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HORA BRUJA / LO MEJOR DE LA VIDA


He comenzado por el principio del camino, pero si ya al inicio me pierdo, ¿qué puede esperarse de mi, cuan loco surrealista? Sin embargo he aprendido que en ese deambular diario de la existencia no hay que quedarse parado, que como decía Mafalda, “la mejor edad de la vida es estar vivo”, y particularmente añadiría la necesidad de buscar la confluencia de voluntades y llegar a un entendimiento con el prójimo, aunque este proceda de las antípodas diarreicas mentales o viceversa. ¿Me habrán entendido los políticos y adjuntos a los mismos que dicen eso de “todo por la patria pero como yo antoje?” Ya sé que es difícil, que yo mismo no me aclaro. Que no se asuste nadie, que no pretendo hacer ningún tipo de tratado con corolario, que vivan las sonrisas, que una sonrisa puede salvar las situaciones más serias de la vida, y que por encima de todo ello está el lema revolucionario francés de “Libertad, igualdad y fraternidad”. ¿Es eso posible? Si no se tiene la mente retorcida, creo que sí.
Por supuesto que la vida es una canción o un conjunto de canciones, como ustedes prefieran. Hoy estoy enamorado y no diré de quien, que luego surgen los problemas. Bueno, sí que lo digo: de esta Jimenita que me tiene loco, de esta Jimena que hoy le canto “Bésame mucho” y mañana es probable que le diga “pesada” parodiando a José Luis Perales. Y así hasta que se organiza una gorda, que de todo debe haber en la Viña del Señor. Y si tengo que escoger, me quedo con esa “Historia de un amor” que con tanto énfasis canta la caboverdiana María Makeba. En la vida de uno, como en casa o en el Gobierno hay que abrir una ventanita, aunque sea pequeña, pero que ilumine a todos los picaros y ambiciosillos sedientos de poder y ayude a crédulos e inocentes entre los que se incluye este menda. “¿Pero qué tonterías estás diciendo? Que no entiendo nada, que no sé por donde vas, y que te tengo miedo”, me interrumpe Jimena con una cara pletórica de extrañeza. Le digo que investigo un teorema no matemático de mi creación, que versa sobre la existencia humana y sus contradicciones. Me contesta que se ha traído trabajo a casa y que no la maree con mis locuras llevadas al infinito, que me vaya a caminar, que tome el viento fresco o que ponga en marcha el coche y me vaya al pueblo a ver a la tía Cuqui. Y no se me ocurre otra cosa que contestarle con esa cursilada de “¿Quien es él, a quien dedica el tiempo libre?...”. Se enfada, pero al final después de soltar un montón de improperios sobre mis bromas infieles, me dice que “bien pensado es mejor que no te vayas, que allí te juntarás con el primo Marcelo. Prefiero que venga él otro día y las morcillas, jamón, chorizo y callos los administraré yo”. Y ya estamos con el puñetero control que no me acaba de abandonar, que un día que si la gula, otro sobre la bufanda mal puesta en una jornada de niebla, otro que sea más comedido con su amiga Paquita y que no le suelte tantas gracias que “ella se ríe, pero a mi me cabrean”. Y tonto de mi, no se me ocurre otra cosa que cantarle el tango “Celos”.
¡Ay de mí!
los celos que yo sentí,
amargos celos
por todos sus desdenes.
¡Ay de mí!
los celos que yo sentí,
ingrata espina
que tu clavaste en mí.
Como en casa no fumamos no vuelan los ceniceros sobre mi cabeza, pero sí mi vaso de güisqui que ella misma me regaló, pero me tiene que acertar con un ejemplar del “Kamasutra” que este loquillo guardaba escondido con gráficos y todo en una librería encajada en la pared. Me río con el libro ya en las manos, se ríe ella llevándose el dedo índice a la sien derecha, y la verdad es que terminamos bailando muy amarraditos. Cambio la música, bajo la intensidad de la luz casera, nos quedamos en penumbra y de la voz de Cesaria Évora sale eso tan bello de “Bésame, bésame mucho, como si fuera esta noche la última vez…. “ Tralarí, tralará, ¡qué bien estamos!, y le digo que “parece que hemos alcanzado el paraíso”. “¿Te gusta?”, me contesta ella, y como se me ha quedado cara de tonto añade: “Pues esto no es mas que el comienzo de lo que puede pasar a lo largo del día si te quedas en casa. El trabajo puede esperar”. Mi reacción es inmediata: me pongo a saltar ante las risas de ella, doy dos pasos o tres y me reafirmo en lo de Mafalda, en eso de que “lo mejor de la vida es estar vivo”.
MANUEL ESPAÑOL

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