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EL SONIDO DE LAS CAMPANAS DE NAVIDAD



Busco la Navidad y suenan muchas campanas. No la encuentro, sólo oigo ruidos, muchos ruidos. No la encuentro ni la veo nada clara, parece que se vislumbran unas manchas de sueño abstracto aderezadas con sonrisas “Profidén”. ¿Es un formulismo?, ¿un deseo sincero? Que me definan bajo el punto de vista terrícola si estamos ante un merengue empalagoso de intercambio de regalos comprados en grandes y pequeñas superficies interesadas, apartándonos así del espíritu con que se pretendía conmemorar una festividad tan especial. Siempre he creído que la persistencia en las buenas intenciones, las miradas limpias de los que siguen de frente, son las cualidades que nunca deben de faltar en un camino necesario para alcanzar esa felicidad que no debería ser privativa tan sólo de determinadas fechas. Hay que procurar la utopía siempre, y tratar de ver en todo momento la cara bella de la vida plagada de sacrificios solidarios, seguir la flecha que apunta a su dirección sin apartarnos ni cerrar los ojos ante la realidad. Ser solidario no es fácil, pero compensa tanto a las gentes de buen corazón… No, no me refiero a ningún tipo de creencia religiosa, que cada cual sea consecuente con esos “bellos” planteamientos que tanto se prodigan estos días sin ver de dónde vienen o a quien van, como si de una máquina se tratase.
Ayer, un buen amigo de marcado carácter anarquista, muy al uso, me dijo “salud” y a continuación añadió “Feliz Navidad”. Aquilino siempre saluda con “salud”, pero cuando llegan estas fechas introduce lo de Natal, es decir, que se celebra el nacimiento de Jesucristo. Cuando se lo advierto me suele apuntar con el dedo índice derecho, acompañado de estas palabras: “Oye, pelaire, que Cristo era un revolucionario que echó a los mercaderes del templo de su padre, que lo único que quiero es ser correcto y solidario, que no todos los anarquistas vamos por esta vida poniendo bombas, aunque…” Sigo de paseo con Aquilino y un acordeonista toca eso de “los peces en el río” haciendo de vez en cuando alguna pirueta y pasando el platillo cuando ve a dos o tres personas cerca de él, y de vez en cuando la cae alguna moneda que le sirve para comprar comida o un café o tomarse un vinillo caliente de mucho grado, cuando no le ve nadie, que la mañana está muy fría. Así que le propongo lo de ir a tomar unos vasos a fin de celebrar el encuentro, acompañados de unos tacos de bacalao, y de tacos de tortilla de patata. Los seres humanos somos muy contradictorios y como tales, que tanto criticamos la comercialización de estas fiestas, la industria tan gigantesca que se monta en torno a ella, vamos a caer a unos bares bien saturados de clientes con cara satisfecha “porque celebramos la Navidad, fecha en la que también nos encargamos de engordar unos cuantos kilos y después deberemos gasta otro dinero para adelgazar”, me comenta Aqui, quien sin ningún pudor apostilla: “Y pensar de que hay millones de niños condenados a morir de hambre”. Vamos por una calle central de la urbe, y una orquestina compuesta por músicos muy buenos procedentes del Este de Europa, toca jazz con un ritmo endiablado, después eso de “Navidades blancas”, y hasta se les une una soprano de calidad a interpretar el “Adestes Fidelis”. Y en las calles sólo se escucha música pío navideña, eso sí, con sonidos alegres y cánticos al Niño, y a los Reyes Magos. En un bazar chino han querido entroncar con la tradición española, y no se les ocurre otra cosa que poner un barbudo Papá Noel no muy tradicional, que con la impostura de un sonido muy artificial repite una y otra vez eso de “Soy Papá Noel. Ven a jugar conmigo”. Claro que para jugar y que diga más lindezas, hay que echarle monedas.
Continúo mi paseo urbano que me conduce por las puertas de varias iglesias, y en todas ella hay un pobre o dos que acercan la mano, especialmente a la salida y al comienzo de las misas. Algunos reciben buenas cantidades, otros ni los buenos días. “Es que, en esta época –me dice Aquilino- hay gente que le gusta ejercer la caridad, y lo hace por lavar una conciencia nada exigente, para que le vean dar también la mano a un pobre”. Y suena la musiqueta que tanto me cansa: “Campanas sobre campanas, y sobre campanas una…”. Antes de llegar a casa recibo una llamada al móvil. Consecuencias: hay que comprar la comida. No me importa, como me gusta tanto meterme en los fogones, de primero compraré para hoy borrajas para hacerlas con gambas de Huelva (muy sano) y de segundo, calamares en su tinta (plato muy sabroso), mientras que de postre me haré con un helado de ese café que tanto me gusta. Pero cuando entro en el Súper, que por supuesto se halla a tope, me encuentro con el endocrinólogo, que además de muy buen médico es muy amigo y tenemos bastante confianza. “¿Borraja con gambas –me dice- ¿Y cómo las haces?”. Se lo explico minuciosamente con toda mi candidez y con una de sus enigmáticas sonrisas, me asegura; “mejor siempre borraja cocida con patata y aliñada con tan sólo una cucharada de aceite crudo”. “¿Y los calamares?”. “Aún no los has comprado –señala-, así que con unos lomos de merluza a la plancha ya irás bien. Y de halados, nada, tómate un par de mandarinas”. Menos mal que no le he contado los vinos tomados con el anarquista Aquilino, que es capaz de subir a casa en plan médico y meter mano en la cocina con las consiguientes risas de Jimena, que ella bien asegurado que tiene su cocido. Pero ya llega la Navidad, ya llega, y vendrán los homenajes sin compasión, las reuniones de hermandad profesional, las familiares y alegres comidas y cenas con tía Cuqui, con los hermanos, sobrinos, con mis tíos Tan y Nines, con mis primos… Cantaremos hasta villancicos, sevillanas y hasta “Asturias patria querida”, y por mi parte alguna jota de la tierra hasta cantada y bailada, Y puede que algún día suba a Biescas, mi pueblo, que eso sí que es entrar en el paraíso y disfrutar con mis amigos de la infancia.
¿He dicho en el paraíso?  ¿Cómo se me ocurre hacer humor en un tiempo como este, en el que a muchos seres queridos les echaremos tan en falta? Aún estamos en un país con cinco millones de parados, en este país llamado España en el que se han registrado continuos recortes en los gastos sociales y no llegan a remiendos los calificativos ante las medidas de apoyo tomadas por el Gobierno. Para mi la Navidad auténtica es la que supongo que hubiese sido de desear en el proceso de la Creación. Los gobiernos de las distintas naciones que deben mirar por los intereses globales de la libertad, igualdad y fraternidad, y no por ser más fuertes unos contra otros. Demasiadas lacras sociales, demasiados muertos por hambre y por enfermedades que deberían ser perfectamente curables. Menos mal que en este país funcionan muy bien los bancos de alimentos, los comedores parroquiales y Cáritas, así como “oenegés” que hacen lo que en otros lugares también debe ser responsabilidad del Gobierno.
Que la Navidad vuelva a su espíritu auténtico, si es que alguna vez lo hubo. No es mejor el más creyente, sino el que más se acerca a la auténtica doctrina de lo que supongo debe ser pensamiento de Dios.
Tal y como están las cosas, no me atrevo, no me sale del todo decir eso de ¡Feliz Navidad! Eso sí, disfruten todo lo que puedan con las personas más próximas. Esa sí es la verdad más deseable en estos momentos para todos nosotros.

MANUEL ESPAÑOL

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