaparecer del domicilio, saben que si me buscan por esta ciudad tan inmensa bañada por el Tíber me encontraran con facilidad, eso si, espero que bien acompañado frente al Panteón. No, si no hago más que cumplir con las normas divinas, que como aseguraran le dijo Dios a Adán, "no es bueno que el hombre este solo". Y por favor, no me digáis machista, que no lo soy.
Doy un sorbo a mi limoncello y me parece exquisito. Otro motivo para mi éxtasis romano que sigue en pleno aumento, resulta  especial es cuando muy cerquita de donde estoy, se encuentra una chica rubia muy parecida a Milva cuando esta se hallaba en su esplendor. La de ahora se llama Carla, instala un micrófono al que acopla un potente amplificador, se sienta sobre una banqueta tras haber puesto la funda de su guitarra extendida con una exposición de sus discos grabados, y con una potente y bien modulada voz hace sonar el "Tango Italiano". Estoy encantadísimo. Con mis movimientos rítmicos de cabeza, manos y pies, toda una muestra  de expresión corporal fluye la música hacia mi sistema nervioso. Pero sucede que de repente me quedo parado cuando en vez de cantar "a mi amor italiano", me guiña un ojo y dice "a mi amor español", que para ello no estaba preparado. ¿Y como sabe esta que soy tan ibérico?. La otra para la música, se ríe, a través de su mano sopla suavemente y me lanza un beso que me preparo a asir sin perder tiempo. Colorado como un tomate maduro me quedo, oiga. Y no he hecho otra cosa que ser un recién llegado a Italia. ¿Que más sorpresas me depara el destino en esta tierra del bello canto, de grandes pintores y escritores?. Pues resulta que antes de que viniera  e instalara sus bártulos la espléndida ragaza, Fabricio ya le había advertido de que soy de la tierra en la que Agustina de Aragón disparó el cañón e hizo huir a los franceses, que por si acaso que me tratara muy bien. Así que sin darme tiempo ni siquiera de aplaudir, llegó ella hasta mi y me dio dos besos, uno en cada mejilla, no vayan a creer. Y la muy bambinaza al ver la cara de gilipollas que se me quedaba, no pudo hacer otra cosa que reír abiertamente y enseñar su hermosa y perfecta dentadura blanca. En el  momento aparece Fabri  carcajeándose  sonoramente mientras los turistas sacan fotos y dispuestos a echarse a correr por si me daba por disparar el cañón. Y como allí nadie se movía decidí integrarme en un espectáculo que podría ser autoría de Vitorio de Sica. Y yo que iba a ver al Papa... ¡Ay que poco Pío que soy!
Como estoy a extramuros del Vaticano, miro hacia la cúpula de San Pedro y me santiguo. ¿Y si viene Jimena y me sorprende? Me río de mí mismo, cuando pienso que ella se ha quedado en España. “Ya, ya…”, me dice el malasombra de Pepito Grillo con mucha guasa, bichito malo que pica y que se ha infiltrado en mi interior a través de la oreja izquierda. Así que trato de darme una bofetada suave, eso sí, en el  oído correspondiente a ver si espanto a semejante ser feo y con alas, y curiosamente Jimena me llama al móvil, que dice se encuentra por el Coliseo con su amiga Lucrecia y que quería ver unas tiendas  de la Vía Venetto, que desea darme una sorpresa y me da libres unas horas mas hasta que nos encontremos.  De repente, bobo de mi, me cambia el color de la cara, palidezco y trago. “Pero mi amor, ¿no te habías quedado en Zaragoza con la tía Cuqui y con Lucrecia? Al otro lado del teléfono se oyen unas risas antológicas, y a continuación me pregunta por mi llegada a la capital italiana, que si he visto algo de interés antes de encontrarme con Paolo, mi amigo de infancia, que va a ser mi compañero de viaje. Le digo que he ligado con una rubia espectacular, y que además me espera una morenaza de impresión. Ella vuelve a las risas y termina aplicando el calificativo de “¿fantasmón!” para continuar dándome un aviso. “Con tal de que no vayas a ver a Michelena, haz lo que te de la gana y diviértete. Utiliza tu carnet especial para entrar gratis a los museos y visita todos los que puedas, que a ti te gusta mucho el arte…” En ese preciso instante, Pepito Grillo vuelve a atacarme con su aguijón afilado. Le explico a Jimena lo que pasa. “Bah, para qué hablar más cariño. Te llamaré mañana, Un besito”. 
