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HORA BRUJA / CON UN GRAMO DE LOCURA




Esta mañana hacía mucho frío en Zaragoza, y por si fuera poco, el viento helado soplaba con una fuerza que arrancaba boinas y sombreros  a los viandantes. Como no quería quedarme sin esa excursión kilométrica por las orillas del Ebro y que tanto ayudan a mantenerme en forma cuando no estoy por las montañas de Biescas, he esperado a que la fuerza eólica amainase un poco y he salido por fin tarareando "Imagine", mi canción del día. Un poco loco ya estoy, me repetía constantemente. En esas ha habido un momento que a mis pensamientos les doy la palabra sonora. "Nada, que me encuentro peor que cuando Rajoy decía que España va por el buen camino. ¿Habrá alguien más loco que yo?". Me río de mis tonterías y veo a un tipo casi pisando el agua del cauce, con una guitarra, ataviado con pantalón vaquero, abrigado con un chaquetón a cuadros y forrado con piel de oveja, y con un sombrero de ala ancha y cordel ajustado al mentón. El buen señor cantaba a pleno pulmón en un idioma para mí desconocido, porque ciertamente no se entendía nada. Con esa cara de guasa que suelo poner de vez en cuando, me le quedo mirando cargado de auténtica curiosidad. El otro, que se da cuenta de mi presencia, hace parar sus rascado de guitarra y me mira con una sonrisa, parece que un tanto picarona. Y servidor de ustedes y de Cristo Bendito se le acerca al cantante que no me esperaba: sonrisas mutuas, lo que me da confianza para espetarle lo más armoniosamente que soy capaz: “¿do you sepeack english?”, a fin de romper el fuego y tratar de establecer un calor aunque sea verbal, que del otro…. Se queda atónito y me dice: “¡Mandeeeee!”. Con tamaña expresión, me quedo con que no sé qué contestar, que de verdad no me esperaba tal respuesta.
Ah, se me ha olvidado decir que mi ocasional interlocutor es negro y además con los ojos azules. Muy simpático él o por lo menos así parece que quiere aparentarlo, cuando yo aún tenía cara de bobo, suelta una carcajada que aún me mosquea más. Deja la guitarra en el suelo bien atada para que no se la lleve el viento y saca del bolsillo una armónica de esas con que se acompañan los músicos de jazz. Comienzo a sentirme inseguro, porque mi intención al llegar al lugar era la de vacilarle y ya empiezo a verme perdedor de un duelo incruento pero tan especial, que más se parece a un diálogo que mezcla gestos y palabras para besugos. Sopla la armónica con un sonido muy fuerte, se la vuelve a poner en su sitio inicial, y nueva sonrisa. El buen hombre pone su mano derecha encima del mi hombro y me llama “amigo mío”. Su acento no es ni inglés, ni francés, ni portugués. Me confiesa ser guineano ecuatorial y de padres senegaleses. Al momento aparece una mujer muy guapa, que le da dos besos amorosos. Él me dice: “Es mi mujer, mi bombón de chocolate”. Sonreímos los tres y me dicen que tienen un poco de prisa, que deben de ir a buscar a su niño a la salida de la guardería. La verdad es que con esta vacilada me lo he pasado muy bien, y del nuevo amigo puede decirse lo mismo. Tanto es así, que hemos quedado para vernos de nuevo y, como se dice aquí y en mi pueblo, “hacer unas risas”.
Reír siempre resulta sano, alegra el espíritu y permite disfrutar de la vida con mayor intensidad. Así amigos todos, os deseo esta noche los más felices sueños. Sed buenos o malos, lo que queréis, pero siendo algo malos y con un gramo de locura se suele pasar mejor.

MANUEL ESPAÑOL

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