Son las 8 de
la mañana y oigo que me habla una oveja y que me llama tontín. ¿Pero es que las
ovejas hablan o lo mío ha sido un sueño sin ningún tipo de entendederas?
“Gabino, que desde que te juntas con determinadas gentes te encuentro bastante
extraño”, me dice un Pepito Grillo que me marca más de la cuenta. Me levanto
atónito e incrédulo, miro debajo de la cama y me da un ataque de risa. ¿Pues no
resulta que hallo un ser extraño con cara de bebé y sonrisa de travieso, que
dice se llama Telesforo y que me llama repetidamente “papá tontón?”
La luna llena en primavera siempre resulta sorprendente, vista desde donde sea. Crecen las ilusiones, se ven montañas y ríos que atrapan hasta fuera de tus órbitas, mientras la mente se dispara dando vueltas y más vueltas. Ríes, lloras de emoción por lo desconocido que te parece un mundo extraño. Es el poder de la noche que ilumina, aunque no te des cuenta, por fuera y por dentro, y hasta por donde no se ve. Aprovecho esa situación desconocida y comienzo a subir por unos relieves extraños que agitan el ritmo de tus sentimientos. Poco a poco me introduzco en una zona de lagos con ninfas juguetonas y bosques salpicados por seres traviesos que te remojan, e incluso corceles alados que saludan desde lo alto de la atmósfera a este alocado terrícola y eterno despistado llamado Gabino. Y mi cuerpo sonríe, asciende despacio, sin prisas, tan solo superado por la mente quieta y callada, mientras participo de una danza que invita a bailar con la imaginación. Es el...
Comentarios
Publicar un comentario