 Me doy cuenta de que el campo se ha despejado. No, si no quiero irme con otra, que como mi chica no hay ninguna, pero cuando empiezo una película me gusta llegar hasta el final, por lo que tras unos discretos pasos, no sé cual es mi realidad (¿presente o soñada?), digamos que presente, y mi expresión se torna alegre y miro con ciertos aires pícaros a la imponente cantante. "Es mi hermana -dice Fabricio- y se llama Carla". Y Carla y yo nos damos un abrazo en señal de paz, que no de otra cosa, aunque esta vez si que le digo con el ritmo de la canción anterior, eso de "mi amore italiano..." . Y ella responde "Lara lana, laralaralaralara.....". El resto pasa al secreto del sumario, que no es cuestión de sacar a la luz intimidades ni bravuconadas. Como no hay morbo, los improvisados paparazzis con aspectos de coreanos, japoneses o chinos acosadores, nos dejan solos a los tres protagonistas de tan simpática broma. Le digo a Carla (no Bruni), y es verdad, que resulta mas guapa que la ex primera dama de Francia, y que por supuesto le supera con muchas creces. El fraternal de Fabri me dice que su tiempo de ocupación laboral ha acabado por hoy, que si quiero me puede acompañar hasta el Castillo de Santo Angelo, recorriendo una parte de Roma muy especial que ya conocía, pero en la que cada vez que voy descubro maravillas diferentes, y que en esta ocasión con la compañía de un romano que parece ser buena persona, y cargado de sentido del humor puedo percibir sensaciones no exentas de ciertos aires fantásticos. Ha llegado el momento de despedirnos de la ragazza, que dice sentir mucho dejarnos, pero que debe ir a una audición en la que le pueden abrirlas puertas de la RAI. Antes le he comprado tres de sus discos; uno de ellos lleva el "Tango Italiano" y éxitos que fueron de Nicola di Bari, Albano, Claudio Vila, Doménico Modugno.., otro de canciones del mar; un tercero y que me llena de ganas arrebatadoras esta dedicado a la música  con aires napolitanos incluyendo ciudades que visitaré muy detenidamente y que estuvieron plenamente vinculadas a la antigua Corona de Aragón, y después a los Borbones, aunque luego llego José Bonaparte... Y así es la historia. Pero vayamos a lo que vamos, con un poquito de pimienta y sin demasiada malicia.

¿SOY GINA O SOY CARLA?  

Pasamos por una avenida central que parte de la Plaza de San Pedro, una calle llena de vida y de monumentos. No hemos comenzado a caminar y una monada de criatura  al pasar a nuestro lado le pone las manos tapándole los ojos al amigo. "Oh mio caro Fabricio, ¿Soy Gina?". Y el contesta: "No, Lucia la bella". Risas y más. El me presenta a su chica y quedan para el día siguiente en la Fontana de Trevi, y ambos me invitan  al encuentro. "No me falles -dice el amigo en plan gracioso- que esta siempre viene acompañada de su inseparable Gina; oye, una modelo que te gustará". "No, si ya he empezado a ver los monumentos de Roma", le contesto. "Ay Fabri como la has liado. ¿Y que le digo ahora a Jimena, que solo es una cita sudo profesional?" Ha jajá ha, lo dejamos así todo lleno de interrogantes. Además ella no iba a tragar con toda la razón del mundo, aunque reconozco que soy joven, pero de edad avanzada, eso si, de un espíritu tan fogosamente juvenil... Mejor me callo. Por si fuera poco, a la pobreta le hace ilusión que dedique un día a Villa  Borges  a fin de recordar momentos muy especiales de tiempos ha de nuestro amor. ¿Los cuento?, ¿no los cuento? Por ahora me abstengo. Bueno, no os preocupéis, que algo dejare entrever. ¡Pero no demasiado!. Porque bala bla…
Seguimos a orillas del Tiber. El panorama es el mismo: cardenales y obispos caminando deprisa, parejitas asidas de la mano que cuando no ven a la curia se dan el piquito mirándose tiernamente a los ojos. Doblamos una esquina y me introduzco por unas manzanas históricas con clásicos palacetes, diría que del siglo XVIII y que ya han sido vendidos un par de veces y algunos de ellos, muy limpios por cierto, aprovechados para dar alojamientos y desayunos. Dos de ellos están regentados por Michelena, no muy alta, morena, guapa, delgadita y ojos grandes y expresivos, así como de una naturalidad muy arrebatadora. Me dice el amigo, no sé ya si colega,  que por la descripción dada cree que la conoce, que le gustaría visitarla. ¡Menos mal que le he dado, esta vez no he ido de farol! Sea. Estamos en Via Tiburcio, a unos 300 metros del Vaticano, y detecto que Fabricio ha perdido la cuerda del reloj y que con toda su alegría ya mueve elocuentemente las manos sin mirar su esfera ni un instante.  Llamo por el telefonillo de un patio regio: "¿Martina? Soy yo, Gabino, de Zaragoza, España. ¿Podemos verte? Estoy acompañado de un amigo, Fabricio, el camarero simpático y guaperas que hay cerca de los accesos de la Plaza de San Pedro.
-¿Y tu quien eres?
-Te lo acabo de decir: Gabino, de Zaragoza.
-Entiendo, el amigo de un canalla y hermano de una cantante bellísima.
