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DESDE MI VENTANA / APLAUSOS Y BESOS EN EL DOLOR

Foto: M.Español

A pesar de todas las inclemencia físicas y psíquicas que penetran hasta lo más profundo de mi mente y que discurren por el corredor del Ebro a su paso por Zaragoza, sufro unos contrastes anímicos, de impotencia nerviosa, de serenidad, de alegría y tristeza, que ni yo mismo los entiendo. Fiel a la cita de todos los días a las 8 de la tarde, soy testigo presencial y activo de un homenaje a sanitarios, fuerzas armadas, trabajadores de la alimentación y supermercados, hacia los que siento un reconocimiento muy intenso. A pesar de la fuerza de unos vientos irresistibles en mi ciudad a la que con justicia se le califica de  “noble y leal” muchos miles de personas hemos salido a las balconadas a aplaudir y lanzar nuestros besos hacia los enfermos, hacia las familias de los fallecidos, a todos que hacen uso de su generosidad y colaboran  a que el traidor y asesino coronavirus salgan finalmente derrotado.  Unos y otros estamos unidos por el dolor y la esperanza. En estos tiempos de globalización sobran las fronteras que marcan los territorios, si no son empleadas única y exclusivamente para controlar mejor y luchar contra el enemigo común. Quisiera recordar que los virus no saben de fronteras
A día de hoy llevo 15 días sin salir de mi casa y mantengo el nexo de unión con la familia y amigos, a base del uso del a veces denostado teléfono que ahora necesito  más que nunca. Estoy permanentemente informado de cuanto acontece a través de los medios informativos trabajados por los profesionales y nunca me siento esclavo de la monotonía. Peo mi ánimo está triste con la desaparición de personas que aún les quiero mucho, y de otras que lo pasan muy mal en los procesos de recuperación.
Aplausos también para todos a que ponen su mejor voluntad y capacidad de sacrificio en la organización estratégica de esta pandemia asoladora. No discuto  de la buena voluntad y hasta honradez, ni que haya fallos de organización, puesto que sobran políticos que no pasan de la mediocridad. Estos últimos deberían dejarse influir por el sector científico que trabaja e investiga sin tregua hasta donde llegan sus fuerzas, estrellándose en muchas ocasiones con la sinrazón, a veces obedece a intereses creados.
Mucho se ha criticado y se critica con una visceralidad que no conduce a solución alguna. No se trata de exigir, sino de razonar respetando al prójimo para así sentirse respetado. Si no se sigue por ese camino, mal vamos.
Sigamos la ruta que con tanto acierto se ha conseguido en un Madrid, que reconozcámoslo en el plano estratega. En China, el país más poblado del mundo y con una tecnología muy avanzada, construir un hospital de mil camas, costó hacerlo  diez días, y así nos quedamos todos impresionados. Pero volvamos a este España nuestra, y reconozcamos que en  Madrid establecer otro hospital con cinco mil quinientas camas costó cuarenta y ocho horas.
Aquí hay científicos y operarios a los que si se les da los medios necesarios, pueden hacer maravillas admiradas en todo el mundo. No hay nadie más ciego que el que no ve con los ojos de la razón.

MANUEL ESPAÑOL




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