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HORA BRUJA / EL PELIGRO DE LAS TORMENTAS EN MONTAÑA



TenÍa la cabeza pesada, como siempre, y el cielo, en pleno horario solar, presentaba un aspecto grisáceo muy plomizo. Mientras, se fraguaba una tormenta muy intensa. Un primero e intenso rayo iluminó todo el entorno paisajístico y humano con rostros alarmados. El ambiente despedía un aroma penetrante y fuerte, mientras que casi inmediatamente sonó el primer gran trueno, para dar paso a continuación, precisamente, a los hijos del trueno desencadenantes de una intensa lluvia que producía una inquietante música al chocar violentamente el agua con las calles y sus aceras, que muy pronto se iban a quedar vacías. En esos primeros momentos observaba desde el balcón de mi casa en Biescas, cómo la vía urbana se convertía en un río capaz de arrasar con todo. Era un espectáculo de la naturaleza excitante, con una fuerza tan especial que permitía sobrecoger a cualquiera. Personalmente, aquello me gustaba y facilitaba activar mi imaginación hasta hacerme sentir las visiones de los seres mitológicos y otras veces tan solo imaginados de ese Pirineo tan fascinante, tan hermoso y tan lleno de vida. Sin embargo mis pensamientos también se dirigían hacia los excursionistas que habían decidido salir por los alrededores con anterioridad, mientras que uno de los vecinos de la casa se adelantó a mis intenciones, y que como yo, en situaciones normales y anormales de la vida, siente la necesidad de las fuentes musicales que tan bien reflejan los estados de ánimo. Y como los dos somos mozartianos, mientras personalmente me decantaba por la Marcha Turca, Pedro había puesto en su equipo de sonido el Concierto de Piano numero 2, cargado en sensaciones. Era igual, que tras los primeros compases atacaron de nuevo los rayos y los  truenos, que el volumen del sonido imprevisto y natural apagó el mundo mágico de Mozart. Así que poco después volvieron a discurrir las aguas por un cauce tomado violentamente, que obligó a apagar al vecino la música del genio universal austriaco. De esta manera me volvieron las visiones de la diosa Pirena con todo su poderío, mezcladas por los aullidos de los lobos solitarios tan cercanos en mi imaginación. Hasta un oso hambriento creí ver, que no buscaba precisamente miel. Menudo argumento para una película de terror, si bien igualmente pude notar la presencia de brujas buenas, de duendecillos alegres y traviesos que me sacaron alguna que otra sonrisa. De repente la tormenta ceso, salió un sol muy generoso y me entraron ganas de salir a la calle, con un suelo que no tardó en secarse. Por si acaso me puse el chubasquero, que no me hizo falta, y vi y hable con muchos de mis conocidos viandantes que igualmente habían decidido caminar para sentir el respiro de la humedad de la tierra, un perfume tan ideal que no tiene comparación posible. Estaba muy claro el tema de conversación… el espectáculo tan especial, y permitidme decir hermoso, que nos había dado la naturaleza. Sin embargo no faltaron aires de preocupación cuando nos enteramos que un grupo de amigos que había salido a primera hora de la mañana hacia Brazatos, a fin de llevar a cabo una excursión a priori sencilla a los ibones de dicho nombre (lagos pirenaicos de agua dulce)  estaba desaparecido de nuestros controles. Afortunadamente no tardaron en llamar y explicar que se hallaban bien, que les había cogido igualmente una fuerte tormenta y que aun mojados no presentaban problemas, dado que llevaban la ropa adecuada y el calzado oportuno. Ellos lo habían hecho bien, dado que dejaron dicho a la familia el itinerario y posibles horarios por si surgía algún inconveniente, y de esta manera poner en marcha los mecanismos de rescate. Y si no se va con familia, resulta muy recomendable que montañeros y senderistas dejen su plan del día bien trazado en el cuartel de la Guardia Civil mas próximo. Que no se olvide nadie que esto es esencial y tan básico que figura en todos los manuales.
Todo ello me hizo recordar lo acontecido a mi amigo Leo, a Regina y a mi, que hace ya unos cuantos años hicimos la misma excursión, con tormenta incluida. Cada uno de nosotros éramos portadores de una mochila muy bien capacitada para cualquier clase de emergencia, con comida, ropa de repuesto y demás material auxiliar, además de estar preparados con un buen calzado, es decir botas goretex, calcetines recios y bastones. Conocedores del terreno, igualmente habíamos asimilado que en la montaña, en cuanto a ropa, hay que ir equipado como una cebolla, a base de capas, dado que el clima en las alturas resulta muy cambiante, de tal manera que del calor se puede pasar al frío en minutos, y de esta forma con posibilidades de sufrir una hipotermia, que en determinadas alturas puede ser mortal, como así había sucedido en un mes de septiembre con un excursionista que iba con zapatillas,  camiseta de tirantes y pantalones cortos, que se quedó en la Cola del Caballo del Valle de Ordesa. Estas explicaciones se las dimos a una familia excursionista que iba sin equipación alguna, y a la que igualmente le advertimos que iba a descargar una tormenta muy fuerte, que así no iban a llegar muy lejos. Pues nos mandaron a un sitio… Ya podéis imaginaros donde. No se como realizaron la vuelta, pero con toda seguridad se mojaron mucho mas que nosotros, y eso con suerte.

MANUEL ESPAÑOL

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