Dejo de pulsar y le comento con voz muy bajita a Fabri que "me parece que aquí no estamos bien vistos". Y el me responde con una guasa que no le cabe que "lo seras tu. Ella es Gina, la amiga inseparable de mi hermana. Si te digo la verdad, no esperaba esta sorpresa". Estoy que alucino. Me quedo parado y en silencio, y pienso que estoy junto a un autentico granujilla, muy simpático y de los que aquí hablan las chicas y algunos chicos de los "bellísimos",  y a la vez persona abierta  y amable. Mientras, este capullo servidor de ustedes, ha guardado un silencio no exento de cierta dosis de inocente expresión pícara con su sonrisa contenida. En realidad los dos nos hemos quedado parados al no tener respuesta de Gina. "Te digo una cosa..." soltamos a la vez, cuando inesperadamente abre la puerta la amiga de la hermana del amigo, que sin mirarme a la cara ni decir palabra chica se abraza tiernamente a chico. Luego vienen las presentaciones y ella me da un beso en cada mejilla. No, si aun diría que por el aspecto y la empatía mostrada son como una moderna versión de Mina y Adriano Celentano. Ella nos hace subir al hostal y quiere invitarnos para esperar a Michelena y poder salir ella. Luego me entero de la verdad entre estas dos figuras y sus pícaros besos. Grandes amigos y amantes intermitentes. Resulta que por razones  de vecindad Michelle va con mucha frecuencia al velador de Fabrizzio con quien entabla relaciones de amistad y con el tiempo le encuentra colocación a Gina en el hostal. Fabrizzio, que en realidad es cantante, no tiene demasiada fortuna con los contratos y decide ganarse la vida en el mundo de la hostelería, en el que tan bien se desenvuelve. En su casa conviven Fabri, Clara y la mama, que borda los espaguetis, y es él quien hace la principal aportación a la economía familiar, porque la hermana no gana ni para cubrir gastos y la mama ya tiene suficiente como para aguantarlos. El se ríe de manera contagiosa cuando explica su situación  y asegura estar enamorado de la vida. Pero claro, que a la hermana hay que ayudarla a vender discos, "porque es muy buena. Es la mejor".
El paso de una llave descubre que la jefa acaba de llegar. Y lo primero que hace y eso ya me mosquea, es abrazar al granujilla; después me mira de una manera gestualmente de si pero no, empieza a mover los dedos, y me dice: "si, tu eres el amigo de Zaragoza. Me alegro mucho de verte. Dame un abrazo". Y el abrazo es tan fuerte que me quedo como flotando entre nubes. ¡Vaya achuchón! Así los quisiera yo todos.
 Ya veo, que mi amigo es un pinta generoso al que le van muy bien canciones como "Enamorado de ti"... Claudia, Lucia, Gina, Michelle en una lista que se podria hacer interminable y acaba  con algo así  como: "un beso a todas daré, laralarala..." y vuelve a nombrarlas. No, que yo a este no le presento a mi Jimena, que ella es solo mía. Pero como es un buen tío, no sé lo que finalmente haré. Que si, que se traiga a Gina y lo pasaremos en grande los cuatro. "Y un beso a todas daré, Gina, Jimena...". Que la vida es bella. ¡Huy la que vamos a liar"
A todo esto, como he dicho en mi hostal  romano que quiero sacar fotos en la Fontana de Trevi y que mi intención era ir solo, Fabricio asegura haber cancelado su compromiso y que ahora tiene todo el tiempo libre, mientras que Gina, ya menos estirada ante mi, no oculta que le gustaría hacer de modelo. Un lujo para este permanente  aprendiz de todo y que de poco sabe.
Con la ragaza hemos quedado en la propia Fontana de cuyo nombre no me acuerdo, mientras que mi amigo y yo por fin llegamos al Castel Sant'Angelo tras una buena parrafada fútbolera; él de la Roma, yo del Real Zaragoza.  También me asegura que es forofo de la Juventus, de su Turín natal, y por una vez me veo en una posición propicia. Le explico que en una de esas copas europeas de hace años, el Zaragoza eliminó a la Juve en primera ronda y que allí hay una Peña cuyos componentes tienen por costumbre cuando su equipo cae eliminado, hacerse seguidores del ganador hasta que le cortan la buena racha. "Así viajamos los amigos todos los años por los países europeos". Eso me lo contaron también cuando vinieron a verme sorpresivamente a la Redacción en la que prestaba mis servicios profesionales.  Y al hilo de ello mi nuevo y a la vez entrañable amigo, me trasladó unas historias, que precisamente le tienen a él como protagonista cuasi principal... "Fueron jornadas inolvidables" salta sin pausa Fabri, y mi sorpresa es total, cuando añade que "entonces era un niño que comenzaba a asomarse a la vida, y mi primera visita a España fue a Zaragoza. Como el viaje a la capital aragonesa lo hice con mis tíos y todo era nuevo para mi, mis retinas grabaron permanentemente en este a veces obtuso, a veces despejado cerebro. Iba vestido con el uniforme juventino, y dándose el caso de que entonces aspiraba a ser cantante, al cuello me anudaban la bufanda de los tifosi para que cantase sin parar eso de ¡Juve, Juve, Juve!. Muy mono ya debía estar, porque la gente me paraba, acariciaba la testa y me hacían fotos mientras me ponía a cantar “La bambola”.  ¡Que buena gente los maños!.   Fui dos días a la Basílica del Pilar a ver a la Santa Madonna, y el segundo me gustó mucho mas. En la primera ocasión no creas que tanto, que como la misa era a las 6 de la mañana, por mucho y bien que cantasen los infanticos,  auténticos maestros de las voces blancas, me quede dormido. Pero a la segunda fue la vencida cuando mis familiares me sacaron de la cama y llevaron directamente a la ducha para intentar despejarme; y grité, grité y grité tanto, que llegué a espabilar. Resignado les acompañé de nuevo a misa de infantes. Por lo menos, eso si, como son muy de las tradiciones del lugar donde se encuentran, tras la misa mis familiares me llevaron a tomar chocolate caliente con churros en la calle San Pablo, que ¡Mamamia, estaban deliciosos! Por cierto, Gabino, ¿como va este año el Real Zaragoza?" Me quedo parado y timorato y finalmente le contesto con resignación que “parece un ascensor irregular, pero que desde hace varias temporadas nos tiene acostumbrados a todo. "Lo siento dice Fabricio, pero si te digo de verdad, ha sido, es y será mi equipo español"...  Nos damos un sincero y fuerte abrazo. Y yo tan contento.
