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HORA BRUJA / ¡QUÉ NOCHE LA DE AQUÉL DÍA!


¡Qué noche la de aquél día! No. No es que me haya metido en mi hora nostálgica y recuerde esos años en los que sin consideración alguna me atacó la “beatlemanía” que todavía permanece en mi a través de los discos, que tengo todos. El caso es que me gusta mirar de frente y hacia el futuro a pesar de mi edad bastante adulta, aunque de vez en cuando me acuda algún ramalazo de soñar con el pasado. No es esta la situación,  que la realidad es que ando metido de lleno en el presente. Así que voy a contaros que esta mañana, un momento antes de levantarme sin acabar de abrir los ojos del todo, me hallaba de lo más alegre. Ha ido pasando minuto tras minuto a lo largo de todo un día, y sí, consecuentemente en estos momentos me acerco a la hora bruja y sonrío, que algo de brujo ya tengo. Así que deseo que cuando me entregue en los brazos de Morfeo, si es que me deja Jimena, que nunca para con sus confidencias a altas horas, la noche sea dulce. Pero claro, no puedo olvidar un despertar placentero, por lo que es probable que de vez en cuando haga efectiva la exclamación “¡Qué noche la de aquel día!”. Para empezar diré que lo normal es que duerma casi de un tirón mis ocho horas y sin lapsus apenas, que alejado de las pesadillas, sueño muchas veces cosas extrañamente bellas y sin cabeza. Pero lo de hoy ha sido especial, y por favor, no os riáis de este loco surrealista que en sueños nunca puede controlar la consciencia. Así sucede que, antes de sonar el estúpido del despertador, yo era feliz en un revolcón bastante raro, pero continuo, con una fémina a quien no veía la cara, pero que me producía sensaciones muy revolucionadas. ¡Vaya par de senos polivalentes! ¡Pero a qué barbaridades me invitaba la señora en cuestión!. Que el nene quiere teta, pues teta que me daba, que las suyas no daban leche. Me decía: “ahora un poquito con sabor a naranja”, y ¡vaya trago! Me hizo probar cerveza y aquello me gustó más, y también vinos Somontano gran reserva. Tan ilusionado me hallaba que le dije que “antes tomaba muchos gintonics con ginebra Befeeter . ¿Podrías darme un buen chorrito?”. Y Jimena me mueve y me grita: “Pero Gabino, ¿qué te pasa que estás tan alborotado?”. “Nada encanto –le respondo-, que me has despertado y tengo ganas de ir al baño a hacer pis”. Vuelvo y trato de acostarme de nuevo a ver si continúo con el sueño, pero no hay manera, que doy vueltas y más vueltas ante la desesperación de mi mujer, que ya se ha levantado a preparar el desayuno, y nada más llegar al dormitorio ha dado comienzo una pelea no demasiado violenta, puesto que que a fin de sacarme definitivamente de la cama, quita violentamente la ropa de la misma, y con el frío que hace, ya que no han encendido todavía la calefacción, me arranco, me abrazo a ella y le pregunto. “¿Mi amor, podrías prepararme un gintonic  con Befeeter?”. Me dice que si estoy más loco todavía. “Anda, locuela…”, por lo que dicho esto me aparta y se separa de mi a fin de que tome el desayuno que me ha preparado sin colesterol, mientras ella se prepara un par de huevos fritos con tocino, porque dice que no tiene problemas, que está muy buena. Si lo sabré yo…, que como ella no hay nadie. Se lo digo y Jimena, ya más relajada con su vino tinto y los huevos bien hechos y con puntillas, me pregunta. “¿Pero qué te ha pasado esta noche?”. Y yo, con una sonrisa inicial beatífica, como quien no rompe un plato jamás, le digo que cual es el motivo de su pregunta. Me aclara que me he movido mucho en ese horario nocturno, que no hacía mas que decir “mía, mía, más cerveza, y ahora vino, más, más…”, y que de vez en cuando le daba alguna caricia a ella. “Y ahora, dime, Gabino, ¿con quien soñabas?”. Mi respuesta: ¿Pero con quien voy a soñar, mi vidita? Sólo contigo.” .
-¿Entonces por qué me has llamado Victoria?
_ Supongo que habré dicho Victoria, porque pensaba que me ibas a dar de mamar gintonic. Por eso, ¡¡¡¡¡Victoria!!!!. Mujer, es un sueño nada más.
:-Pues eres más tonto… que por un sueño no me iba a molestar, y más viniendo de ti. Y no me río más porque no puedo. Y otra vez no me llames Victoria.
Llega la hora de salir de casa y ante su pregunta casi inquisitorial le respondo que he quedado con Miguel a fin de que me de datos para un reportaje sobre la fabricación de la seda natural a través del inicio del proceso con los gusanos. Como no traga del todo, le digo igualmente que iré a ver a la tía Cuqui, que recién llegada del pueblo iba a pasar dos días en Zaragoza en casa de unas amigas que me han invitado a almorzar para que les cuente chismes. “Ahora dime la verdad, ¿con quien vas a comer hoy tus judiones con oreja y los huevos rotos que gritabas por la noche?”. “Jimena, ya no puedo más –le contesto con el tono más alto..- Eres una bruja que siempre acierta. ¿Y yo he dicho en sueños brujita mía que iba a comer todo eso?”. Su respuesta: “Eres más infeliz… que como tu tampoco hay nadie. No, no me lo has dicho. Lo que ocurre es que también tengo mis artimañas para sacarte esas cosas?”.
 _Anda, guapa, dime pues todo lo que he soñado…
_ Tu sabrás. Yo he dormido de un tirón.
Ahora ya no lo puedo disimular, es me queda una cara de gili total. Pero ella es muy lista y tiene tanto sentido del humor como yo, que me dice le acompañe de nuevo a la cocina, donde me esperan un par de huevos fritos con tocino, produciéndose simultáneamente unas carcajadas monumentales, que solo se dan en una casa donde nadie se aburre.
Cuando me oigáis decir “¡Qué noche la de aquel día”, ya sabéis a lo que me refiero, Y no seáis mal pensados.


MANUEL ESPAÑOL

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