Vista de la Peña Foratata, desde Sallent de Gállego |
La mente es igual
que un paracaídas,
sólo funciona si se abre.
(Albert Einstein)
Ha llegado la señorita primavera, así que
mi tendencia es la de alterarme con cierta facilidad. Un día me río, otro también, a veces me
enfado y a veces no controlo suficientemente las emociones. ¡Qué le voy a
hacer…! La sangre me discurre con fluidez pero locamente por todo el cuerpo, y
cuando llega al cerebro tras haber pasado por el bombeo del corazón, puedo
pensar en auténticas sinrazones en mi búsqueda continua de la felicidad para
exteriorizar mi mejor la sonrisa. Que un gramo de locura (tampoco nos pasemos
en exceso) permite evadirse a uno de la monotonía y de esa rutina que a veces puede convertirte en un autómata no
pensante. Abramos nuestra mente.
Aseguran que esta es una época muy propicia
para soñar. Despierto o dormido, soy un soñador empedernido, ya sea en
primavera, verano, otoño e invierno, es igual. En estos momentos, ahora, tengo
ganas de gritar, de ponerme ante el piano y extender mis manos ante las teclas,
pero no quiero asesinar a Chopin,
Mozart, Beethoven, Brahms. No lo voy a hacer, que no me lo perdonaría el mundo
ni yo mismo, que no soy tan bestia. Pero disfruto también y tanto del sonido de
la naturaleza… Me refiero al canto de los pájaros, al rugido del viento, al
movimiento de las hojas de los árboles, la caída del agua de las cascadas que
se forman en época de deshielos, al gruñir de las marmotas, al sarrio que te observa
con una gallardía desafiante…
Eso
es tan maravilloso como cuando escuchas a una gran orquesta sinfónica. Es por
ello que aprovecho mi estancia en Biescas, y decido realizar una excursión que nunca
me canso de repetir un año y otro, y en la que siempre disfruto inmerso en mis mejores sueños. Estoy ante uno de los
paisajes que me ensanchan y abren la mente y en el que doy rienda suelta a mi
temperamento. El tiempo es magnífico para este lobo solitario y enamorado de
esta naturaleza tan impresionante que jamás podrá ser igualada por la inteligencia
humana. Parto hacia Sallent de Gállego, paro un momento en el pueblo a fin de
tomar un café con una tostada de pan con azúcar, para a continuación contemplar
desde allí la Peña Foratata, otra montaña de forma impactante que puedo dibujar
con facilidad en mi pensamiento.. Me dirijo hacia el embalse de Lasarra, donde aparco,
y desde ese punto, con un bocadillo de jamón y tomate y una cantimplora de agua
para el camino, tomaré el sendero que me ha de conducir al Refugio del circo
de Respomuso (2.200 metros de altitud). Por
supuesto que en la mochila llevo también una bota de vino tinto y ropa seca
para defenderme de los efectos del sudor. Allí espero encontrarme con mi amigo
Ursi, que tan buenos ranchos preparan él y su familia. Que María Dolores, su
mujer, es buena vasca; y sabe de cocina….
“¡Qué viejo estás, Gabino!”, me digo a mi
mismo. Y con estos bríos juveniles, apoyado en dos bastones, comienzo acompasadamente mi caminata marcada
por las cuestas iniciales con sus correspondientes jadeos. Cómo he madrugado hoy
para poder tomármelo con calma, y así estar de vuelta al atardecer en mi casa
pelaire, no tengo prisa. Paso a paso, chino chano, supero desniveles y hago
trabajar a mis piernas, que a veces se muestran un tanto rebeldes. Mis soplidos
aumentan el ritmo cardiaco. La mente se recrea, y como no hay quien me discuta
dada esa soledad que me permite conjugar reflexiones con sueños, me siento un
hombre libre. Grito y hasta algún suave taco suelto. Remonto el río Aguas
Limpias que discurre salvaje y armoniosamente desde arriba del circo. El paseo
es pura música. Poco a poco veo cumbres muy hermosas y hasta con puntas todavía
nevadas.
Primera y obligada parada de la jornada
montañera. Hay que recrearse con el paisaje, cámara en mano, disfrutar de la
cascada que tengo al lado, de la frondosidad del valle. Dudo si echar un trago
de la bota o de la cantimplora. Me decido por el vino, que también tiene sus
calorías y está que alimenta. Me siento en una zona de hierba, bien cara a un
sol generoso que acaricia y siento sueño, que me parece me he pasado de tinto.
Un cabezadita de 20 minutos no me sentará mal. No me da tiempo, ¿o sí? El caso
es que una luz muy intensa y brillante me ilumina y veo un caballo alado que no
sé de donde viene, pero que parece
montado por una semidiosa sin apenas ropa. Y la visión se difumina cuando
escucho una voz muy potente hecha mujer de armas tomar: “Gabino, te encuentro
donde menos te esperaba”. Es Marga, una “¿buena?”
amiga de Biescas. A la muy cabrita no se le ocurre otra cosa que espabilarme
echándome unas gotas de agua fría encima. Monto en cólera reprimida y a la otra
le entra la risa. Como este tipo de alteraciones me duran poco, termino
aceptando la broma pesada y al final decidimos continuar la excursión juntos,
no sin enredar verbalmente. Ponemos a prueba los caprichos del eco entre las
montañas y grito eso de “Marga, cabritaaa” Y lo de “cabrita” se vuelve a
repetir con toda nitidez. Y ella parece que se enfada un poco, Yo que tantas
ganas tenía de Mozart, Chopin y
Beethoven y que me reprimía a fin de no fusilarles, me veo obligado a
soportar cómo Marga asesina con su voz a
Puccini y a su “Madame Butterfly”. A ver si no se merece los calificativos que
le dedico. Afortunadamente llegamos a la Cuesta del Chorizo (larga y empinada),
y una vez allí ya no hay nadie que pueda cantar a causa del esfuerzo acumulado.
Menos mal que la familia Ursi nos recibe después en el refugio frente al pie
del ibón cristalino con una cerveza de barril bien fría, mientras nos prepara
unas buenas alubias con chorizo y un par de huevos fritos que tanto le he
insistido.
Afortunadamente, el día ha resultado
genial. Aún es posible que vuelva a Respomuso este verano para el que ya no falta tanto.
MANUEL ESPAÑOL
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