Mi entusiasmo aumenta de grado y tras decirle a Fabri que todo muy bien, que de acuerdo, no puedo dejar de explotar lleno de admiración  ante la belleza histórica  y artística del Castel de Sant'Angelo, escenario de tantos recuerdos y leyendas que marcaron huellas imposibles de borrar. Son numerosas las ocasiones que dicho monumento ha sido también  utilizado como marco para la grabación de óperas como “Tosca”  de Puccini, o películas como “Vacaciones en Roma”. “Lastima, pero es que me gustaría tanto hacer revivir personalmente a los protagonistas de dicho filme... Lo que daría ahora por parecerme a Gregory Peck. Pero es que necesito una pareja como Audrey Hepburn”. Observo que mi amigo me mira como quien no ha entendido nada, por lo que recurro al apoyo de la gesticulación, hago como quien conduce una moto expulsando sonidos agudos y observo que el gentío se paraliza, que pasa una linda ragaza a la que  tomo de la mano y se la beso y la otra está  que no una puede parar de reír, por lo que de esa guisa observo que, con el pulgar de la mano derecha la chica señala hacia atrás y dice: “el mío ragazzo”, mientras su pareja veo que pone cara de bestia y viene hacia  mí gritando eso tan manido de “bravo, bravisimo, bravisimisimo”, que me deja estupefacto. Vamos, para no creerlo. Y cuando pensaba que me iba a soltar una pizza de acero a la Romana con la fuerza de un gladiador, me dice: “Gracias, no sabe un usted la alegría que me ha dado y cómo sin querer me ha facilitado las cosas. Ella se llama Carola y es mi novia, pero llevaba tantos días cargada de seriedad y casi sin soltar palabra conmigo, que le ha hecho hablar y reír, algo que yo no lograba. Y eso que ya estaba casi harto de hacer de mono titiritero, el más mono del mundo entero. No puede imaginar la sensación que me ha dado”. Asió a Carola por los hombros y ambos se besaron, pero no en la mano El caso es que me quedé con cara de lelo sin entender nada, mientras Fabri no podía más de la risa. “¿Y con esa pinta quieres parecerte a Gregory Peack? No te preocupes, que se trata de dos actores que se dedican a tomar el pelo al personal, mientras son grabados por unas cámaras ocultas de la RAI2. Has estado cómicamente sensacional. Si quieres podrás ver el programa, que además es de máxima audiencia”. “¿Y has sido tan capullo que no me has avisado de la que se me venía encima?”, le explico con la cara de no haber perdido el sentido del humor. Mira, yo sólo deseaba explicarte… “Si, que querías ser intérprete de una réplica de “Vacaciones en Roma”, pero como no tienes vergüenza, igual que yo, no te importa hacer a la vez de moto, de piloto y de paquete incluido en el mismo lote. “Manma mia, per la Santa Madonna. No se para que darte más argumentos, que me has ganado la partida, Fabri. ¡Viva la gracia italiana!, pero espera a conocer lo que sabemos hacer en España para devolver los golpes bajos”. Así que mi amigo turinés, que lo que no entiende bien, o lo disimula con nuestras jergas, me dice finalmente,  que mi frasecita la había entendido que quería golpearle en la hoja de parra que llevaba Adán para tapar sus vergüenzas. Y esta vez no disimula nada, porque a Fabri le da un ataque con sentimiento de mucho humor, con la ocurrencia de improvisar a la salida del Castello (antiguamente Mausoleo de Adriano), un combate de boxeo a modo de juego de niños traviesos, que algo de ello ya tenemos. En ese momento se meten entre nosotros dos agentes de policía bellísimas, cada una con un pito de silbar por el que soplan a pleno pulmón. Nos paran y separan, y la juerga interna nuestra es indisimulable. Nos someten a un ligero interrogatorio consulta con su toque banal ante la presencia de unos veinte ciudadanos romanos que nos rodean y que no paran de soltar sus risas tan contagiosas, que hasta las policías no pueden más. Al final piden nuestros números de teléfono y hasta la dirección del domicilio de cada uno. El amigo habla  por mi y dice que vivo en su casa, en el Trastevere. En contraprestación ellas también nos ceden la numeración de sus celulares y su misma dirección. Al final confiesan que no son de la Policía, sino unas modelos que acababan de hacer un pase de presentación de los nuevos trajes  para las agentes del instituto armado. Decidimos intercambiar unos cariñosos ósculos y nos despedimos para el día siguiente, ante  los aplausos de un público que se ha divertido a nuestra costa. Hay que ver a estos italianos tan latinos y pícaros como nosotros los españoles. ¡Ay¡ si me pierdo, que me busquen por Roma, Florencia, Nápoles, Verona, Siena…. Pregunten por… Bueno, mejor que me lo reserve.

