No aguanto más y he decidido reventar
hasta no quedar nada dentro, por lo menos en intenciones. Hay que eliminar la
suciedad. Ya vale, que siempre trato de evitar en mis páginas los temas políticos porque soy muy respetuoso
con todas las ideologías y no quiero dejar a nadie herido. Mi indignación va en
aumento. Las bases merecen todos mis respetos, pero algunos de sus cuadros son
unos impresentables. Lo digo como lo siento. Y lo digo después de haber
deshojado una a una varias toneladas de margaritas. Ya me he cansado y como
decimos en esta tierra todavía llamada España, aunque para gustos están los
colores, al pan pan y al vino vino. Que ya está bien, que estamos asistiendo en
la Casa del Pueblo (Congreso de los Diputados) al más lamentable de los
espectáculos. Allá donde se deben seguir las huellas del respeto y la
consideración, la suciedad verbal causa repugnancia. El hemiciclo parece un
gallinero en el que hay demasiados gallos con ganas de pelea encarnizada y
gravemente peligrosa. Y hablan de manos abiertas. A mi que no me señalen, que
soy pueblo, pero por esos derroteros no les autorizo a hablar en mi nombre.
Demasiado lenguaje mitinero, bajo, y poco inteligente . Me callo porque no
quiero caldearme más, que no es bueno para la salud. Por favor, señores gallos:
no nos martiricen. Y determinados besitos, en privado.
MANUEL ESPAÑOL
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