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HORA BRUJA / EL DÍA QUE LEVITÉ ENTRE NUBES


Sigo levitando entre las nubes. He huido del mundanal e insoportable ruido y de miserias chismosas hacia mi cielo pirenaico, en la provincia de Huesca, y aquí me tienen, entre algodones, pensando en las mil y una tonterías, excitando mi imaginación surrealista. Así que en este lío que me llevo no puedo hacer otra cosa que ensanchar mis aires de satisfacción a lo largo de mi excursión entre matinal y vespertina, y lanzar mis carcajadas hacia los cuatro vientos. Creo que no me oye nadie, pero... ¡qué más da! Como dice Serrat en su canción, "hoy puede ser un gran día, planteatelo así...!". Y en esas estamos cuando Mariló, que esta vez va sin su Ángelo del alma, me sorprende en pleno diálogo besuguil con las vacas que pacen en un hermoso prado, lanzándoles mis sonoros mugidos en chino mandarín. Ella, lógicamente, se lo toma a mucha risa y me pide que le haga de traductor. Es entonces cuando aprovecho para decirle algo que sabe muy bien.  ¡Pero si es que en Biescas estamos en el paraíso! Menos mal que me encuentro con una persona que me da la razón. Ya lo sabe bien Mariló, moceta que llegó de niña a Biescas, se enamoró de un guaperas del lugar (muy buen zagal él), y aquí que se quedó para terminar siendo mas pelaire que su marido.

El caso es que ella me acompaña durante un buen trecho de la caminata que me he propuesto hacer hasta la cumbre de Erata, desde donde se contempla un paisaje maravilloso y estimulante. Me pregunta que si me ha resultado muy difícil aprender tantos idiomas, que no es la primera vez que me sorprende o haciendo el canto del gallo, o hablar con los patos, perros, gatos, leones. Y le contesto no tener el menor reparo en saludar a las mencionadas especies que aparecen por el camino, que educadamente me contestan. "¿Y el León?", me pregunta Mariló que sufre incontinencia jocosa, como yo. "Lo que podemos hacer es subirnos a ese tejado, quitamos la escalera y llamamos a tu Ángelo para que venga con la escopeta", le respondo. "No -responde ella- que a este le entra tanto miedo, que solo de pensar en un arma, le tiembla todo el cuerpo y no se le ocurrirá otra cosa  que avisar al helicóptero de rescate de la Guardia Civil". Así, paso a paso continúan  nuestras desenfadas conversaciones sin sentido, cuando nos adentramos en la encrucijada que debería conducirme a Espierre y Barbenuta. Y como Mariló, un encanto de bondad y además guapísima, es una esposa modélica y abnegada madre, poco antes de decirme hasta luego cuando llegamos al punto de despedida, justo a las puertas de un corral, aparece su dueña, Fidencia, que tiene unas gallinas ponedoras muy generosas, a las que no puedo evitar mi saludo de gallo comprometedor, ante las risas nada contenidas de las dos mujeres. Antes de la despedida, Fide nos regala dos docenas de huevos gordos a cada uno, para que nos acordemos de ella a la hora de la comida. Tras echar un buen trago de vino tinto con la bota, como aun me queda bastante para la cima, Marilo me asegura que mi docena se la llevará ella misma a Jimena, que yo puedo convertirla en una gran tortilla cruda cargada cuando la lleve cargada dentro de la propia mochila. Y como las dos se llevan muy bien, seguro que aprovecharan la ocasión del encuentro para irse juntas y sin maridos a tomar el aperitivo. Me jugaría cualquier cosa que hasta intercambian confidencias de las tonterías que hacemos los dos medios limones con los que conviven.
Aprovecho mi paso por una fuente de agua fresca para tomarme un bocadillo de jamón con tomate y queso que me ha puesto Jimena para que no desfallezca. Y de esta manera recargo energía para acometer el resto del camino con fuerzas. Me siento tan feliz, que necesito expandir mi espíritu alegre y no exento de surrealismo, de tal manera que me pongo a cantar eso del Toro enamorado de luna, y como ya no tengo vergüenza, me atrevo con el "Torero quiero ser" imitando malamente la voz de Plácido Domingo. Es cuando oigo el mugido cabreado de una vaca dispuesta a iniciar un ataque de pleno furor, y también cuando me sale al quite el amigo Paco, que lleva a pastar allí a sus animales y que es el que más sabe de cuernos de toda la comarca, el que atiende en los momentos críticos a las vacas preñadas, me pregunta que donde voy con el pañuelo que cubre la cabeza del sol, pero que uso a modo de capote de valentía y de raza torera. "Paco-le digo con solemnidad-, voy a conquistar la cima del Erata". Y el otro me sale con un jajajajajajajajajajajaja incontenible. "Pero mira que sois falsos y presumidos los capitalinos. Eso que llamáis deporte me lo hago yo con frecuencia, incluso para pasar de un valle al otro, que así acorto. Como estaré hoy unas horas mas por aquí, te esperaré junto al ganado y bajaremos juntos hasta donde he dejado furgoneta para volver a Biescas. ¡Ah, y no e preocupes!, que te guardaré unas migas a la pastora que voy a empezar a preparar por aquí. Hasta luego, capitalino". Y yo preciso eso de "capitalino si, pero mas pelaire que tu. A ver...." 
El día era soleado y caluroso, por lo que antes de llegar arriba del todo fui jadeando un poco, y como no estoy bien entrenado, me acordé de un primo que se fracturó el tobillo y tuvo que ir a rescatarle la Guardia Civil, aunque claro, era invierno y la montaña estaba muy cargada de nieve. Llegué a la cima, era un dia muy claro sin el más mínimo asomo de nubes,y el panorama era mas que esplendido. El sacrificio en ese momento no me había importado lo más mínimo. Tan alegre estaba y con energías recuperadas, que allí canté una jota, no demasiado sensata, e inmediatamente comenzaron a aparecer las nubes. Por cierto, que algo mas abajo me esperaba Paco con una buena platada de migas y una bota de vino de mucho grado, pero muy reconfortante. Y abajo, ya en el pueblo, me esperaba una buena ducha y una cama en la que caí rendido, pero muy feliz y con unos sueños cargados de travesuras... Por cierto, no he comentado que cuando estaba en plena faena montañera, vi un helicóptero de los de rescate de la Guardia Civil, y desde la megafonía salía una voz: "Gabino, que somos los de la Guardia Civil, que nos ha dicho Ángelo, el de Mariló, que estás en apuros. Y yo decía, "¡Ay la que he armado, la Guardia Civil..." Es cuando me dice Jimena con su semblante más divertido:  "¿qué haces gritando debajo de la cama eso de ¡que vienen los guardias?".

MANUEL ESPAÑOL

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