TREINTA VECES TREINTA

Pero sigo en la Ciudad Eterna y para ser sincero, la auténtica realidad es que aún no he comenzado a visitarla. Treinta veces  que hubiese estado allí, por espacio de treinta días cada vez, serían insuficientes para conocerla en todas sus dimensiones. No hay manera de despegarse del Castello . Me entusiasma, y mis pupilas denotan emoción y unos sentimientos  de auténtico encantamiento. Mi amigo lo entiende, “pues a mi me pasa lo mismo”, asegura. “¿Pero te acuerdas –dice- de que el reloj no se para y que Gina ya estará esperando en la Fontana de Trevi? Sueña, sueña sin parar y prepara tu cámara, que ya estamos y te  espera la modelo más espectacular. Allá que llegamos y veo una Vespa de 125 c.c.. Ahí está, es ella, la más guapa, la mujer que  ilumina a los hombres a través de su mirada efervescente. La más descomunal y la gran cantante por excelencia de la bella Roma. ¿He dicho cantante? Genial, lo es. Fabri sufre un ataque de buen humor y me dice que “tu confusión es mayúscula. En quien te has fijado ha sido en la mía sorilla. Eh, ¿te gusta?” Pues hazles fotos a las dos y después yo me voy con Gina y tu con Clara, que además ha venido con esa Vespa modelo “Audrey Hepburn”. Bienvenido a Italia, cuñadito! Yo sé que a mi hermana no le molestará en exceso ser tu acompañante, que un favor no es para que lo niegue al amigo de su hermano. Además ¿qué hay de malo que una chica bonita haga de cicerone ante un caballero español? No pienses en nada raro, que a esto le llamo fraternidad, aunque del todo todo…; si se quiere, con algo de picardía. Tal y como se explica en el final de la película “Casablanca”, este puede ser el  comienzo de una hermosa amistad. ¿Será mentira, será verdad?
¡Bella,  belísima, belisimísima---“ Que en vez de una modelo tengo dos que llaman la atención ante el gentío concentrado! La morena es Gina y la rubia Carla y ambas presentan unos vestidos muy de vanguardia y diría que hasta un tanto escotados. Toda una borrachera de belleza.
Pero el día está a punto de acabar y ardo en deseos de introducirme en Roma la noche, en esa Vía Venetto tan sumamente especial que seduce con elegancia y sin alternativa posible.  Llega el momento de la despedida de un día inolvidable, la mama les espera en casa a Carla y Fabri, que les aguardan unos familiares de Calabria. Me da pena dejar a la chica y su hermano, todo tan comprensivo. ¿Me entienden?.  Ella me da un besito nada escandaloso y quedamos para el día siguiente a fin de disfrutar de un encuentro en solitario y hacer una excursión en Vespa125, sí, la del periodista y la princesa. ¿Recuerdan? Eso no es solo amor a primera vista, y que cada cual piense lo que quiera.  Pero no me sean demasiado picarones.

AL RITMO DE FELLINI

Camino, camino y paseo sin cesar mientras en mis  oídos suena con la máxima armonía e la música de Nino Rota. Es cuando me acuerdo intensamente de las maravillas Fellini. Paro un taxi. “Signorina, ¿puede llevarme a los estudios de Cinecitta? Dice que le place, y que si no fuera porque hablo en español “porque soy nacida  en Guadalajara, no le hubiese entendido nadie”. La conductora se levanta y con el dedo índice  levanta la gorra y sonrientemente irónica  me guiña un ojo. Se niega a cobrar la carrera y me deja en la puerta principal. “Es que, verá usted, que aquí espero encontrarme con Sofía Loren; pero acabo de conocerle a usted y ya no estoy tan interesado en protagonista de “Los girasoles”. Ella se besa a continuación dos dedos de la mano derecha y de inmediato  los pone en mi frente para decirme que “ya hemos legado a destino. Si quieres que te lleve en el retorno, aquí tienes mi teléfono. Que pases buena noche, guapo”.
Llamo a la puerta y me atiende un recepcionista de dos metros de estatura que dice estoy autorizado a pasar, siempre que acceda a participar como figurante en el rodaje de una película homenaje a Fellini. “Siéntese cómodamente, amigo y espere la llegada de los artistas a fin de empezar la filmación. Pero el comienzo tarda en demasía, por lo me prestan una manta para que no pase frío y noto que empiezan a las imágenes surrealistamente distendidas.
