Un paisaje con aires otoñales (Foto: M.E.)
“No me cuente usted su vida, que es muy triste”, es una frase insolidaria y vulgar. Podemos estar tristes y no amargar a los demás, que las malas noticias llegan por sí solas. Que no falte nunca el sentido del humor, que tanto sirve para perforar puertas y tapias infernales, para hacer más risueña la vida de los demás y también la propia nuestra, por más aguas cristalinas que salgan de nuestros ojos.
Pongo toda mi mejor voluntad, pero las montañas de carroña me invaden, por lo que desde hace unos cuantos días navego por ese mar contaminante que tanto y con tanta intensidad quisiera dejar atrás, como una historia pasada, pero nunca olvidada. Los vientos huracanados de la mente también dejan sus posos
No podemos olvidar a los que sufren, a los que han llegado a los confines de la vida, a quienes no sólo ponen en riesgo su existencia, ni a los que han iniciado un viaje por las vías estrelladas de los cielos, diría que incluso cargadas de una incertidumbre que siega la salida del túnel, siempre difuminada que producen auténticos choques. Y aun con todo, creo sin estar de acuerdo en tantas y tantas cosas, en que tras la vida hay una existencia que desconocemos.
Hoy he disfrutado de cinco horas seguidas de ópera, que han supuesto diluir por un espacio de tiempo un poco de esa mente que perturba el corazón. Mi padre me enseñó, me influyó para que fuese amante de la buena música, de los libros, y de todas las cosas bellas de la vida. ¡Cuánto debo agradecer a mi progenitor, sus también múltiples lecciones de humanidad! Esa fue su mejor herencia. Aunque fui un hijo no tan perfecto como debiera, a través de él me llegó una forma de ser con su carga de sensibilidad, siempre con sonrisas, también de tristes sentimientos.
En pocos días me han dejado, numerosas personas queridas, mientras que otras queman sus fuerzas en los hospitales, con la esperanza, también por mi parte, de fundirnos en fuertes abrazos de un azul celeste e intenso.
Tengo igualmente amistades del mundo sanitario que han sufrido y otras que siguen sufriendo en el ejercicio de un deber que requiere muchos sacrificios hasta el límite de su existencia. Para todos, mi homenaje a modo de aplausos a partir de las ocho de la tarde. Que no faltemos nadie a la cita, aunque las pérdidas que estamos sufriendo nunca se podrán reparar.
MANUEL ESPAÑOL
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