Abro los ojos con atención máxima y me doy cuenta que  estoy en una sala apenas iluminada. Una música romántica, sensual, suena  muy agradablemente con el adorno de  unas bombillas de colores y con luces indirectas El ambiente empuja hacia la pista central. Casi sin darme cuenta, mi imaginación soñadora me lleva a ver las caras de Federico Fellini, Giuletta Massina, Ana Magnani, Marcelo Mastroianni, mientras que un cañón de luz ayuda a hacer su aparición a la increíble Anita Ekberg, que se mueve cimbreante y provocadora. ¡Ay fantástico soñador de la “Dolce Vita”, de “Amarcord”, “Ocho y Medio”, “El Satyricón”, “Las noches de Cabiria”, “Boccacio 70”, “Julieta de los espíritus”, “I’Clowns…”! Sentado en solitario junto a una mesa de primera fila, comienzo a mover los pies, a bailar con los nudillos de las manos y decido salir de ahí, de ese refugio oloroso a perfume que envuelve y a güisqui y hasta a tabaco rubio. Me tiende la mano Claudia Cardinale y me sumerjo en un mundo extraño en el que nada parece lo que es y en el que es todo lo que parece, y suena en ese momento con toda alegría la música de Nino Rota; comienzo a girar formando parte de una rueda humana de lo más variopinto. Me siento arrastrado por una troupe circense muy felliniana en la que doy vueltas y vueltas sin parar ni marearme, hasta el punto de hallarme en un estado agitadamente embriagador, en el que la estanquera de “Amarcord” me pone un dedo acariciador en la punta de la nariz,  me pasa suavemente el escaso cabello que me queda en la cabeza y hace asomar brevemente sus enormes pechos. ¡Que digo!, pero si en el centro de la rueda se encuentra Capucini con un Mastroiani que no le quita ojo. No me importa, hay muchas estrellas, pero como me muevo entre la Ekberg y la Cardinale sin separar nuestras manos cada vez más unidas lo que e lleva a notar unos sentimientos muy extraños. Ya no sé si estoy de pie o comienzo a flotar en el medio ambiente. Me siento un hombre muy feliz, tan  feliz que no me doy ni cuenta que hemos abandonado la sala y que nos hallamos en la pista del más maravilloso y mágico circo del mundo: el Fellini Circus, en el que no soy una estrella, pero sueño con integrarme en la atmósfera de los payasos, que actúan sobre mi como si constituyesen el más poderoso y atractivo imán. Sí, me gustaría ser como Charlie Rivel, el más grande, o Nabuconodosorcito, Pompoff y Teddy, o los hermanos Tonetti. Sí, sí, portando y tocando con una trompeta,  un acordeón, esa música marchosa y tan circense. ¡Qué desfile tan hermoso!. De repente, la música se detiene y una voz con volumen aumentado por la acción de la megafonía, me dice: “Eh, Gabino, abrázate ahora a Capucini y a Claudia Cardinale”- Es el jefe Federico, al que hay que hacerle caso, y a la voz “acción” nos tomamos por el talle y yo que no me quepo ni en mi mismo, sigo con el ritmo de la música. Dejamos la pista protegida por una enorme carpa, y empezamos a subir por el graderío, en el que la estanquera se decide a asomar de nuevo sus hermosuras, mientras que el travieso Marcelo Mastroianni le hace una de las suyas. Pero ¡viva la alegría! Y los instrumentos suenan especialmente rítmicos con más intensidad todavía. Se rompe la rueda, paro todos seguimos de la mano para salir al exterior, en el que se encuentran unos rapaces que no quieren perderse la fiesta por más que sus madres no paren de ganas de impedirlo. Benetto, el más decidido, se escapa y entra en el círculo para ver de cerca de Anita Ekberg y esta le hace unos movimientos de baile que incitan a la mama a entrar al rescate de su hijo (¡pobre chaval) , mientras Marcelo se arrodilla ante ella, y la fiesta continúa a un ritmo indescriptible, con mama y ragazo integrados en la troupe. Las luces se apagan unos minutos después, pero la luz de la luna es tan hermosa, que una música más dulce y sensual hace que la rueda desaparezca, pero hagan su aparición mujeres y hombres deseosos de disfrutar de un romance de deseo ante las cámaras nada ocultas de Federico Fellini. Mejor pues, que este Charlie Rivel falso y fracasado, fardará, y mucho, bien agarrado a la inolvidable boloñesa Maria Antonietta Beluzzi. Sí, os explico: la estanquera, con sus voluminosas y comentadas hermosuras.
El bullicio, la magia, han cesado. Ya sin mayor remedio. Cuando más dulcemente estaba viendo las estrellas, noto unos golpecitos encima del hombro. Es el 
recepcionista de Cinecitta, que me dice: “Amici, la hora ha llegado y debe usted marchar”. No me ha sentado muy bien la despedida y pregunto donde está Sofía Loren, Mastroianni y Fellini. “Usted delira, que aquí no se ha producido rodaje alguno, ni el señor que es usted, ha hecho de figurante. Ha llegado, le he dado permiso para entrar, se ha sentado en esta butaca de pista y aun sintiéndolo mucho debo decirle eso de hasta la próxima, si es que llega”. Estoy triste, pero debo reconocer que por lo menos he soñado y he viajado por el entorno de las estrellas. Miro el reloj y me doy cuenta de que son las tres de la madrugada. Pero, aunque con la cabeza gacha  me refugio el recuerdo, sí,  también en un cartel con Sofía Loren, hecho a tamaño natural. Que nadie me quite los sueños y que estos no tengan punto final.

EL CACHONDEO EN MOTO

He pasado por el hotel donde me alojo, y tras una corta dormida, una buena ducha, y un café muy italiano, que tomo por duplicado para ver si espabilo un poco, que a las 12.00 he quedado con Carla, y eso no es un sueño. Vuelvo a ser el loco surrealista muy alegre de horas atrás, y bambina bombón, que es mi nueva amiga  y además cantante,  ya se encuentra con sus aires de tango italiano y de bámbola, a las puertas del impresionante foro, también llamado Panteón Agripa (monumento a Víctor Manuel II), donde está ubicada  la sepultura de  Rafael Sanzio. Ella me echa  una pequeña y graciosa bronca por haber llegado seis  minutos tarde, Pero el mal genio se difumina  y muy pronto vuelve una alegría muy especial con la vista puesta en la moto, todo un hilo conductor. Ahora es ella quien tiene la palabra y con su pícara sonrisa me dice: “Yo llevaré la Vespa125 como una princesa de película y tu irás en el asiento de atrás. Así que agárrame bien, no tengas compasión  y no te sueltes. Lo digo como medida de seguridad para los dos”. “Prometo hacerlo, no tendrás queja de mi, que cumplo siempre mis promesas”, es mi contestación. 
Ya en marcha motorizada, la primera visita será el majestuoso Coliseo, donde los leones se comían con aetito a los cristianos, y donde los gladiadores se destrozaban unos a otros, inundando así las arenas de sangre. Cogidos mimosamente de la mano paseamos por debajo de las arcadas, hasta que nos para un romano vestido de guerrero que por unos escasos euros se presta a ser retratado con nosotros. Mientras, un rapaz con cara de listillo, vemos que manipula la “Vespa”. Servidor, que quiere hacer de machote aragonés, se da cuenta de la maniobra y le doy alcance tras haberle gritado varias veces  eso de “capullo, que eres un capullo. Ya me estás devolviendo la moto o te pongo la nariz colorada”. Carla, que me observa, hace como que se pone contenta y me infla los pulmones cuando escucho que me grita “Oh, Gabino, bravo, bravísimo. Así me gustan los hombres.” Y yo, sintiéndome un Tarzán del Siglo XXI, estoy que veo saltar en plan circense a la Mona Chita. ¿La veo o la imagino?
Llegamos a la moto,  y de la misma sacamos los cascos protectores. ¿Dónde nos vamos? Al Castello de Santangelo, y en el trayecto casi sufrimos un deslizamiento con un gran susto por mi parte y con las carcajadas de ella. “No me puedo enfadar --dice- porque hay que ver lo cómico que te has puesto.” Llega un policía con un teléfono móvil ultramoderno, y yo, que estaba temblando ante la multa que podía caer, observo que la chica sigue riéndose, y sigo sin entender nada.  Ya me echaba mano al bolsillo, porque ante la ley soy muy educado, y el poli, que pasa sin hacerme caso, le da dos besos a Carla y le regala la foto del resbalón. Era Doménico, un buen amigo de  su hermano Fabri, que me mira con mucha ironía y después saluda de una manera muy cordial. En la foto salimos muy monos, más que Audrey Hepburn y Gregory Peck.
¿Y si nos tomásemos un café en la Piaza Navonna? Subimos de nuevo a la moto,             ella me dice que no suba tanto la mano hasta zona indiscreta, así que la enlazo por la cintura ajustándome hacia ella, y todo va muy bien hasta que llegamos a una Piaza que está, más que mojada, casi encharcada. Carla va a frenar y lo hace tan bruscamente, que caemos a una de las fuentes, de la que salimos casi a nado con todas  nuestras ropas bien bañadas. Ningún  daño físico, ni siquiera a la “Vespa”. Tras haber sido protagonistas del espectáculo y reaccionar con nuestras habituales sonrisas, aplausos del público y a reanudar la marcha con nuestro aspecto tan espectacularmente ridículo. Carla me dice que si estoy asustado, le digo que no, que con ella me iría hasta el fin del mundo. “¿En la mía moto?”. Le contesto que sí,: “iremos por el Trastevere”. Una Carla que no se rinde ante nada, me asegura que “esta visita también será divertida. “Tu amiga está más loca. No daría por vosotros ni medio euro”. Quien así  me habla es Gepeto, el carpintero que hizo la recreación de Pinocho y hasta llegó a darle vida”. “¿Qué hablas por lo bajo, Gabino?”. Le contesto: 
_Estaba pensando.
_¿Qué pensabas?
_En ti, mi vida. En que si no tuviéramos  el casco puesto----
_Me lo quito,  me lo quito, mío bambino.
Carla, muy irónica,  para el vehículo. Se desprenden de los cascos y se funden en un abrazo muy fuerte ante las miradas de los improvisados espectadores que no se pierden detalle. Pero la excursión urbanita hay que continuarla, y curva tras curva sin dejarse ni una cuesta, disfrutan del Trastevere más revoltoso sin más paradas que la de una foto histórica: “Aquí vivían dos amantes que se adoraban: el grandísimo  Rafael Sanzio y su compañera La Fornarina. Así, que parada y fotos, mientras que a través de un altavoz suena la voz de Anna Netrebko, que interpreta “Oh mío bambino caro”.
Llegó el momento de volver a casa, que la mama ya había preparado una suculenta comida. Quien les recibe es Fabricio, con una cara de extrañeza exagerada. cuando los ve perdidos de agua. “Así no podéis estar. A la ducha los dos y luego a cambiaros de ropa. Después ya me diréis lo que os ha pasado y cómo,”. Carla vuelve a reír y dice que ella tiene muchos vestidos allí en su casa,  “pero Gabino no tiene ropa seca para ponerse encima; ni el calzado seco. Déjale tu pijama de futbolista de la Juventus, y de ropa interior le dejas de la tuya”.    Hecho y dicho. Entran los dos al baño ante la mirada muy seria de la madre, quien para enfado disimulado de Gabino y Carla vigila que no haya coincidencias.  Mientras, Fabri está que se parte de risa.  “Eso mía mama, no me lo harás a mi”. La otra le dice que si se atreve, que le ponga a prueba. “Pues pasado mañana traeré a comer a Gina. Dice doña Sofía que a “Gina o quien quieras puedes traerlas sin ningún problema. ¿Pero sería demasiado pedirles que vengan duchadas y con ropa de repuesto? Ya sé que todos sois buena gente, pero de quien no me fío es de ti, so picarón”, termina diciendo, dándole a su hijo un pellizco desenfadado en las nalgas 
De nuevo, risas entre ambas partes y ambiente distendido
Momentos después, una mama también aficionada al canto, “amenaza” con deleitarles a través de su arte, y para ello no se le ocurre nada mejor que “El brindis de La Traviata”. Comienza ella, que enseguida se ve acompañada  por un Fabri, que saca una más que aceptable voz de tenor, y yo como no quiero ser menos trato de hacer el completo, con dos potentes gallos incluidos y echándose Sofía las dos manos a la testa,  con gestos que no simulan muy levemente su susto. También las manos las lleva a la cabeza el servidor de ustedes, cuando observo a Carla ataviada con un provocativo traje de noche, y yo que  me veo en un espejo con pantalón corto y la camiseta de la Juventus, estoy que no me puedo tener en pie 
Afortunadamente, la comida es exquisita: unos tallarines hechos con nata, trufa, gambas, boletus,  y no sé si algún ingrediente más. Pero el lucimiento de la gran dama, además de un nuevo brindis musical, llega a los postres con un tiramisú  tan sumamente bien hecho, y del que todavía me acuerdo. Me dieron la receta, se la transmití a la vuelta a Jimena, quien también la hizo fantásticamente, pero no le dije la verdad al señalar que “estuve en un restaurante de cinco estrellas y fueron tan amables, que me la dieron muy bien explicada”.
Mi amigo romano-turinés  aseguraba haberlo pasado muy bien. “Viva España, viva Italia”. La fiesta trasteverina finaliza en casa de mis anfitriones con aires de tarantela.  . De verdad que siento despedirme de esta familia tan acogedora. ¿Y cómo se lo cuento yo a esta Jimena mía sin que se enfade? Porque aunque parezca mentira, soy un hombre fiel, pero también me siento un soñador irremediable.
He vuelto a este Biescas que sí es verdad que me enamora.  En nuestra  habitación ha entrado Jimena poniendo la música a tope. ¡Y tenía que sonar con todas las fuerzas eso de “arrivederchi Roma”. “Venga, Gabino, hay que despertarse, que a veces sueñas cada cosa… Y a tus años…” Es entonces cuando le respondo: “ven conmigo, mi amor, disfrutemos juntos otra vez, que ya sabes bien que la vida es bella, y aún nos quedan viajes por hacer para que conozcas bien el Sur de Italia”.
-¿Solos tu y yo o con esa Carla que te has inventado?
Y yo, que me callo. Pero no puedo más y pongo en acción  mis pulmones y mi garganta, y empleo a tope mi maleducada voz: “Cariño mío: te voy a cantar… (se asusta) “Oh  mía bambina cara”. Jimena se emociona y se siente feliz. “Tu sí que eres mi bambino. ¿Te he dicho alguna vez que te siento como un cielo cargado de ensueño, además de periodista y pícaro?”. Es entonces cuando el obtuso de Pepito Grillo, se pone al lado de mi oreja derecha para soltar un irónico J aja j aja j aja j aja jajajajajajajaja”.

MANUEL ESPAÑOL


 


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